Lecturas recomendadas

Virgen y Madre de Dios

¿Por qué la Iglesia celebra en los mismos inicios de año esta fiesta mariana?

Nelson Martínez Rust:

En los albores de un nuevo año, la Iglesia nos presenta la imagen de María bajo el título de “Madre de Dios”. Es el título de mayor jerarquía que puede ostentar la Virgen María. La expresión en cuanto tal, no tiene una raigambre bíblica, por el contrario, es un título derivado del apelativo que los egipcios daban a la diosa Isis y que pasó al mundo cristiano hacia finales del II o a comienzos del III siglo mediante los cristianos de Alejandría. A partir del siglo III llegó a ser un título corriente en el ambiente del cristianismo; tanto fue así que se le utilizó en la liturgia y en las profesiones de fe de la antigüedad. Testimonio de ello, es la oración hímnica del “Sub tuum praesidium…” – himno de los primeros años de la Iglesia – y el símbolo de fe transmitido por Atanasio (Entre el 250-300). El concilio de Calcedonia (año 451) lo incorporó en su definición de fe al reflexionar sobre el misterio de Cristo como expresión cristológica verdadera: Los obispos, de ese entonces, enseñaron: “nosotros confesamos que el Señor nuestro Jesucristo es un solo y mismo Hijo, perfecto en su divinidad y perfecto en su humanidad, que es verdadero Dios y verdadero hombre, compuesto de alma racional y de cuerpo, consustancial con el Padre en su divinidad, y consustancial a nosotros en su humanidad, semejante en todo a nosotros menos en el pecado (Heb 4,15-5,10), generado por el Padre antes de los siglos en cuanto a su divinidad, y en estos últimos tiempos para nosotros y para nuestra salvación de María, virgen y madre de Dios, según la humanidad” (Denzinger 301). Como podemos observar, el título mariológico es de un alto contenido cristológico y solo a partir de Cristo adquiere su significación profunda. Así es como fue comprendido por los padres conciliares de Calcedonia.

Ahora bien, ¿Qué le dice ese título a los hombres y mujeres del presente siglo? ¿Por qué la Iglesia celebra en los mismos inicios de año esta fiesta mariana? Volvamos, una vez más, al texto sagrado para encontrar respuesta a nuestro interrogante. En esta ocasión meditemos el texto de Lucas 1,26-38. Unas dos o tres expresiones son suficientes para comprender su contenido.

La primera expresión es el saludo del Ángel: “Alégrate, llena de gracias, el Señor está contigo”. La palabra griega que traduce “alégrate” es “kaire” que significa “alegrarse”, “realegrarse por un gran acontecimiento”. Esta expresión nos sorprende ya que el saludo entre los hebreos era “Shalom” que significa “Paz”, mientras que el saludo entre los griegos era: “Kaire”, “Realégrate”. Sorprende que el ángel salude a María, mujer hebrea, con un término griego. Ahora bien, cuando los griegos leyeron el Evangelio de Lucas cuarenta años más tarde pudieron entender el mensaje que se escondía detrás de esa palabra. Comprendieron que, con el inicio del cristianismo, el Evangelio había abierto sus brazos también al mundo de los pueblos paganos, es decir, a la universalidad del Pueblo de Dios, que de ahora en adelante abrazaba no solamente al pueblo hebreo, sino al mundo con su total novedad. La novedad del mensaje cristiano: Cristo.

Las palabras del ángel han sido tomadas del profeta Sofonías: “Alégrate, hija de Sion; el Señor está contigo y pone en ti su estancia” (Sof 3,14-15). María conocía las Escrituras. Su canto del “Magnificat” así lo testifica. Es todo un tejido hecho con textos del Antiguo Testamento. Lo que maravilla a la Virgen es que este texto que estaba dirigido al pueblo de Israel, el ángel se lo atribuye. De esta manera la Virgen comprende que es de su persona de quien hablaba el profeta Sofonías, que Dios tiene un proyecto especial con ella, que ella ha sido llamada a ser la verdadera morada – hogar – de Dios en la tierra. Estancia – hogar – no hecha de piedras sino de un corazón vivo que es grato y aceptable a Dios.

Cristo, en cuanto que es “Hijo de Dios”, es la “Buena Notica” que nos brinda la alegría. Dios no está lejos del hombre, no es un desconocido, un enigma, un ser peligroso. “Alégrate”, quiere decir: Dios es bueno, nos ama, nos conoce, está con nosotros. Esta es la gran alegría que el cristianismo anuncia ya no a un pueblo determinado sino al mundo entero. Conocer a este Dios es la verdadera “Buena Noticia”.

Ahora bien, esta “Buena Noticia” no puede tenérsela solo para sí. La verdadera alegría debe ser compartida. María fue de inmediato a casa de su prima, Elizabeth. Y cuando fue asunta al cielo se transformó en la madre que comunica alegría, confianza, bondad y nos invita a ser portadores de alegría en medio de este mundo.

La segunda expresión está tomada del ángel: “No temas, María…” Realmente había motivos para temer, llevar sobre sus hombros el peso del mundo, ser la madre del “Hijo de Dios”, era llevar un peso que sobrepasaba la posibilidad humana. “No temas”: Si llevas a Dios, Dios te lleva a ti. La Virgen, en los diversos momentos vividos por Jesús, volvería a meditar estas palabras. En el momento en el que Simeón le dice: “Tu hijo será un signo de contradicción…una espada traspasara tu corazón”; durante la vida pública de Jesús; finalmente, cuando encontró a su hijo en el camino del Calvario y posteriormente debajo de la cruz; cuando todo parecía un fracaso; en todos estos momentos ella oyó las palabras del ángel: “No temas, María…” En todos estos momentos la Virgen estaba al lado de su hijo llena de valor y sostenida por la fe, esperando su resurrección, y en Pentecostés, momento de la fundación de la nueva familia de su hijo.

“¡No temas!” nos dice a nosotros la Virgen. El mundo tiene miedo de la miseria, de la pobreza, de la enfermedad y del sufrimiento, miedo a la soledad, miedo a dónde acudir en caso de una gravedad y…miedo a la muerte. La única certeza válida en todos estos momentos es aquella que nos proporciona el Señor y que nos dice: “No temas, yo estoy siempre contigo” Podemos ser pecadores, pero finalmente caemos en las manos de Dios.

Una tercera expresión: María finaliza el diálogo con el ángel diciendo: “Soy la sierva del Señor, hágase como has dicho” María anticipa la petición del “Padre Nuestro”: “Hágase tu voluntad”. Dice “” a la voluntad de Dios, una voluntad aparentemente demasiado grande para un ser humano. La voluntad de Dios no es un peso, ella nos proporciona alas para volar alto y contemplar al mundo con la convicción de que esta voluntad es el verdadero bien y la verdadera guía que conduce a la felicidad. –

Valencia. Enero 7; 2024

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