Renovar los estudios de historia
Sin verdad, sin trasparencia, con conceptos preconcebidos solo se busca reafirmar lo que se piensa y no lo que ha sido o es
Cardenal Baltazar Porras Cardozo:
La fecundidad y variedad de temas humano-divinos están presentes en la mente y en las propuestas del papa Francisco, proponiendo temas que no eran corrientes En el pensamiento del Sumo Pontífice, pues eran confiados a las distintas instancias vaticanas. El 21 de noviembre, fiesta de la Presentación de la Virgen María nos regaló una disertación sobre la necesidad de renovar los estudios de historia de la Iglesia, dirigido en primer lugar a los candidatos al sacerdocio. Sin embargo, el contenido supera estos límites y es aplicable a todo ser humano que se plantee las razones de vivir hoy y su proyección al futuro.
Cuando habla de historia se refiere al pasado y al presente. Qué evocador este documento de lo que estamos viviendo los venezolanos. La distorsión de los hechos actuales con una lectura sesgada para permanecer en el poder gracias a la fuerza, la manipulación y la propaganda que, a través de las nuevas tecnologías buscan imponer una lectura de la realidad acomodada a los intereses particulares del grupo dominante. No valen la dignidad de las personas ni su voluntad expresada libremente.
Plantea el Pontífice la necesidad de promover una real sensibilidad histórica. Hay que buscar una clara familiaridad con la dimensión histórica propia del ser humano. Las cosas, los hechos, son como son, no como quisiéramos que sean. Nadie puede saber quiénes es y qué pretende sin nutrirse de las generaciones precedentes. El estudio de la historia nos protege, dice el Papa, del “monofisismo eclesiológico”, es decir, de la lectura demasiado angelical de la Iglesia, de una Iglesia que no es real porque no tiene manchas ni arrugas.
Pensemos un momento en la lectura sesgada de nuestra historia patria. Desconocemos, porque hay una lectura negativa de los siglos coloniales, sin darnos cuenta que, querámoslo o no, somos lo que somos por lo que nos trasmitió de generación en generación: la lengua, la cultura, las tradiciones, los valores, la religión en medio de los condicionamientos y contradicciones de cada época. Se le pide arrogantemente al monarca español que pida perdón por los desmanes que cometieron en los siglos XVI-XVIII, sus predecesores. Como si nuestros antepasados indígenas fueron unos niños de pecho que no cometieron tropelías contra sus súbditos. La historia no es una película de buenos contra malos como las películas del oeste americano que veíamos en otro tiempo.
La historia de la Iglesia continúa el Pontífice, nos ayuda a ver la Iglesia real, para poder amar a la que verdaderamente existe y que ha aprendido y continúa aprendiendo de sus errores y caídas. Evadir la historia aparece muy a menudo como una forma de ceguera que nos empuja a preocuparnos y desperdiciar energías en un mundo que no existe, planteándonos falsos problemas y dirigiéndolos hacia soluciones inadecuadas. Hoy tenemos una proliferación de relatos, a menudo falsos, artificiales e incluso engañosos, y al mismo tiempo una ausencia de historia en la sociedad civil y también en nuestras comunidades cristianas. La realidad, pasada o presente, nunca es salgo sencillo que pueda reducirse a simplificaciones ingenuas y peligrosas.
Los evangelios traen a colación las genealogías de Jesús, en las que hay antepasados con hojas muy negras, desde el rey David hasta Acaz y otros más. No se oculta nada. La verdad por delante. Nunca se avanza sin memoria, no se evoluciona sin una memoria íntegra y luminosa. El estudio sirve para hacerse preguntas, para no ser anestesiado por la banalidad, para buscar el sentido en la vida.
Sin verdad, sin trasparencia, con conceptos preconcebidos solo se busca reafirmar lo que se piensa y no lo que ha sido o es. Qué hermosa y valiente lección en un mundo en el que la propaganda se ha vuelto el medio para imponer a la humanidad que no actúe libremente, sino que se convierta en esclavo de intereses que no conducen a la justicia, a la equidad y al bien de los más pobres.-