«Si el ‘precio’ de estar en la universidad es silenciar el contenido de este mail, preferiría no estar»
Respuesta del capellán universitario al decano de biológicas que le pide restringir sus opiniones a raíz de una entrevista en la que el sacerdote hablaba sobre la libertad de los católicos en el ámbito universitario y en la sociedad en general y cómo afrontar los retos actuales: wokismo, laicismo, multiculturalismo…
Este verano se publicaba una sugerente entrevista con el capellán de las facultades de Filosofía y Filología de la Complutense, don Juan Carlos Guirao, en el que hablaba sobre la libertad de los católicos en el ámbito universitario y en la sociedad en general y cómo afrontar los retos actuales: wokismo, laicismo, multiculturalismo…
A pesar de que estaba finalizando el mes de junio, con alumnos inmersos en exámenes y cabezas puestas en las vacaciones y con el claustro académico sumido en el «escándalo Begoña», lo que eran unas atinadas reflexiones de un capellán universitario de una de las facultades más politizadas tuvo una trascendencia inesperada, providencial.
En el Consejo de Gobierno de ese mes, en el turno de preguntas el Decano de Biológicas, escandalizado y «preocupado», y por lo que se ve con un escaso conocimiento del régimen universitario, pretende que las opiniones del capellán se circunscriban a su capilla y «comunidad», pero «no que hagamos difusión de esas opiniones dentro de la Universidad».
Por su interés reproducimos la carta que don Juan Carlos Guirao ha dirigido al decano:
Madrid, 1 de diciembre 2024
Estimado decano:
He visto su intervención (6 hora, minuto 45) del pasado 25 de junio en el consejo de gobierno de la UCM con motivo de la entrevista que apareció en varios medios digitales y que le envié por e-mail.
Su intervención en dicho consejo de gobierno está referida a mi persona, por lo que considero que tengo el deber de responderle y usted, el derecho a que lo haga.
En ningún momento he pretendido hacer afirmaciones que pudieran dañar la institución universitaria. Lo único que pretendía manifestar es lo conveniente y, me atrevo a decir, urgente, que es para la universidad y para la sociedad en su conjunto fomentar debates académicos, rigurosos en torno a cuestiones de actualidad. Le pongo algunos ejemplos:
- La diferencia entre hombre y mujer: XY-XX, ¿nacemos o lo elegimos? Son muchos los que piensan que no lo podemos elegir, nacemos con él; aunque algunos pretenden hacernos creer que lo podemos elegir. Si puedo autodeterminarme como hombre o como mujer: ¿Qué nos impide la autodeterminación en la edad, en la raza o en la especie? ¿Por qué no puedo autodeterminarme como un adolescente de 15 años, de raza negra o amarilla y perteneciente a otra especie, la trans-especie? ¿Qué fundamento racional tiene todo esto?
- Temas, también relacionados con la ideología de género; por ejemplo sobre la identidad del matrimonio: ¿Cuál es su identidad? ¿Hombre y mujer; dos hombres y una mujer; dos mujeres y un hombre; dos mujeres y tres hombres; tres mujeres y dos hombres; etc, etc? Si según algunos no hay naturaleza, cabrían todas las combinaciones posibles: imaginables e inimaginables. ¿Por qué no?
- Temas de bioética relacionados con el aborto y la eutanasia. Son muchos los médicos, ginecólogos y profesores de universidad del ámbito sanitario, que piensan que la única modificación fundamental que confiere el estatuto de ser humano se produce en el momento mismo de la concepción y que a partir de ahí empieza un proceso lineal, progresivo, sin saltos ni cualitativos ni cuantitativos. Y si no se produce en el momento mismo de la concepción, ¿en qué momento del desarrollo se produciría?, un segundo, un minuto antes del fijado arbitrariamente, ¿no? después, ¿ya sí? ¿por qué? ¿qué fundamento racional tiene esto?
- El tema del nacionalismo que nos afecta a todos y en particular a las universidades y a la sociedad catalana y del País Vasco. En la actualidad es muy «difícil» abordar este tema desde una perspectiva no nacionalista en dichas universidades. Una muestra de esta «dificultad» lo podemos ver en asociaciones universitarias como «S´ ha acabat»; con todo lo que esto significa de sectarismo, «merma» en la libertad de investigación y divulgación de la misma, «arbitrariedad» para la financiación de proyectos académicos, acceso a plazas vacantes, falta de libertad de expresión…
- Temas de actualidad relacionados con Oriente Próximo. «Difícilmente» se podrá resolver un problema si no se plantea integralmente y en toda su profundidad.
- Otro tema: ¿La II República fue un régimen idílico que fue interrumpido por unos fascistas o un desastre que acabó en un enfrentamiento fratricida, en donde en palabras del historiador Stanley G. Payne por la deriva totalitaria comunista que fue tomando el régimen para la mitad de los españoles era más peligroso no sublevarse que sublevarse?
- laicismo (o lo que es lo mismo: no un ateísmo teórico o especulativo, sino beligerante, militante) vs. Laicidad.
- El discurso sobre lo público del que tanto se habla: ¿Es legítimo identificar lo público con lo estatal? ¿Cabe la cooperación entre lo público y lo privado? ¿El Estado al servicio de la sociedad o la sociedad absorbida, engullida por el Estado como sucede en las peores dictaduras? En definitiva, ¿Estado del bienestar o el bienestar del Estado? El «bienestar del Estado» es lo que sucede en países como Cuba, Venezuela, Nicaragua, etc, en donde lo púbico se identifica con lo estatal que monopolizan unos pocos, y por supuesto queda excluido cualquier tipo de libertad. La consecuencia y resultado final de todo esto es la carencia absoluta de alimentos, medicinas, cortes en el suministro de luz durante decenas de horas al día, niños desnutridos, enfermos de cáncer sin una sola medicina y todo ello en beneficio de unos pocos cuya única preocupación es perpetuarse en el poder. Para evitar semejante ideología que lo propicia, ¿qué lugar debe ocupar el principio de subsidiaridad?
La lista de temas objeto de debate sería innumerable.
Como decía en esa entrevista que usted califica en su intervención de un «tema algo más espiritual», estos temas están presentes en la universidad pero desde una perspectiva «unilateral», sesgada, parcial, limitada, etc., etc. Le podría dar una lista de personas con posturas «disidentes» sobre los temas anteriormente enumerados que tienen vetada la entrada en la universidad. ¿Por qué? Porque unos pocos que además se autodenominan «antifascistas» lo han decido así. Y además se les permite que lo hagan con total y absoluta impunidad.
La solución a todo esto no es menos libertad de expresión como indica en su intervención tratando de «confinar» y «relegar» dichas afirmaciones a un ámbito confesional, supuestamente para no denigrar a la universidad.
Lo que denigra a las universidades son los másteres dirigidos por personas sin cualificación académica, la «irresponsabilidad» en la gestión de los recursos públicos, los piquetes que se autodenominan «informativos» y que impiden el acceso a la universidad a determinados congresos y actividades académicas, los que profanan espacios sagrados, etc.
Lo que prestigia a la universidad, como bien sabe usted, es que el único criterio de acceso a cualquier concurso sea el mérito y la capacidad, una financiación responsable y trasparente, el contraste respetuoso entre ideas diferentes, procurar entre todos la formación integral de las futuras generaciones, el rigor y la ausencia de censuras y exclusiones en los temas anteriormente expuestos, en definitiva, servir a la sociedad como esta necesita ser servida.
En su intervención pregunta usted por mi relación contractual con la UCM: efectivamente, como se desprende de lo que le dicen y le confirmo, es de 0 euros en los más de 20 años que llevo trabajando en la universidad. Lo cual, agradezco enormemente porque me da mucha libertad para decir lo que muchísima gente piensa pero que tendría muchas más dificultades en decir.
Cita usted en su intervención el art. 16.3 CE que habla de la aconfesionalidad del Estado, al tiempo que pregunta por el número de imanes y rabinos que hay en la universidad; podemos hacer extensiva su pregunta a pastores de la Iglesia de Filadelfia, adventistas del séptimo día, testigos de Jehová, mormones… De algún modo en la entrevista contesto a su pregunta.
A ese respecto, tal y como van «evolucionando» los acontecimientos, no se preocupe, que con el tiempo habrá muchos más imanes con todo lo que esto significa desde el punto de vista antropológico, cultural, social, etc. Será la «herencia» que dejaremos a las futuras generaciones. Sería deseable que los cristianos gozaran de la misma reciprocidad en derechos en los países musulmanes que ellos tienen aquí. A medida que en el continente europeo, y en particular, en nuestro país, vayamos socavando y minando nuestras raíces cristianas será una pérdida para todos en lo que a derechos y libertades se refiere.
Los regímenes totalitarios del siglo XX, -fascismo, nazismo y comunismo- tuvieron como denominador común la negación de Dios y de la dimensión trascendente de la persona. Por desgracia, también hoy en día algunos interpretan el concepto de la aconfesionalidad del Estado como la imposición de un ateísmo militante que pretende confinar la fe al ámbito privado de la conciencia subjetiva, negando su dimensión pública y social. Exactamente igual que en la década de los treinta en España. Esto ya fue advertido por Benedicto XVI en su viaje a Santiago de Compostela y Barcelona en noviembre del 2010 ante la pregunta de un periodista en donde habló de un «laicismo fuerte y agresivo como lo vimos precisamente en los años treinta». Comprenderá usted que algunos nos resistamos.
Como dice usted en su intervención, diariamente se reciben en la UCM y en el resto de universidades innumerables e incontables e-mails de particulares. Es algo completamente normal; por eso lo hago.
Después de su intervención en dicho consejo de gobierno del pasado 25 de junio ante el rector, vicerrectores, decanos, estudiantes, personal administrativo y de servicios y profesores las preguntas que nos debemos hacer -a mi juicio- serían:
Ante una juventud y una sociedad con los altos índices de suicidio, consumo de ansiolíticos, antidepresivos, somníferos, víctimas de tantas adicciones al alcohol y a otras drogas, a la pornografía, y a cualquier tipo de «alienación» originadas en última instancia por la separación de Dios, con la retahíla de consecuencias personales, familiares y sociales que todo esto tiene, ¿cómo podemos entre todos ayudarles? ¿cuál debe ser la misión, el servicio, que debe desempeñar la institución universitaria? ¿cuál es la identidad de la universidad? Esta pregunta debería de ser determinante, tanto a nivel personal de cada uno, como a nivel académico y universitario.
La propuesta que me atrevo a hacer es muy sencilla: la búsqueda de la verdad como categoría académica, educativa, religiosa, moral, política, judicial, etc.; y un buen modo de concretarlo es suscitar, entre todos, debates sanos, imparciales, objetivos, rigurosos sobre el aborto, la ideología de género, sobre la II República, sobre Oriente Próximo, sobre cuestiones antropológicas, sobre el nacionalismo, sobre lo público… en donde ninguna postura de antemano esté vetada, como de hecho sucede por desgracia. Plantear estos temas con rigor, sin ningún tipo de exclusiones es un deber moral. ¿Lo contrario? Una inmoralidad. Ante esto no cabe la neutralidad.
Si el «precio» de estar en la universidad es silenciar el contenido de este mail, preferiría no estar. Por razones de convicción y coherencia elemental debemos evitar el mutismo y la invisibilización.
Hay muchas personas en la sociedad en general y en la universidad en particular a las que no sólo no les parece «singular» todo esto, sino razonable. Sería deseable y muy conveniente que tuvieran a bien divulgarlo. Quedo a su disposición por si en algo puedo servirle.
Reciba un afectuoso saludo.
P. Juan Carlos Guirao Gomariz (Capellán de Filosofía y Filología)
(InfoCatólica)