Yo soy el buen pastor

Rosalía Moros de Borregales:
La figura del pastor
Al remontarnos a los tiempos en los cuales Jesús de Nazaret caminaba las polvorientas calles de Galilea es posible comprender a profundidad la razón por la que Jesús usó esta metáfora tan potente del buen pastor, tal como la había usado el Rey David al componer el Salmo 23; pues, en la cultura del cercano oriente el pastor no era una figura netamente simbólica o una figura romántica que Jesús usó tiernamente para expresar su amor por los discípulos. Era una figura que expresaba entrega, pasión, cuidado y sacrificio.
El pastoreo es una tarea demandante que significaba grandes sacrificios
Pastorear no significaba contemplar el horizonte mientras as ovejas dormían. Por el contrario, pastorear significaba una tarea demandante y peligrosa que implicaba grandes sacrificios. Tener un rebaño era tan demandante como levantar hijos. El pastor dormía con sus ovejas para defenderlas de todos los peligros; las defendía de lobos, ladrones y tormentas. Las llamaba por su nombre, las guiaba no con un látigo, como se hace con otros animales, sino con su voz y, cuando una se extraviaba él buscaba a quien le cuidara las demás ovejas para ir a buscar la que se había perdido. El pastor no era solo un proveedor, un guía sino un protector.
El buen pastor su vida da por las ovejas
Frente a los líderes religiosos más despiadados de la época, Jesús toma esta imagen del quehacer diario del pueblo judío y le da un carácter absolutamente espiritual, concordando con el tipo de Cristo que representara el Rey David: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas”. (Juan 10:11) No dijo: “Yo soy un buen pastor”, sino el buen pastor. El definitivo, el que proclamó David: El Señor es mi pastor. Él es el fiel, el que no huye cuando llega el lobo. Mientras los mercenarios protegen su reputación, Jesús protege nuestras almas. Mientras otros se alejan cuando el peligro se hace presente, Él se entrega hasta dar la vida.
El buen pastor conoce a sus ovejas y las suyas le conocen
Jesús no solo conduce, también conoce. “Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen”. (Juan 10:14). Cuando realmente conocemos a alguien significa que sabemos no solo sobre los acontecimientos de su vida sino también de sus sentimientos ligados a esos acontecimientos. El pastor conoce a sus ovejas; no solo puede identificarlas físicamente, también es capaz de recordar sus heridas y sus debilidades. El conocimiento de las ovejas lo enlaza inexorablemente con la vida de cada una.
Las ovejas conocen la voz del buen pastor
No obstante, una verdad preciosa que Jesús nos revela a través del evangelio de Juan es que este conocimiento es recíproco. Él nos conoce, y nosotros también lo conocemos a Él. Podemos distinguir su voz entre miles de voces, porque él nos ha hablado al corazón. Nos pasa como al profeta Elías cuando deprimido y derrotado fue a esconderse en una cueva, queriendo renunciar a todo. Entonces, Dios no le habló en el terremoto, ni en el alboroto sino con un silbido apacible. Y Elías reconoció su voz. Cuando Dios nos habla, su voz nos acaricia el alma. Si su palabra es de consuelo, nuestro ser interior es fortalecido. Si nos exhorta, el velo del error cae de nuestros ojos como aquel que abre una cortina en la mañana para que entre la luz del sol. El buen pastor no solo lleva un rebaño, el lleva a cada una de las ovejas que conoce y las llama por su nombre.
Los pastores negligentes y la promesa de buscar a sus ovejas
Esta declaración de Jesús no surge de la nada. Está llena de resonancias proféticas. En Ezequiel 34, Dios condena a los falsos pastores de Israel que se alimentaban a sí mismos mientras descuidaban al rebaño. Pero hace una promesa restauradora: “Yo mismo buscaré mis ovejas, y las reconoceré. Las sacaré de entre los pueblos y las traeré a su tierra. Las apacentaré…”(Ezequiel 34:11–16) En Jesús esa promesa llega a su cumplimiento. El Dios que en el Antiguo Testamento promete pastorear personalmente a su pueblo, lo hace realidad en Cristo, quien se convierte en el buen pastor para ir en busca de cada alma perdida.
La voz del buen pastor
La ternura del Salmo 23 encuentra rostro en el Buen Pastor que no solo lleva al alma a pastos verdes, sino que entrega su vida para que la oveja no muera. En un mundo saturado de voces que son como címbalos que retiñen, Jesús dice: “Mis ovejas oyen mi voz”. Muchos se erigen a sí mismos como pastores de las ovejas. Sin embargo, de la misma manera que el pastor conoce a sus ovejas, las ovejas son capaces de reconocer a su pastor. La voz de Jesús tiene un timbre único: llama con verdad, corrige con ternura, dirige con paciencia y nunca abandona.
El buen pastor va tras la oveja perdida
Y cuando una oveja se pierde, Él no la reemplaza. La busca, la llama y la carga.“¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve… y va tras la que se perdió hasta encontrarla?”. (Lucas 15:4). Es hermoso comprender a través de este pasaje que Jesús no da por perdida a ninguna oveja. Tampoco espera que la oveja que se ha extraviado regrese por sus propios medios. El va a buscarla. Este es el fundamento sólido de nuestra esperanza, que si creemos en Jesucristo y nos convertimos en ovejas de su rebaño, jamás nos quedaremos caídos, porque el Señor nos va a buscar y la oveja que realmente ha pertenecido a su rebaño escuchará su voz y le seguirá.
El traerá otras ovejas que están lejos
Además, el buen pastor nos muestra que no solo las ovejas que están ahora en el rebaño son suyas sino que Él tiene ovejas que no son de este redil, pero llegará el día en el que Él traerá a todas las ovejas que están lejos y habrá un solo redil y él será la única puerta que las ovejas reconozcan. Hoy, este Buen Pastor sigue llamando. A las que han sido heridas por líderes falsos. A las que han huido con el corazón gobernado por el miedo. A las que están fatigadas de hacer el camino a solas. A las que han sido heridas y continúan rotas sin que nadie las vende. El les dice hoy: Pon atención, escucha, porque estoy pronunciando tu nombre. Mi amor es suficiente para ti. Mi puerta permanece abierta, ven, entra por ella.
¿Estás dispuesto a seguirlo? ¿A confiar en su cuidado?¿A reconocer su voz sobre todas las otras? Esta es su Palabra, esta es u promesa.
“El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquellas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.
Juan 10:10-17.
Rosalía Moros de Borregales
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