Iglesia Venezolana

Cardenal Baltazar Porras Cardozo: «Es moralmente inaceptable intentar imponer por la fuerza la verdad de un sector como la verdad absoluta»

RCL ha consultado opiniones cruciales en estos días definitorios. A partir de hoy, las llevamos a nuestros lectores con la esperanza de que generen reflexión, concientización y discernimiento...

«Hay autoridad sin poder y poder sin autoridad. Sin legitimidad no hay autoridad»…

1.-  ¿Cuáles son, a su entender, los principales desafíos que nuestra realidad -que el Episcopado ha calificado de “moralmente inaceptable”-  y que el pueblo decidió soberanamente reorientar, nos plantea como personas, como sociedad y como Iglesia, a partir de la etapa que comienza el 10-01?

 

Lo primero que debemos tener claro es que la condición de creyente exige coherencia con lo que se dice creer y practicar. Recordemos lo que el episcopado latinoamericano señaló en la ya lejano 1979 en el documento de Puebla. “la dimensión política, constitutiva del hombre, representa un aspecto relevante de la convivencia humana…La Iglesia siente como su deber y derecho estar presente en este campo de la realidad: porque el cristianismo debe evangelizar la totalidad de la existencia humana incluida la dimensión política” (513 y 515). Es decir, no tiene lugar el que los que ejercen el poder critiquen o nieguen el derecho que como creyentes y miembros de la Iglesia católica, tenemos el derecho y la obligación de actuar en consecuencia.

 

Es moralmente inaceptable intentar imponer por la fuerza la verdad de un sector como la verdad absoluta. Quienes ejercen el poder tienen la obligación de “acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto, todo eso se resume en el verbo dialogar” (Fratelli tutti 198).

 

Lo que hemos vivido a partir del 28J es la ausencia absoluta de respeto al otro, y el uso indebido de la fuerza ha querido imponer sin más, “su verdad”, considerando que el otro, la sociedad no tiene nada que decir sino obedecer ciegamente los dictados del poder. Es la negación más flagrante de los postulados de los derechos humanos en el que se nos dice que la igualdad y la fraternidad son valores no negociables.

 

Hay autoridad sin poder y poder sin autoridad. Sin legitimidad no hay autoridad. La autoridad solamente es voz y solamente pide escucha, audiencia. Como personas, como sociedad y como Iglesia, no podemos quedarnos callados, inmóviles, ausentes, pues sería aceptar que somos esclavos y no personas libres con derechos iguales a los que nos gobiernan.

 

2.- ¿Cómo valora las perspectivas (esperanza) de reconstrucción, refundación y dignificación humana y vigencia del Bien Común a la luz de la respuesta que da a la pregunta anterior?

 

La esperanza no se encuentra, se construye, con constancia, dolor, sudores y con prudencia. El (ab)uso en la clamorosa intimidación a la población con el despliegue exagerado y grosero de materiales de guerra y de grupos encapuchados, es algo que clama al cielo. Para que tantos tanques de guerra, armas de gran calibre, y cuerpos de represión entrenados para qué?, para atacar a quién? Si es para “matar” a nuestra propia población es un pecado que clama al cielo.

 

Son muchas las medidas y caminos pacíficos que hay que poner en acción para que sea reversible la situación que vivimos que genera mayor discriminación, mayor pobreza, mayor emigración y falta total de horizonte de futuro para los jóvenes de hoy. Sin empleo, sin buena educación, sin servicios sanitarios y sin un mínimo de libertad pública, en la que no sea delito simplemente disentir, es el arma de los hombres y mujers de buena voluntad.

 

Hay que evitar toda retaliación que busque quitar a unos para poner a otros, usando o exigiendo las mismas normas de venganza, no son el camino para construir la sociedad que soñamos y deseamos. Justicia sin perdón, y perdón sin justicia y actitud samaritana, nos llevaría a un callejón sin salida. Cuando la autoridad la piden los que carecen de poder, -los pobres, los discapacitados, las minorías, hay que plantearse la recuperación de una autoridad, la de los que no tiene poder ni armas, ni actitud de venganza, sino solamente su voz, que es el grito de las mayorías que lo que desean, sueñan y quieren construir es una sociedad más fraterna y solidaria.

 

 

3.- ¿Cuáles cree que deben ser las prioridades de acción y qué iniciativas emprender como comunidad nacional y como Iglesia para evitar omisiones y encarar coherente y eficazmente lo expresado en las preguntas anteriores?

 

La recuperación de los derechos fundamentales a los que todos tenemos derecho: respeto a los derechos humanos. Con represión, cárcel, torturas, o medidas intimidatorias no conducen sino a la desesperación que busca salida por la fuerza bruta. Un mínimo de respeto a la libertad de expresión y de información es otro derecho sin el que una sociedad puede abrirse senderos de bien. Se trata de pequeñas iniciativas de cada sector, exigiendo el cumplimiento de sus funciones. No puede ser que existan los poderes públicos y la fuerza pública para recortar al mínimo los derechos de todos.

 

El mejor ejemplo nos lo da el Papa Francisco en sus llamados constantes a la paz. La guerra y las acciones de fuerza del poder no son el camino para la consolidación y solución de los problemas de la sociedad. Nos necesitamos todos y es una exigencia la participación y respeto de todos y cada uno de los ciudadanos.

 

Hagamos nuestra la llamada del Apóstol San Juan: “Amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios; y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios” (Primera de San Juan, 4-7).-

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