Una Venezuela deseable y obligante
Una sociedad en la que el poder es servicio y la ciudadanía, vocación ejercida
Mons Ovidio Pérez Morales:
Mañana es un día de esos que pueden calificarse de histórico en la vida de una nación. Inicio de un nuevo período presidencial, que debe actuar lo decidido por el soberano (CRBV 5) en el proceso comicial realizado el pasado 28 de Julio”, en el cual “se evidenció la voluntad de cambio del pueblo venezolano”, según lo afirmó el Episcopado en Declaración al final de su XLV Asamblea Extraordinaria celebrada el pasado mes de octubre.
El horizonte de esa “voluntad de cambio” es la Venezuela deseable y obligante, que encontramos identificada -si no de manera completa y perfecta, sí de modo actuable e imperativo- en algo que me gusta citar en contextos como el presente: el Preámbulo y los Principios Fundamentales de nuestra Carta Magna. Es la República “democrática, participativa y protagónica (…) en un Estado de justicia federal y descentralizado, que consolide los valores de libertad, la independencia, la paz, la solidaridad, el bien común, la integridad territorial, la convivencia y el imperio de la ley (…) asegure el derecho a la vida, al trabajo a la cultura, a la educación, a la justicia social y a la igualdad sin discriminación ni subordinación alguna”. Una República en que sea realidad “la garantía universal e indivisible de los derechos humanos”. Para ello y otros objetivos más se decretó nuestra Constitución.
El 12 de enero de 2017 el Episcopado en exhortación titulada “Jesucristo luz y camino para Venezuela” señaló problemas y vías de superación. Sobre los primeros expresó: “Muchas son las razones que han conducido al país a la actual situación. La causa fundamental, como lo hemos afirmado en otras ocasiones, es el empeño del Gobierno de imponer el sistema totalitario recogido en el Plan de la Patria (llamado Socialismo del Siglo XXI), a pesar de que el sistema socialista ha fracasado en todos los países en que se ha instaurado, dejando una estela de dolor y pobreza”. Respecto de acciones para superar la crisis nacional: “reactivar el aparato productivo, garantizar la vigencia del Estado de derecho, reconstituir el tejido social fracturado, valorar la ética personal, familiar y comunitaria, fomentar la honestidad y la responsabilidad en la vida pública, promover la reconciliación entre personas y grupos y, en definitiva, renovar la vida completa del país”.
En más de una ocasión el mismo Episcopado ha insistido en la necesidad de una refundación del país. Porque el daño causado a la nación ha sido grande. La grave crisis global en que ha caído el país con el presente Régimen como causa principal, tiene lamentables expresiones en los variados ámbitos, económico, político y ético-cultural. De la destrucción del país signos patentes son la hemorragia poblacional, con una cuarta parte de los venezolanos forzados a emigrar y una pobreza dominante en la inmensa mayoría de los actuales habitantes. En medio y por encima de todo esto reina un asfixiante ambiente de represión generador de desconfianza, miedo, incertidumbre en la ciudadanía. Hay una evidente ausencia de estado de derecho, por la cual la gente se siente objeto y no sujeto. El poder gubernamental se cree omnipotente y proclama que “por las buenas o por las malas” puede imponer su voluntad. Algo anticristiano y antihumano.
Dios creó al ser humano como libre y para la comunicación, llamado a desarrollar el mundo como ámbito de progreso compartido y fraterno. Moralmente responsable, espiritualmente abierto; “el principio, el sujeto y fin de todas las instituciones sociales” como subraya el Concilio Vaticano II (GS 25).
La Venezuela deseable y obligante es un país con un gobierno de la República y de las entidades políticas “democrático, participativo, electivo, descentralizado, alternativo, responsable, pluralista y de mandatos revocables” (CRBV 6). Una sociedad en la que el poder es servicio y la ciudadanía, vocación ejercida; y el bien común “es el eje rector y ordenador de los bienes parciales, así como la meta de toda la actividad social, económica, política y cultural de la comunidad nacional” como lo señaló el Concilio Plenario de Venezuela (CIGNS 96). –