Opinión

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He escuchado y leído mucho en relación con las consecuencias peligrosas que pudiera traer la elección de Trump, pero al hacer un análisis de la situación no habría por qué preocuparse

José Lombardi:

“El mal que existe en el mundo proviene casi siempre de la ignorancia, y la buena voluntad sin
clarividencia puede ocasionar tantos desastres como la maldad.” – Albert Camus

Desde su fundación como República y posterior a su sangrienta guerra civil, Estados Unidos ha
sido una referencia ejemplificadora de los valores democráticos, así como un referente mundial
del modelo económico capitalista. De tal manera, siendo un referente exitoso de un sistema de
convivencia político/social y una economía próspera, no es casual que hoy se le reconozca como
“el imperio”.

Su participación decisiva en la Segunda Guerra Mundial, junto a sus aliados, entre ellos la Unión
Soviética, le dio la fuerza necesaria para imponer y exportar su modelo político, social y
económico, siendo Hollywood, McDonald’s, Coca-Cola, Disney, Ford, Chevron, IBM, Meta,
Microsoft, Apple, Amazon, entre otras empresas bandera, las que le permitieron llegar hasta el
último rincón de la tierra.

El desmoronamiento del proyecto comunista liderado por la Unión Soviética fue determinante
para consolidarse como la potencia del siglo XX, logrando imponer el modelo liberal/capitalista
sobre el modelo comunista, lo que hoy conocemos como el modelo occidental. Sin embargo,
como todo cambia y se transforma, los modelos comunistas han visto un nuevo renacer aplicando
recetas capitalistas, pero manteniendo una visión política autoritaria, siendo China el ejemplo
más emblemático. Esto nos lleva a concluir que es posible alcanzar éxitos económicos en sistemas
ausentes de reglas democráticas; hoy este es uno de los mayores temas de debate y estudio.
Hoy el concepto de Democracia se ha, o lo han, desfigurado. Pretender explicarla desde un
enfoque electoral, donde una mayoría se impone y controla el poder, es simplista y peligroso. La
Democracia moderna debe ser mucho más que eso; no se limita únicamente a elegir sino, desde
ella, a extender hacia la sociedad los valores intrínsecos en ella, valores todos hoy en día
contemplados en la Declaración de los Derechos Humanos. Si alguna definición pudiéramos dar
a la Democracia, sería un sistema político de convivencia social capaz de garantizar estos
derechos.

Recordemos al gran filósofo Platón cuando ya en su época advertía sobre “las falsas y jactanciosas
palabras del demagogo” y sospechaba que la Democracia podía no ser más que el punto de
partida de la tiranía. Y vaya que no estaba equivocado, ejemplos hay cientos en la historia de la
humanidad, pero quizás el más emblemático es el de Hitler, tragedia está construida con votos.
De tal manera que la Democracia asumida como acto electoral únicamente puede ser peor que
una dictadura; así, el voto puede terminar convertido en un arma tan letal como un puñal, con la
diferencia de que el delito lo estás cometiendo en el cumplimiento de tu deber cívico, situación
está que termina siendo aterradora.

Para evitar que este sistema de convivencia no termine convirtiéndose en una máquina
aniquiladora, se deben crear mecanismos legales que lo impidan. Hoy existen muchos; sin duda
serán las instituciones despolitizadas, profesionales y con un alto sentido del deber colectivo que,
junto a la sociedad organizada y bien formada sobre los valores democráticos, serán capaces de
frenar cualquier intento de deformarlo y transformarlo en una tiranía.

Debo confesar que en las últimas elecciones de los Estados Unidos me equivoqué pensando que
la opción de los Demócratas superaría la Republicana. A días del resultado, ambas opciones
tenían altas probabilidades de ganar; pensaba que la fuerte presencia de valores democráticos
en la identidad norteamericana prevalecería, pero no consideré el poder decisorio del factor
económico en una sociedad capitalista. Estados Unidos son valores democráticos, pero también
éxitos económicos, y fue este último el que prevaleció.

De tal manera que este aspecto, en mi opinión y la de muchos analistas, fue decisivo. Ahora bien,
si revisamos los resultados económicos de la gestión demócrata, no son malos; al contrario, para
los especialistas lucen favorables, pero no así para el ciudadano común, y cuando te dan la
posibilidad nostálgica de volver a ser lo que fuiste, es decir, grande otra vez, no hay quien se
niegue a comprar este sueño.

El problema de este planteamiento es que es ilusorio; por leyes naturales nunca seremos lo que
fuimos, todo cambia y se va acomodando a las circunstancias del tiempo. Esto no lo decidimos
nosotros, lo deciden fuerzas que no controlamos y que, por muchos avances tecnológicos que
tengamos, estos acontecimientos serán siempre impredecibles y distintos a los esperados; el agua
que corre en el río nunca será la misma, por similitud que tengan.

Cuando la nostalgia y las ilusiones son las que nos impulsan a tomar las decisiones, seguramente
estaremos autoengañándonos, y es ese autoengaño el que nos hace mucho daño; lo real es
racional mientras que el autoengaño es irreal. Una persona o sociedad que vive en el autoengaño
permanente estará sometida a frustración y rabia constante, creando un ecosistema violento e
impregnado de odio que tarde o temprano explotará, y nada peor que expresarlo en el
cumplimiento del deber cívico de elegir.

La realidad debe asumirse tal como es y desde allí, junto a los valores de la virtud de la cual está
impregnada la Democracia, se puede salir adelante en Paz.

No hay manera de convivir que no sea en Paz; lo contrario sería el conflicto o la guerra, y ya la
humanidad bien conoce las consecuencias de una y de otra. De tal manera que la opción de la
confrontación es una derrota para la humanidad fraterna, a diferencia del progreso económico
que puede surgir en ambos escenarios, una paradoja para el análisis.

He escuchado y leído mucho en relación con las consecuencias peligrosas que pudiera traer la
elección de Trump, pero al hacer un análisis de la situación no habría por qué preocuparse.
Primeramente, cuando se usa la palabra “arrasar” en el proceso electoral no es cierto; si es verdad
que logró un gran triunfo donde lo votó una mayoría de casi 75 millones de norteamericanos,
también es cierto que la opción demócrata, encabezada por Harris, logró casi 70 millones de
votos, lo que nos muestra es un país dividido que, producto del sistema electoral norteamericano,
hace que el ganador luzca superlativo, pero cuando vas al detalle de los estados claves que le
dieron la victoria a Trump, los márgenes no superan en algunos casos ni el 3% de diferencia.

Así que,si las ilusiones vendidas no son cumplidas en el corto plazo, será cuestión de tiempo para
que la balanza se incline hacia el otro lado, situación que ha ocurrido en toda la historia política
de los Estados Unidos, nada nuevo tenemos bajo el sol. En apenas 2 años habrá elecciones de
medio término y veo cuesta arriba que la gestión de Trump, con todo y el control obtenido en la
Cámara de Representantes y el Senado, tenga la vara mágica para que la economía crezca en
números asombrosos.

En la vida, y en especial los procesos sociales y económicos, son tardíos y deben ser sostenidos
en el largo plazo para que así puedan rendir sus frutos. Así como Trump apalancó su programa
económico en el de Obama, este tendrá que hacer lo mismo con el de Biden; hacer giros
inesperados o bruscos traerá como consecuencia desajustes económicos que le costarán un alto
precio, como por ejemplo desmontar la relación comercial con China, que hoy representa miles
de millones de dólares para ambos.

Desdeñando todos estos argumentos, lo importante de esta situación es seguir con atención
cómo reaccionará la sociedad norteamericana a esta situación que, por la retórica y los
antecedentes, luce compleja; la responsabilidad mundial que tiene Estados Unidos en defender
la Democracia es vital para reanimarla y vivificarla.

Por ahora y como lo dijo Churchill, no hay sistema de convivencia conocido mejor que este. De
tal manera que, si aspiramos a un mundo libre, fraterno y con posibilidades para todos los seres
humanos, hay que apostar a que Estados Unidos renueve votos con la Democracia, donde será
necesario un movimiento unitario nacional encabezado por ambos partidos en aras de remodelar
los cimientos de los valores democráticos; será en la educación inicial y el ejemplo de sus líderes
los ejes fundamentales para lograrlo.

El paso dado por los Demócratas en reconocer rápidamente los resultados y facilitar la transición
luce alentador, así como la aceptación de Trump en asistir a la reunión en la Casa Blanca. Ojalá
que las palabras de Trump la noche de su victoria, en donde invitaba a sanar las divisiones, se
hagan realidad. De lo contrario, los tiempos por venir no lucen buenos y corremos el riesgo, en
palabras de Camus, de revivir la peste: “el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás; puede
permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa; espera pacientemente en las
alcobas, en las bodegas, en las maletas, los pañuelos y los papeles, y puede llegar un día en que
la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir en
una ciudad dichosa”.-

José Lombardi
@lombardijose

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