Empresarios: ¡Sin Gremios no hay Paraíso!

José Antonio Gil Yepes:
Tres de los principales errores que cometemos los empresarios en épocas de crisis económicas consisten en recortar los estudios de mercado, la publicidad y los aportes a las cámaras empresariales. Estos errores son graves porque vulneran las relaciones de las empresas con otros actores de su comunidad. Los dos primeros, nos distancian de la clave del negocio: el cliente. Y el tercero, nos distancia de las cámaras, nuestra fuente de cooperación para poder tener poder o influencia para negociar con el gobierno políticas más convenientes. En cualquier ámbito, al vulnerar nuestras relaciones, vulneramos nuestro significado, que es la clave de nuestra existencia como personas, grupos o sociedades.
Al debilitar nuestros gremios o asociaciones, soslayamos nuestra fuente de influencia y poder. El poder de cualquier sector (empresarial, laboral, profesional, sociedad civil, etc.) proviene de la concertación entre quienes tienen los mismos intereses y aspiran a tener los mismos derechos y libertades. El poder, las libertades y derechos no existen, provienen de convenciones sociales.
Aunque lo anterior suene chocante a quienes crean que tenemos libertades y derechos inalienables y, por ende, poder, veámoslo de la siguiente manera para convencernos de lo contrario: Si le hacemos una autopsia a cualquier persona para buscar dónde están sus derechos, ¡no los vamos a encontrar! Estos valores sólo existen porque nos pusimos de acuerdo para definirlos, hacerlos legales y defenderlos. Si ese acuerdo se debilita, no habrá fuerza para hacerlos respetar, y esto es lo que sucede cuando los empresarios dejamos de apoyar a nuestras cámaras. Lo mismo sucede cuando los trabajadores dejan de apoyar a sus sindicatos, y así sucesivamente en todos los ámbitos de ese cuerpo que llamamos sociedad democrática pluralista.
Caemos en el error de dejar de apoyar a los entes plurales que nos representan y apuntalan nuestras libertades y derechos porque confundimos Libertades, Derechos y la fuente de valor del Individuo con Individualismo. El individualismo nos hace creer que tenemos libertades, derechos e influencia y poder de manera individual e inamovible y que nos podemos defender individualmente. Esto es falso.
El error del individualismo proviene de no conocer el origen del individuo como valor. Fue Jesucristo quien inventó el valor del individuo como persona humana. Antes las personas no eran tales. Eran ruedas dentadas dentro de sendos engranajes como peones del campo, carne de cañón para la guerra o servían para construir pirámides, etc.; sin importar cuántos sacrificios o muertos ocasionen esas faenas. Ni siquiera para los griegos de la Antigüedad el valor del individuo fue generalizado. Para ellos, los esclavos eran cosas. Fue Jesucristo quien dijo que toda persona valía por sí misma, por ser hijo e imagen de Dios.
Pero Jesucristo nunca confundió individuo con individualismo. Todo lo contrario, para Jesucristo, el individuo se realiza como persona a través del significado que le da su contribución a la comunidad. Mientras que el individualismo es una exageración del valor del individuo, sin referencia a su comunidad. Esto se ve, por ejemplo, en René Descartes, cuando dijo “Pienso, luego existo”. Esta idea, todavía tan aplaudida, y que dio pie a corrientes liberales que confunden libertad y derechos con un individualismo colindante con “Sálvese quien pueda”, no puede ser más desorientadora porque conduce a creer que el valor o significado del individuo existe per se. De allí que la pregunta que siempre nos hemos hecho, a partir de Descartes, ¿Quién soy yo?, necesitamos cambiarla por ¿Para quién y para qué sirvo yo? Esta es la pregunta que se desprende del valor del individuo que Jesucristo ubicó en la caridad cristiana y Buda en la compasión. En psicología moderna, podemos ubicar la respuesta en el sesgo asociativo de la inteligencia emocional y en que derivamos nuestra identidad y fuente de satisfacciones de la realización de nuestra vocación o misión, esa que nos lleva a crear o a realizar algo con ahínco para el bien propio y de la comunidad. Es la comunidad la que nos sirve de referencia o espejo para apreciarnos. El significado o sentido de la vida, según el psiquiatra Viktor Frankl, se encuentra a través de proyectar los valores sociales, en particular del dar, del recibir y del aprender de las situaciones límites. Entonces, la definición de quiénes somos no viene dada por lo que somos como mónadas, sino como díadas, por lo que otros reconocen como nuestro aporte y por lo que cada uno ve que los otros aprecian de nuestras acciones: El yo no existe sin el nosotros, y el nosotros no existe sin el yo. Esto no es un trabalenguas, sino una forma de decir que la libertad y los derechos existen, pero sólo en la medida que escojamos, por voluntad propia, sumar nuestros intereses a los de otros que tengan intereses similares o complementarios. Esta es la esencia de la democracia pluralista. Y eso implica tres cosas fundamentales para entenderla: Uno, que necesitamos asociarnos con otros para implantar y defender nuestras libertades, derechos y valores. Dos, lo cual implica ceder parte de nuestros intereses individuales. Tres, que, al asociarnos, lo hacemos porque contribuimos con los demás y los demás contribuyen con nosotros.
La única vía para ser libres, diferentes y, a la vez, uno, y no caer en la anarquía o en el colectivismo (“colaboración” forzada), es la decisión personal de cooperar con otros que tienen intereses similares o complementarios. Por eso, sin gremios o asociaciones de los diferentes colectivos sociales, basadas en reglas de juego y esfuerzos compartidos, ¡no hay paraíso!; ni somos nadie, porque tanto los individuos como los grupos existen y tienen valor en la medida que existen como referentes el uno del otro, como dos polos de una díada; no por separado.-
@joseagilyepes