Testimonios

Centenario de Ernestina Salcedo Pisani

Bendita sean, Ernestina, tus manos que escribieron tantas bellezas y tantas verdades sobre las ficciones y las profundidades literarias

Horacio Biord Castillo:

Vivimos tiempos de terror, tiempos de infierno, como los ha llamado alguien. La zozobra, la incertidumbre, la inseguridad, en muchos campos y no solamente en el de la seguridad como un concepto geopolítico de tranquilidad o paz social, amenazan al ser humano. Todo esto pudiera interpretarse como una falta de sensatez. Quizá también lo sea de alejamiento de Dios, ya sea porque es un concepto demasiado abstracto o en exceso incómodo o denigrado incluso por la prédica inadecuada. Esa falta de Dios se expresa ciertamente en la carencia de su invocación, pero también de manera absolutamente irreverente, y me atrevería a decir que maldita, al justificar en su nombre cualquier acto o sembrar terror y muerte. La falta de un sentido ético, así como los fundamentalismos de cualquier tipo, en especial el religioso, el ideológico o el político, generan un como temblor, para usar la expresión descriptiva de Mariano Picón Salas, al pensar la época actual, el futuro inmediato que espera a la humanidad. No me atrevo a decir siquiera que “nos espera” porque no sé hasta dónde llegarán mis pasos, o los de mi propia generación, en esta carrera por campos de mil formas minados.

Si de algo estoy seguro es de la importancia de la reflexión humanística, de la literatura como proyección y recreación de lo más humano, de la poesía como reafirmación de lo más estrictamente humano, de las humanidades. En este contexto, valga recordar a quienes, desde el campo de las humanidades y desde las suaves colinas de la creación literaria o su apreciación, ha invocado, a veces sin proponérselo, la paz y el amor que vienen, precisamente, de Dios. Al decir esto, digo con mucho cariño, con fuerte convicción y una emoción profunda, el nombre de Ernestina Salcedo Pisani, de quien hoy, 25 de febrero de 2025, se cumple el centenario de su nacimiento.

Bendita sean, Ernestina, tus manos que escribieron tantas bellezas y tantas verdades sobre las ficciones y las profundidades literarias. Benditas sean, Ernestina, tus palabras que siempre llenaron de contento y paz a tus contertulios. Bendita sea, Ernestina, la estela que dejaste en tu familia, en tus amigos y colegas, en tus discípulos. Como refiere el evangelista, Ernestina, también “benditos sean los pechos que te amamantaron” (Lc 11, 27) e hicieron posible el legado que nos dejaste.

Ernestina Salcedo Pisani nació en San Cristóbal de Torondoy (estado Mérida) el 25 de febrero de 1925. Murió en Caracas el 11 de enero de 2012, cuando la Academia Venezolana de la Lengua, que la acababa de elegir, el 5 de diciembre de 2011, individuo de número para el sillón letra C, vacante por el fallecimiento de doña Carmen Mannarino, esperaba ansiosa la incorporación de una numeraria que la Academia necesitaba como prueba del honroso decir que “honrar, honra”. Como muchas personas señalaron entonces, no era Ernestina quien, plena de méritos, necesitaba a la Academia, sino que la Academia, siempre en la necesidad de valores intelectuales, literarios y morales precisaba a Ernestina como modelo intelectual y ético, como cimiento de bondad.

Como dijo Martí al morir Cecilio Acosta, “Estudiar sus virtudes e imitarlas es el único homenaje grato a las grandes naturalezas y digno de ellas”. Por ello, el centenario de Ernestina viene a ser la oportunidad para, en el contexto mundial de angustia que vivimos, en el contexto venezolano de excesiva polarización y agresión a la institucionalidad, Ernestina, se convierte en la voz que convoca, en el recuerdo que une y en la obra que fertiliza y estimula.

Ernestina se graduó de profesora de Castellano, Literatura y Latín en el Instituto Pedagógico de Caracas, donde luego ejercería funciones docentes. En 1971, en la universidad complutense de Madrid, recibió su doctorado en Filología. Durante largos años se desempeñó como profesora de Literatura Española en la Escuela de Letras de la Universidad Católica Andrés Bello, donde tuve la dicha inmensa de ser su alumno. Más tarde Ernestina cursó estudios de Teología en el Instituto de Teología para Religiosos, asociado a la UCAB, por ese afán de encontrase con Dios y trascender.

Entre sus obras nos dejó la que fue su tesis doctoral en España Manuel Felipe Rugeles, poeta de la montaña y de los niños (1978), Miguel de Unamuno: la existencia como agonía y como compromiso (1979), Una lectura del Quijote desde la visión manierista (1982), César Rengifo: la propuesta humanizada (1983), El antiguo Pedagógico, un viejo lar que se resiste a desaparecer (1985) y dos hermosos libros narrativos Nol (1976) que nos habla de la tierra natal, la niñez y los afectos familiares y Yaubrala, homenaje a España (1977) que nos dice en relatos breves la emoción de un estudiante de doctorado en España y los recuerdos de la literatura hispánica y de la literatura venezolana, de las realidades de España y de Venezuela.

Ernestina Salcedo Pisani sigue viva en el afecto de quienes la conocimos, de quienes fuimos iluminados por su palabra sabia y arrolladora y de quienes en ella buscamos la certeza de la trascendencia. Ernestina, sin duda, constituye un modelo para esta Venezuela tan necesitada de ejemplos a seguir. Niebla e iris de los Andes, luz de Venezuela, fuego de hogar y mujer creyente, bendita sea, Ernestina, tu sublime cántico de cien años.-

 

San Antonio de Los Altos, Gulima,

a 25 de febrero de 2025 (25/02/2025)

 

Horacio Biord Castillo

Escritor, investigador y profesor universitario

Contacto y comentarios: hbiordrcl@gmail.com

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