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El método PRAY: 5 pasos para ayudar a rezar a la generación adolescente más deprimida de la historia

«Rezar juntos pidiendo ayuda puede causar una gran impresión en el adolescente», asegura J. P. Soucy

Como ministro diocesano de jóvenes en Pittsburgh, escritor, padre y evangelizador, Jonah Paul Soucy conoce las dificultades que enfrentan vitalmente los jóvenes y adolescentes de hoy. Ya sean las presiones de la vida moderna o el nivel de estrés inédito hasta la fecha son elementos que contribuyen a crear “una generación más ansiosa y deprimida que cualquier otra”. Hasta el punto de que ni si quiera las redes, para muchos una vía de escape o de conexión, pueden paliar sus sentimientos de aislamiento y soledad, según Soucy mayores que en generaciones previas.

Con una situación vital en que las amenazas a su integridad personal, moral y espiritual son más fuertes y precoces, Jonah remarca que enseñar a rezar a los jóvenes tiene más importancia si cabe que en otros momentos: no solo supone “entrar en su mundo”, sino también ayudarles a conectarse con Dios y darles las herramientas para alcanzar la “vida en abundancia” prometida en el Evangelio y que el mundo hoy rechaza.

En su último artículo para Catholic Exchange, Soucy ha profundizado en esta cuestión y ha elaborado un listado de ideas dirigido a padres, catequistas y formadores que buscan enseñar a sus hijos o encomendados adolescentes a rezar.

1º Para enseñar a rezar hay que rezar

Para el evangelizador de la diócesis, lo primero que debe comprenderse a la hora de enseñar a rezar es que quien lo hace no puede ofrecer lo que no tiene. “Si queremos dar fruto y formar discípulos, debemos reservarnos tiempo para orar y llenarnos nosotros mismos”, comenta.

2º Empatizar y comprender a los jóvenes a los que enseñar

También para antes de comenzar a enseñar a rezar a los adolescentes se llama a comprenderles. Hablando de los adolescentes, Soucy llama a entender la etapa en que se encuentran, aceptar su importancia y aceptar que los adolescentes actúan como adolescentes, por lo que es importante hallar el equilibrio de “no tratarles como a niños pero al mismo tiempo no poner expectativas demasiado altas”.

“A menudo tienen mucha energía, por lo que comenzar con una hora santa en silencio puede no ser el mejor comienzo, aunque los adolescentes tienen una capacidad increíble para lo sagrado y para encontrarse con Dios”, comenta.

Un joven rezando con un adulto.

«Si quieres que un joven te escuche, debes encontrar formas de demostrarles que solo buscas lo mejor para ellos», dice Jonah Paul Soucy.

3º Atender las necesidades emocionales y espirituales del adolescente

Por su experiencia, también sabe que para ser realmente eficaces a la hora de enseñarles a rezar es importante atender sus necesidades emocionales y espirituales.

Al adolescente no le importa lo que sabes hasta que es consciente de que él significa algo para ti. Necesita una comunidad y personas en sus vidas que les demuestren que se preocupan por ellos. Si quieres que un joven te escuche, debes encontrar formas de demostrarles que solo buscas lo mejor para ellos”.

4º Enseñar a rezar frente a enseñar cómo rezar: el método PRAY

Solo entonces, en cuarto lugar, será posible enseñar a rezar. Y al llegar aquí hay varias opciones, como es memorizar oraciones conocidas como el rosario o la coronilla de la Divina Misericordia o enseñar a rezar espontáneamente, desde el interior del alma. Aunque la primera modalidad es importante, Soucy aboga por dar una mayor importancia a la “oración mental”, cuyo proceso describe como dirigirse a Dios desde nuestro corazón, expresando la oración en voz alta de diferentes formas, pudiendo ser de alabanza, acción de gracias, arrepentimiento, petición o intercesión.

En este punto desarrolla su método “PRAY”, cuyas iniciales en español hacen referencia a Alabar, Arrepentirse, Pedir y Rendirse (Praise, Repentance, Ask y Yield):

• Comenzamos alabando a Dios y dándole gracias por las bendiciones que tenemos en la vida. Siempre digo a los adolescentes que, cuando no se les ocurran más cosas por las que están agradecidos, dediquen unos minutos a pensar en algunas más.

• A partir de ahí, meditamos sobre el día anterior y nos arrepentimos pidiéndole a Dios que nos perdone por cualquier mal que hayamos cometido y hacemos propósitos para hacerlo mejor la próxima vez. Si es necesario, agendamos cuando nos iremos a confesar.

• Después le pedimos a Dios que nos ayude a suplir nuestras necesidades espirituales y materiales, junto con las de otros que nos vengan a la cabeza.

• Finalmente, nos rendimos a la voz y presencia de Dios preguntándole qué quiere sanar en nosotros, cómo nos está llamando a profundizar nuestra relación con Él o cómo nos está llamando a crecer como hijos o hijas de Dios. A partir de ahí, descansamos en silencio en Su presencia y confiamos en que Él nos escucha y abrimos nuestro corazón a cualquier inspiración que Dios nos “hable”.

5º Rezar juntos, mostrarles que también los adultos dependen de Dios

En último lugar, se remarca la importancia de ser un modelo de oración ante los adolescentes, hijos o alumnos, especialmente ante una mayor o menos dificultad, como puede ser un examen, un partido importante o una situación en el colegio que les genere inquietud.

“Entonces le pedimos juntos a Dios que los llene de paz y hacemos juntos una oración rápida pidiendo que Dios ayude en esa situación. Hacerlo es una gran manera de dar un ejemplo a los jóvenes. Incluso una situación tensa o conflicto en el hogar puede ser una oportunidad para crecer y pedir a Dios que nos de un espíritu de reconciliación. Como padres, pedir perdón cuando perdemos los estribos y rezar juntos pidiendo ayuda puede causar una gran impresión en los hijos: saben que no somos perfectos, y al hacerles ver que nosotros también dependemos de Dios, les ayudamos a ver que no tienen que ser perfectos”.

A modo de conclusión, reitera su llamado insistiendo en que “pase lo que pase, no te rindas”: “Permanece en oración, reza por los jóvenes y sigue compartiendo con ellos el don de la oración. Los apóstoles enfrentaron rechazo, incluso persecución. Podemos experimentar lo mismo en este proceso de aprendizaje. Es difícil, pero no es solo en beneficio de tu salvación, sino también para la suya misma”, finaliza.-

J.M.C.

/ReL

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