¿A quiénes se te parece?
El nuevo líder carismático es parte del deterioro de las instituciones, dada la incapacidad de éstas para cumplir lo que prometieron

José Antonio Gil Yepes:
El nuevo líder carismático es parte del deterioro de las instituciones, dada la incapacidad de éstas para cumplir lo que prometieron.
Rechaza el sistema social existente, considerándolo corrupto o incapaz.
Propone un cambio radical como respuesta a las injusticias o deficiencias percibidas.
Articula una visión utópica y motiva a las personas a unirse al movimiento.
Debido a su naturaleza transformadora, enfrenta resistencia de los sectores conservadores ya establecidos.
Antes de ganar aceptación, es objeto de escepticismo y rechazo.
Dice que va a salvar a la mayoría.
Lo cual implica que sus seguidores son incapaces de salvarse a sí mismos.
Tiene un carisma excepcional. La atracción del líder carismático está basada en emociones, más que razones. Por eso es inútil razonar para convencer que puede hacer daño; hay que esperar que se desgaste ante sus seguidores.
Exhibe una tendencia al autoengrandecimiento y a creer en su infalibilidad.
Utiliza promesas grandilocuentes para cautivar a las masas. Su discurso suele ser emocional y movilizador, apelando a las frustraciones y temores de sus seguidores.
Es moralmente simplista, propone soluciones aparentemente sencillas a problemas complejos. Por ejemplo, el exceso de igualdad hace que pocos se esfuercen, mientras que el exceso de libertad abre la puerta a demasiadas desigualdades.
Polariza: Divide el mundo en términos binarios, como «correcto» e «incorrecto» o «justo» e «injusto.» Yo y mis seguidores somos los buenos; los otros son los malos.
No hay opciones intermedias. Y siempre juega a “Yo gano-Tú pierdes.”
A lo que no controla, le corta el presupuesto, lo divide, lo coopta, manipula las leyes, lo descalifica o reprime.
No acepta críticas sobre sus planes: “Conmigo o contra mí”.
Exige a sus seguidores que acaten sus directrices y éstos viven la zozobra de no saber cómo va a reaccionar el líder ante otras iniciativas; mejor es no tenerlas.
Por eso el líder “está en todo” (debe ser que no duerme).
Cuando llega, comienza por atacar de una vez, sin plantear opciones ni negociaciones por las buenas. Sus seguidores, inocentes, aplauden. No saben que el remedio puede ser peor que la enfermedad.
Ataca varios frentes a la vez, nacionales e internacionales: El juego “amigo-enemigo” por doquier.
La mayoría de quienes se le oponen caen en la provocación y le critican abiertamente. Con ello le dan palestra y con eso consolida el apoyo de quienes creen en él y alcanza notoriedad, hasta más allá de sus fronteras. Los que contraatacan temprano, antes de que se desgaste, lo hacen sin tener suficiente organización y fuerza para triunfar porque representan un pasado por ahora descalificado. Más pronto que tarde, pierden más de lo que podían haber ganado si hubieran esperado que la utopía se desgastara a sí misma.
Aunque, a veces, se repliegan: Dan dos pasos para adelante y uno para atrás.
Pero después vuelve a atacar.
Sus opositores desgastados tienden a caer en la inanición política; se dedican a sobrevivir, bajando la cabeza.
En su reciente libro Los Colmillos del Cielo, Emilio Lara analiza diversas utopías, destacando sus promesas y desengaños. Entre éstas, se encuentran: El Comunismo: Una sociedad sin clases y de bienestar, pero que, en la práctica, fue pobre y represiva. China y Vietnam tienen regímenes de partidos únicos comunistas, pero sus respectivos sistemas ya no mantienen el rasgo esencial marxista: la propiedad estatal de los bienes de producción. Todo lo contrario, son ejemplos de los milagros que puede hacer el capitalismo liberal para rescatar a los pueblos de la pobreza y movilizarlos hacia la libertad y la democracia. Ya verán. El Nazismo: Presentado como una utopía racial y nacionalista, derivó en una tragedia histórica. Los Anabaptistas de Münster intentaron establecer una comunidad ideal teocrática en esa ciudad alemana. Pero esto incluía la poligamia y la redistribución forzada de bienes, lo que generó una coalición de fuerzas católicas y protestantes que tomó la ciudad y los líderes anabaptistas fueron ejecutados. Las misiones jesuíticas del Paraguay, la única utopía que ha logrado perdurar dos siglos, XVI y XVII. El comunismo ruso sólo duró 74 años, desde 1917 hasta 1991. La Unión Soviética colapsó plagada de problemas económicos, políticos, sociales y de corrupción.
Pocas sociedades han llegado a ser tan ilustradas como para asumir que hay que buscar soluciones intermedias, negociadas y estables; en las que la igualdad y la libertad puedan convivir; como es el caso de Europa del Norte, Japón, Australia y Nueva Zelanda. La mayoría de los pueblos no son ilustrados y prefieren simplismos. Por eso sus sistemas político-económicos no dejan de oscilar dando bandazos entre “soluciones” extremas que nunca resuelven. Y esos “bandazos” son liderados por dirigentes autoritarios. El autoritarismo es la peor enfermedad de cualquier orden social, sea económico-político nacional, empresarial, sindical, partidista, religioso, educacional, vecinal, familiar o hacia uno mismo.-
@joseagilyepes