Vaticano emite decreto sobre regulación de las intenciones de la misa que entra en vigor en Pascua 2025
Uno de los cambios más notables se refiere a las llamadas «intenciones colectivas», en las que varios fieles ofrecen estipendios para ser incluidos en una sola Misa

El Vaticano ha emitido un nuevo conjunto de normas que redefinen la gestión de las intenciones de misa y las ofrendas asociadas por parte de los sacerdotes católicos. Aprobado por el Papa Francisco el Domingo de Ramos y con entrada en vigor prevista para la Pascua, el 20 de abril de 2025, el decreto supone la actualización más significativa de estas prácticas en más de tres décadas. E
l documento, emitido por el Dicasterio para el Clero, sustituye la instrucción «Mos Iugiter» de 1991 y refleja la creciente preocupación por la mala interpretación —y en algunos casos, el mal uso— de los estipendios de misa en diócesis de todo el mundo. Si bien reafirma el principio fundamental de que los sacerdotes pueden recibir ofrendas por celebrar misas con intenciones específicas, el decreto introduce directrices más estrictas destinadas a reforzar la transparencia, salvaguardar la intención del donante y proteger la santidad de la Eucaristía para que no se considere una transacción. Uno de los cambios más notables se refiere a las llamadas «intenciones colectivas», en las que varios fieles ofrecen estipendios para ser incluidos en una sola Misa.
Las normas actualizadas permiten estas prácticas bajo estrictas condiciones: cada donante debe ser claramente informado y debe dar su consentimiento explícito e individual. Cualquier suposición de consentimiento, advierte el decreto, no solo es incorrecta, sino fundamentalmente inválida. «El consentimiento del donante nunca puede presumirse», afirma el decreto inequívocamente. «Cuando no hay consentimiento explícito, debe entenderse que no existe». Tras este lenguaje firme se esconde una preocupación pastoral: mantener la pureza de la práctica sacramental en una época donde la línea entre devoción y donación a veces se ha difuminado.
El decreto reitera firmemente que cualquier mercantilización de los actos sacramentales constituye simonía (la compra o venta ilícita de bienes espirituales) y es condenada. El cardenal Lazzaro You Heung-sik, prefecto del Dicasterio, describió el decreto como el resultado de un proceso global de escucha y discernimiento, que incluyó consultas con clérigos, obispos y laicos de diversos contextos pastorales. Una preocupación clave, explicó, fue cómo abordar el creciente número de intenciones de misa en regiones con una grave escasez de sacerdotes, sin menoscabar la dignidad espiritual de cada ofrenda. Para ello, el decreto también introduce un mecanismo de solidaridad eclesial: los obispos pueden transferir las intenciones sobrantes a parroquias o territorios misioneros con menos solicitudes y mayor capacidad.
Esto no solo garantiza que se cumplan las intenciones, sino que también fortalece la unidad de la Iglesia al redistribuir las responsabilidades espirituales donde más se necesitan. Las directrices también subrayan que las misas prometidas deben celebrarse genuinamente, no solo mencionarse. Una práctica común, pero problemática —hacer referencia breve a una intención durante una liturgia o una celebración de la Palabra— ahora está explícitamente prohibida, y cualquier solicitud o aceptación de estipendios en tales contextos se considera “gravemente ilícita”, lo que amerita recursos disciplinarios o penales.
Además, se insta a los sacerdotes a prestar especial atención a los pobres. La recomendación, arraigada en el Derecho Canónico, de que la Eucaristía se celebre por los fieles —en particular por los más necesitados— incluso en ausencia de estipendio, se reafirma ahora con renovada fuerza. “Los sacramentos nunca deben negarse por causa de la pobreza”, insiste el decreto.
Tras estas regulaciones se esconde una misión espiritual más profunda. Si bien ofrecer una misa por un ser querido o por una intención ha sido desde hace mucho tiempo una querida tradición católica, esta práctica se ha enfrentado cada vez más a desafíos administrativos y tensiones éticas, especialmente a medida que cambian las realidades pastorales.
Al aclarar qué es y qué no es aceptable, la Iglesia espera restaurar tanto la coherencia pastoral como el pleno peso teológico de la Eucaristía como acto de comunión, no de comercio.
El decreto instruye a los obispos a garantizar que se mantengan registros adecuados de cada misa, intención y estipendio, y a que tanto sacerdotes como fieles reciban formación sobre la distinción entre la auténtica aplicación sacramental y la conmemoración informal.
El objetivo es un cambio cultural —de la suposición a la responsabilidad, y de la confusión a la claridad— en uno de los aspectos más espiritualmente íntimos de la vida católica. En definitiva, la medida del Vaticano señala un replanteamiento de la misa como no solo un rito, sino un don: dado libremente, ofrecido sagradamente y nunca a la venta.-
(ZENIT Noticias / Roma, 14.04.2025)