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Francisco y los presos

Tuvo la oportunidad de llamar la atención sobre las condiciones deplorables de las detenciones, sobre el ejercicio arbitrario del poder y sobre la crueldad de las prisiones denominadas de “máxima seguridad”

 

Alberto Arteaga Sánchez:

 

El jueves santo, 16 de abril, el Papa Francisco, en lugar del tradicional lavatorio de los pies, esta vez, en la despedida de su fecundo pontificado, quiso reunirse con los presos de la cárcel Regina Coeli.

En una prisión, que evoca los padecimientos del encierro, del hacinamiento y de la soledad, características de la pena de privación de libertad, Francisco compartió sus últimos momentos con los presos y sus custodios.

Sin duda, con este gesto, dejó plasmado su mensaje y su legado: la cercanía de los pobres, la presencia de los descartados y el apoyo a los más débiles.

Al igual que con otros temas sociales, Francisco planteó, en toda su crudeza, la tragedia de la prisión, como “anticipo de la pena a ser impuesta”, destacó el problema de los presos sin sentencia, el “uso indebido de los destacamentos militares y de policía” como lugares de detención y, en definitiva, el drama de los “reclusos sin juicio” o sin debido proceso.

De la misma manera, tuvo la oportunidad de llamar la atención sobre las condiciones deplorables de las detenciones, sobre el ejercicio arbitrario del poder y sobre la crueldad de las prisiones denominadas de “máxima seguridad”.

Todos estos males pueden ser paliados con el reconocimiento del “primado del principio pro homine” que no es otra cosa que hacer que prevalezca “la dignidad de la persona humana sobre todas las cosas”.

Son estas, las advertencias y denuncias de este gran Papa sobre las penas y la persecución penal.

También Francisco, al hacer referencia a los delitos  que constituyen el comportamiento o el objeto de la sanción penal, llamó la atención sobre los hechos punibles más graves, entre los cuales está la corrupción, “un mal más grande que el pecado”, convertida en “un estado personal y social relacionado con la costumbre y una práctica habitual en las transacciones comerciales y financieras, en los contratos públicos y en toda negociación que implique agentes del Estado”, constituyéndose en “la victoria de las apariencias  sobre la realidad y de la desfachatez impúdica sobre la discreción respetable”.

Asimismo, para completar su acertada aproximación penalistica, concluyó advirtiendo sobre la selectividad de la sanción penal que, en definitiva, es “como una red que captura solo a los peces pequeños, mientras deja a los grandes libres en el mar”.

Todas estas consideraciones se condensan en un discurso a una delegación de la Asociación Internacional de Derecho Penal en 2014;   pero ahora, al final de sus días, con su visita a la cárcel Regina Coeli, no como un apéndice, sino como un leiv motiv de su pontificado jesuita y de su predicación franciscana, nos confió con toda sencillez que estaba preparado para el interrogatorio del Dios de la Misericordia encarnado en los enfermos y en los presos, en los pobres, en los marginados, a los que había dedicado su ministerio y por los que había pedido una oración, desde el mismo balcón en el que nos dio su última bendición  Urbi et Orbi.-

abril 2025

Anexamos la nota sobre la mencionada visita del Papa el pasado 17 de abril, en medio de su fragilidad,  a los presos de la cárcel Regina Coeli:

https://www.aciprensa.com/noticias/112603/el-amor-del-papa-francisco-por-los-presos-duro-hasta-el-final

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