Francisco de Asís, el Papa y don Mario
Ambos, Francisco y don Mario tuvieron enorme debilidad por la juventud. Los dos querían que los jóvenes aprendieran de sus errores y fueran corajudos y valientes, amigos del desprendimiento de las riquezas materiales y amantes del trabajo y la solidaridad. Con corazones que soñaran en la historia y más allá, con visión de eternidad

Beatríz Briceño Picón:
Si hoy pudiera recibir la musa de don Mario o del primo-tío Mariano Picón Salas, para exaltar la memoria de Francisco, don Mario y el poverello de Asís, compartiría de forma brillante con amigos y conocidos, mi recuerdo emocionado de esos tres hombres tan cercanos a mi corazón. Tres nombres que han estado anudados en mis entrañas a lo largo de estos últimos doce años para mi paz y nuestro bien. Pero me conformaré con lo que Dios me sople al oído y sin pensarlo mucho.
Podría hacer un ensayo recreando testimonios y entresacando enseñanzas, de cómo los tres nos mostraron las dulzuras de un Cristo callejero, sin prisa, pero sin pausas: misericordioso, asequible a todos, desprendido de lo material, sediento de justicia y fraternidad. Un Cristo que vino a rescatarnos de la ceguera del individualismo, del materialismo, del consumismo y de tan atroces desviaciones de la verdad, el bien y la belleza.
El trabajo de ingreso de papá a la Academia de la Lengua, el año 1932, versó sobre Franciscanismo y pseudo franciscanismo, y a lo largo de todo ese gran periodo posterior encontramos su enorme devoción por el poverello y sus alabanzas a la naturaleza, la sencillez, el hermano sol y la hermana luna, que tuvieron su cenit en Asís, el verano de 1954. Tras las huellas de San Francisco se titula su ensayo recogido en el libro Saldo, donde se guardan páginas de esos días, de gran compromiso con su fe y amor cristianos. Tres días estuvimos papá, mamá y yo en Asís; en alguna ocasión he contado lo que esas horas significaron en mi propia conversión. Hoy se unen en mi cabeza Francisco y Clara, Carlos Acutis y nuestro Papa difunto, tantos franciscanos y capuchinos en el camino de la vida, el Padre Cesáreo de Armellada, el Padre Pío y el Padre Santos, las hermanas franciscanas del Sagrado Corazón y tantísimos más.
Uno de los aspectos de la vida de papá que más me ayudó a acercarme al Papa Francisco y a comprender las injustas acusaciones que se le hicieron de comunista, fue leer las obras de ambos y comprender que solo querían que saliéramos de un catolicismo acomodado y profundizáramos en la caridad, el perdón y la misericordia.
El atentado criminal que sufrió don Mario, a las puertas de una iglesia de Madrid, por parte de esbirros de la Seguridad Nacional de Venezuela el año 1954, se debió a su predica anti capitalista y católica que muchos hicieron creer que era una expresión de marxismo. El “marxismo” de un terciario franciscano, de misa y comunión diaria, admirador de José Gregorio Hernández y, por supuesto, adalid de la doctrina social de la Iglesia. Un “comunismo” poco común como el de nuestro Papa argentino.
Ambos, Francisco y don Mario tuvieron enorme debilidad por la juventud. Los dos querían que los jóvenes aprendieran de sus errores y fueran corajudos y valientes, amigos del desprendimiento de las riquezas materiales y amantes del trabajo y la solidaridad. Con corazones que soñaran en la historia y más allá, con visión de eternidad.
En su breve ensayo sobre la Crisis de la Caridad, en el Caballo de Ledesma, don Mario dejó un legado apenas aprovechado. Como muestran algunas líneas tomadas al azar: Sólo la caridad puede transformar el presente y preparar la mañanera aparición de la justicia (…) y hay crisis de la caridad porque hay crisis de espiritualidad (…) Y Cristo, el Cristo de la caridad inacabable, sube un nuevo calvario para proteger a estos marxistas equivocados (…) cultura de diagnosis materialista que se empeña en ser confundida con la cultura cristiana. Cristo no tiene nada que hacer con quienes le niegan en el corazón, así carguen su nombre colgado de los labios.
El futuro primer santo de Venezuela, JGH, como buen católico de su época, tenía una gran devoción al Corazón de Jesús. Igual don Mario quien murió precisamente un primer viernes de junio y el Papa Francisco, cuya última Carta encíclica Dilexit nos está dedicada a exaltar y recorrer la historia de esa devoción, fuente de misericordia y de vida nueva. Con qué cariño y fuerza recordó que lo más importante que podríamos hacer, en la actividad evangelizadora, es pedir porque todos cambiemos nuestros pobres corazones por el de Jesús. El mundo se renovará y se salvará cuando todos, o al menos muchos, logremos ese cambio que es el más importante de todos. Su último Mensaje Urbi et Orbe va por esa línea y subrayó una vez más que nunca será la guerra la que solucione los conflictos entre naciones.
Podríamos llenar el mundo de impresiones personales sobre lo que nos está moviendo la marcha del primer Papa latinoamericano. Ojalá que el domingo de la Misericordia, fin de este gran día pascual, junto a la alegría de la Resurrección sigamos viviendo el duelo por la desaparición de un sucesor de Pedro que quiso despertarnos de nuevo y nos invitó a caminar sobre las huellas de su ternura, de su confianza y de su preocupación por quienes más necesitan de nosotros, de nuestra fraternidad, nuestro servicio y nuestra alegría.
Ante el corazón de Cristo, pido al Señor que una vez más tenga compasión de esta tierra herida, que el quiso habitar como uno de nosotros. Que derrame los tesoros de su luz y de su amor, para que nuestro mundo que sobrevive entre las guerras, los desequilibrios socioeconómicos, el consumismo y el uso antihumano de la tecnología, pueda recuperar lo más importante y necesario: el corazón. Seguro que Francisco repetirá muchas veces esa petición ahora que está en la presencia de Dios. Dilexit nos, nos amó Jesús, con amor misericordioso y nos amó el Papa que hoy enterramos, con la locura divina de San Francisco de Asís. No se nos pide vivir la pobreza franciscana, porque la mayoría somos laicos que viven en medio del mundo, pero sí se nos urge a vivir la secularidad, que tiene que ver con el compromiso de Jesús en todas las circunstancias de nuestra vida en la sociedad, donde no cabe ni la frivolidad, ni la vanidad, ni la impudicia, ni el egoísmo. Pero donde se espera la sencillez de las almas grandes, sobrias, generosas, abnegadas, que inspiran y alientan a trabajar sin cansancio por el bien común, como el Papa Francisco y como tantos santos que le precedieron e iluminaron los caminos de la tierra renovando la esperanza cada día.-
Beatriz Briceño Picón
Humanista y Periodista