Francisco: un hijo del Concilio que lo madura y avanza

Rafael Luciani, teólogo venezolano:
Tres ejes del magisterio de Francisco
A lo largo del pontificado de Francisco pueden identificarse tres ejes interconectados. El primero, eclesiológico, está conformado por Evangelii gaudium (2013), la Conmemoración de los 50 años de la institución del Sínodo de los Obispos (2015) y Episcopalis Communio (2018). Se profundiza en la eclesiología del Pueblo de Dios y encuentra una sistematización sólida en el documento de la Comisión Teológica Internacional sobre La sinodalidad en la vida y misión de la Iglesia (2018). Su expresión más plena se alcanza en el Sínodo sobre la sinodalidad (2021–2028), del que emerge la definición de la Iglesia como constitutivamente sinodal, asumida por Francisco como parte de su magisterio ordinario en el Documento Final (2024).
El segundo eje, social, está compuesto por Laudato Si’ (2015), Querida Amazonia (2019), Fratelli Tutti (2020) y Laudate Deum (2023). Estos textos impulsan una conversión integral que abarca lo ecológico (el grito de la tierra), lo social (el grito de los pobres) y lo político (autoritarismos y populismos). Destaca una valorización de los pueblos y sus culturas como lugares de auténtica revelación de Dios. En este eje, la opción por los pobres adquiere un carácter estructural para toda la Iglesia, incluso orientando su geopolítica pastoral. El tercer eje, de índole socio-religiosa, incluye el Documento sobre la Fraternidad Humana (2019) y el capítulo VIII de Fratelli Tutti, donde se proyecta una apertura al diálogo interreligioso. En conjunto, los tres ejes delinean una Iglesia que no solo evangeliza, sino que también se deja evangelizar; que no solo escucha, sino que aprende de lo escuchado, y en el horizonte de una Iglesia mundial y culturalmente policéntrica.
En el contexto de una recepción madurada del Concilio
Francisco asumió el Vaticano II como un Concilio de reforma. El 9 de noviembre de 2013 (Santa Marta), habló de una Ecclesia semper reformanda, en continuidad con Juan XXIII (aggiornamento) y Pablo VI (renovatio ecclesiae). Pocos días después, expresó su forma de recibir el Concilio en Evangelii Gaudium, su texto programático. Desde el inicio, mostró sus raíces latinoamericanas, especialmente en la teología del Pueblo de Dios y en la recepción de las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano. Un ejemplo es la noción de conversión pastoral, tomada de la Conferencia de Santo Domingo (1992), que significa una revisión de «la praxis personal y comunitaria, las relaciones de igualdad y de autoridad, y las estructuras y dinamismos» (SD 30); y de Aparecida (2007), que llamó a realizar «reformas espirituales, pastorales e institucionales» (Ap 367), especialmente para que «los laicos participen del discernimiento, la toma de decisiones, la planificación y la ejecución» (Ap 371) de la misión eclesial. Años después, el Documento para la Etapa Continental del Sínodo de la Sinodalidad recogerá la tarea impulsada por Francisco: “caminar juntos como Pueblo de Dios requiere que reconozcamos la necesidad de una conversión continua, individual y comunitaria. En el plano institucional y pastoral, esta conversión se traduce en una reforma igualmente permanente de la Iglesia, de sus estructuras y de su estilo, siguiendo las huellas del impulso al aggiornamento continuo, legado precioso que nos ha dejado el Concilio Vaticano II” (DEC 101).
De una «nueva» a una «ulterior» fase en la recepción del Vaticano II
Iniciado su pontificado, Francisco afirmará que «ser Iglesia es ser Pueblo de Dios» (EG 114), abriendo el camino para profundizar la hermenéutica propuesta por los padres conciliares en la secuencia de los capítulos de Lumen Gentium: Misterio de la Iglesia (cap. 1), Pueblo de Dios (cap. 2) y Jerarquía (cap. 3). Este orden superaba una visión piramidal de tres sujetos eclesiales distintos —Papa, obispos y Pueblo de Dios— para afirmar, en cambio, una visión orgánica de la Iglesia como un único Pueblo, donde “los Pastores y los demás fieles están vinculados entre sí por recíproca necesidad” (LG 32). Francisco, hijo del Concilio, asume este punto de partida y abre una nueva fase en su recepción. Su primera bendición Urbi et Orbi, el 13 de marzo de 2013, marca ese inicio: «comenzamos este camino: Obispo y pueblo». Estas palabras se vuelven su primer gesto en la Plaza de San Pedro: «antes que el Obispo bendiga al pueblo, os pido que vosotros recéis para que el Señor me bendiga». Paradójicamente, su pontificado comienza pidiendo la bendición del Pueblo de Dios y concluirá otorgándola a ese mismo Pueblo, reunido en San Pedro.
La búsqueda de formas para que «obispos y pueblo» caminen juntos conduce a una fase “ulterior” en la recepción del Concilio, que profundiza y madura la “nueva fase” inaugurada en 2013. En este proceso va emergiendo la figura de una Iglesia constitutivamente sinodal, donde todos sus miembros gozan de igual dignidad bautismal. En este contexto de la eclesiología del Pueblo de Dios (Documento Final 31), Francisco dirá que “el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio” (50º aniversario del Sínodo de los Obispos, 2015), y explica a la Diócesis de Roma que “el tema de la sinodalidad no es el capítulo de un tratado de eclesiología, y menos aún una moda, no es un slogan o un nuevo término a usar e instrumentalizar en nuestros encuentros. La sinodalidad expresa la naturaleza de la Iglesia, su forma, su estilo y su misión” (18 de septiembre de 2021). Hoy, el Sínodo sobre la sinodalidad ha alcanzado una comprensión de que la sinodalidad, vivida entre obispos y demás fieles, “implica reunirse en asamblea en los diferentes niveles de la vida eclesial, la escucha recíproca, el diálogo, el discernimiento comunitario, llegar a un consenso como expresión de la presencia de Cristo en el Espíritu y la toma de decisiones en una corresponsabilidad diferenciada. En esta línea entendemos mejor lo que significa que la sinodalidad sea una dimensión constitutiva de la Iglesia” (Documento Final 28).
Conclusión
Esta fase «ulterior» en la recepción del Concilio representa un kairós, un tiempo que está configurando una nueva figura de Iglesia. Asistimos a su inicio, pero el verdadero desafío será consolidarla. La sinodalización de toda la Iglesia no puede reducirse a un simple aggiornamento; exigirá una nueva creación que avance la maduración conciliar impulsada por Francisco.-
Imagen referencial: Celam, 2013