La relevancia perenne de santo Tomás de Aquino
En lugar de contribuir a las polémicas del momento, busquemos la ayuda del Aquinate para buscar las verdades perennes, pues al hacerlo veremos que su relevancia sigue vigente hoy en día

Michael P. Krom, desde Chile:
Es posible que el pontificado del primer Papa de las Américas será recordado, entre otras cosas, por las controversias que surgieron a partir de algunas de sus palabras y acciones. No sólo ocurrió con algún desliz informal frente al micrófono de un periodista, sino también en ocasiones pasó con declaraciones preparadas: a menudo la opinión pública ha recibido sus palabras como si algún aspecto de la doctrina de la Iglesia debería ser reconsiderado, que era el momento de la hermenéutica de la ruptura, en lugar de la hermenéutica de la continuidad. Sin embargo, el propio Papa Francisco tuvo cuidado de distanciarse de estas voces, optando en su lugar por hablar en términos de una teología pastoral que aplicaba las enseñanzas perennes de la Iglesia a las nuevas realidades.
Durante una de las muchas visitas del papa Francisco a Sudamérica, se defendió de sus críticos afirmando que “la moral de Amoris Laetitia es tomista, la moral del gran Tomás”. Más allá de las grandes polémicas generadas en este aspecto, el hecho de que invocara la autoridad del Aquinate es lo que nos interesa aquí. Incluso el papa que parece más novedoso en sus enseñanzas hace eco de las palabras de sus predecesores: quienes quieran pensar con la mente de la Iglesia deben reconocer la relevancia perenne de Santo Tomás de Aquino. En este primer sentido, el Aquinate es relevante para nosotros porque proporciona los principios fundamentales y la terminología que guían la Doctrina Social Católica. Hay que basarse en su teología filosófica para interpretar correctamente la doctrina de la Iglesia. Sin embargo, leer a Tomás sólo por esta razón sería malinterpretar fundamentalmente por qué la Iglesia sigue confiando en su pensamiento, y también no responder a quienes piensan que ha llegado el momento de romper con el pasado: santo Tomás no es el principal maestro de la Iglesia porque sea central en la tradición, es central en la tradición porque es Su principal maestro.
Una segunda razón por la que el Aquinate sigue siendo relevante es que su síntesis de fe y razón es preeminente. A pesar de los 750 años que nos separan, estamos unidos a él cuando nos sentamos a sus pies y aprendemos las verdades intemporales que descubrió. La Verdad, aunque no siempre esté de moda, siempre es pertinente, porque nos hace libres. Quienes tienen al Aquinate como maestro reciben no sólo un cuerpo organizado de doctrinas, sino también una disciplina mental que les permite separar la verdad del error en su búsqueda continua de la Sabiduría. Como dijo San Juan Pablo II, el Aquinate es “un maestro del pensamiento y un modelo de la manera correcta de hacer teología”.
En tercer lugar, el Aquinate es relevante para nosotros hoy porque necesitamos una guía segura para navegar a través de las escuelas de pensamiento que compiten entre sí y que buscan nuestra lealtad. La fe busca la comprensión y, a menos que arraiguemos nuestra búsqueda en un enfoque filosófico adecuado, acabaremos en la incomprensión. El Aquinate no sólo proporciona el fundamento realista necesario para explorar nuestra fe como un don de conocimiento, sino que también nos ayuda a ver que cualquier duda de que la Verdad pueda conocerse puede superarse haciendo distinciones cuidadosas.
Por último, el compromiso intelectual con quienes no comparten la fe requiere el cultivo de la razón. El Aquinate desentierra aquellas verdades fundamentales que pueden ser conocidas sólo por la razón y que proporcionan un terreno común para creyentes y no creyentes. Al compartir la comprensión de algún aspecto de la Verdad con otras personas de buena voluntad, podemos formar amistades que se convierten en la base para dar testimonio de la fe que no puede probarse por sí misma. En el Aquinate vemos cómo la audacia de creernos liberados por la Verdad va unida a la humildad: podemos probar ciertos preámbulos de la fe, pero las verdades de la fe no se pueden probar, aunque podamos demostrar que no son contrarias a la razón.
Las controversias que hemos visto en ciertos medios durante el actual papado han puesto aún más de manifiesto que llegar a una comprensión adecuada de la doctrina de la Iglesia no es tarea fácil. En lugar de contribuir a las polémicas del momento, busquemos la ayuda del Aquinate para buscar las verdades perennes, pues al hacerlo veremos que su relevancia sigue vigente hoy en día.-
Fuente: VivaChile.org