«Catalina de Siena sería hoy la gran ‘influencer’ de la Iglesia, hasta el Papa quedaba deslumbrado»
Sor Teresa Cadarso publica ¡Yo quiero! Pasión de Santa Catalina de Siena (Ed. San Pablo)

Solo cuatro de los treinta y seis doctores que tiene la Iglesia son mujeres. De esas cuatro, solo hay una que no fue monja ni vivió en un convento: Santa Catalina de Siena.
Patrona de Europa y de Italia, Catalina en ocasiones ha estado arrinconada entre una multitud de grandes nombres que son propuestos en la Iglesia como modelos de santidad. Algo que convierte a esta terciaria dominica en una figura muy interesante, un tanto enigmática y digna de redescubrir.
Para resaltar la valiosa voz de esta mujer valiente, decidida, combativa pero, a la vez, mística, caritativa y, sobre todo, santa, se acaba de publicar un atractivo libro titulado ¡Yo quiero! Pasión de Santa Catalina de Siena (Ed. San Pablo).
«Un apasionante y sorprendente recorrido biográfico de Santa Catalina, que se narra en estas líneas jalonado con sus escritos, ofreciendo al lector una fuente de conocimiento de su vida e historia de la mano de su espiritualidad y doctrina», se dice en la contraportada del libro.
Su autora es sor Teresa de Jesús Cadarso Mateos (1993), monja dominica del Real Monasterio de Santo Domingo de Guzmán de Caleruega (Burgos, España), casa natal de Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores.
Sor Teresa ha estudiado en profundidad la historia y la espiritualidad de los dominicos, y compagina su vocación de contemplativa con la escritura. Colabora periódicamente en el blog La Llama y, en 2021, publicó su primer libro Domingo de Guzmán. Entre el silencio y la Palabra (Edibesa).
-¿Cómo nace tu devoción por Santa Catalina de Siena?
-Leyéndola. No le tenía ninguna devoción porque lo que había oído de ella me parecía demasiado raro. Aquello de que era una santa para admirar y no para imitar, me parecía que ya lo decía todo.
-¿Qué aspectos de su vida inspiraron tu vocación?
-Al empezar a conocerla me interesó mucho la relación entre la valentía y la humildad. Parece que una persona que se atreva a predicar la Verdad tiene que ser prepotente. Y es al contrario. En la vida de Catalina se aprecia esta lucha. Ella misma se resiste a hablar y tiene miedo de su propia vanidad, pero es Dios quien la llama a ponerse sobre el candelero.

«¡Yo quiero! Pasión de Santa Catalina de Siena» (Ed. San Pablo).
-¿Y por qué un libro sobre una santa tan «peculiar»?
-Me pidieron unos artículos sobre la oración en Santa Catalina de Siena para la revista Magnificat. Los hice respondiendo a una petición, con mas dudas que ilusión, y descubrí un tesoro con un enorme potencial.
-¿Qué se va a encontrar el lector en este libro?
-La grandeza de Dios, su originalidad. Se van a encontrar con una persona y toda la riqueza humana de Catalina. Su historia, el contexto, las voces expertas en ella de autores antiguos y contemporáneos, pero también, y esto es algo que desde el principio sentí que debía ofrecerse, se van a encontrar con ella, con sus palabras, con sus cartas. Es difícil acceder a sus escritos y en este libro podrán leerla a ella directamente.
-Y, entrando en materia… ¿qué mensaje de Catalina sigue siendo urgente para la Iglesia y para el mundo de hoy?
-El amor gratuito de Dios. La Gracia. Es muy curioso cómo se da en ella, por un lado la exigencia de una vida radical, porque no se conforma con mediocridades y, al mismo tiempo, la conciencia de que todo es Gracia. Que es Dios quien actúa en ella y que sus obras no son el resultado de su esfuerzo o una forma de comprar la salvación. Para Catalina todo lo recibimos del costado abierto de Cristo.
-¿Cuál dirías que es su espiritualidad particular?
-Siguiendo en la línea de lo que acabamos de señalar, Catalina utiliza con demasiada frecuencia la imagen de la Sangre. Para ella, es la expresión del amor de Dios sin medida. El derroche y la gratuidad absoluta. La misericordia en definitiva.
»Otro mensaje central de Catalina es la doctrina de la celda del conocimiento. Como madre espiritual de una familia de discípulos, ella ha ido madurando en un proceso y esa misma experiencia es la que intenta inculcar en sus hijos espirituales.
»Insiste en que el cristiano debe habitar en el conocimiento de sí mismo. Y solo ahí podrá descubrir el Amor de Dios que le ha creado. Si no nos conociéramos, caeríamos en la presunción de quien piensa que se merece este amor. Y si nos quedáramos en la introspección de uno mismo, podríamos hundirnos. Porque lo impresionante es que Dios crea, elige y ama esta poca cosa que somos nosotros.
-Dices que Dios está «dentro» de nosotros…
-Más que «dentro», como si pudiéramos señalar un lugar, está en nosotros. Por la Cruz, Cristo nos ha abierto el Cielo, que es vivir en Dios. Y por el bautismo estamos habitados por esta Presencia. Lo que pasa es que a veces vivimos tan fuera de nosotros mismos que, aunque Dios esté en y con nosotros, vivimos como si no estuviera. Santa Catalina no se queda en una espiritualidad autorreferencial: yo, conmigo. Sino que insiste en que nos conozcamos para descubrir en nuestra verdad la Verdad del Amor de Dios.
-¿Cómo de importante fue su contexto vital para convertirse luego en lo que fue?
-Fundamental. No hay santidad sin contexto porque no hay vida sin cuerpo. La santidad, como nuestra espiritualidad, es encarnada. Son inseparables. Luego se puede sacar su enseñanza y su vida de lo concreto porque, de hecho, sigue siendo muy válido para el siglo XXI, pero todas las vidas de los santos son un camino en un tiempo y en un lugar determinado en los que la persona deja que Dios se haga presente a través de sí misma.

La autora, en su monasterio de Caleruega (Burgos), casa natal de Santo Domingo de Guzmán.Diario de la Ribera
-Leyéndola… ¿cuál sería su anécdota más interesante?
-Toda su vida es una sucesión de anécdotas increíbles y muy singulares. El lector curioso va a disfrutar de la originalidad de esta biografía. Para mí, la noche en que está de paso en Génova, volviendo de Aviñón, y aparece en la casa en que se aloja un clérigo que pide ver a Catalina. Cuando entra en su habitación ella reconoce en aquel desconocido al mismísimo Gregorio XI que vuelve a dudar sobre el regreso a Roma y, además, tiene a sus cardenales en contra de la decisión.
»Que todo un Papa de la Iglesia acuda de incógnito a buscar a esta mujer, ya dice mucho. Pero aun más impresionante es que salga de allí decidido a volver, a pesar de todo lo que tiene en contra. ¡Qué fuerza de convicción tendría que tener Santa Catalina! Catalina de Siena sería hoy, sin duda, la gran influencer de la Iglesia, hasta el Papa quedaba deslumbrado.
-Además de una mujer «valiente» era una gran mística… ¿la mística ha muerto? ¿o sigue teniendo cabida en la Iglesia?
-La mística no puede morir. El libro comienza con la famosa frase de Rahner. O somos místicos o no somos cristianos. Otra cosa es lo que se ha entendido por mística. Como si todo se redujera a fenómenos sobrenaturales y espectaculares.
»El místico es el que vive habitado por Dios y por eso su mirada, los ojos con los que observa la realidad, pueden captar con profundidad. No es que cambie la realidad o viva en un mundo paralelo, sino que tiene una mirada distinta capaz de ver desde la mirada y la bondad de Dios.
»El místico tiene los pies en la tierra y las manos enfangadas. La Madre Teresa de Calcuta era una mística y solo porque era una mística pudo dar su vida por los más pobres. Hemos enfrentado a los místicos con los misioneros, cuando no se puede ser una cosa sin lo otro. El verdadero místico sale constantemente de sí mismo.
-¿Qué modelo de mujer es Catalina? ¿representaría a esa «rebeldía femenina»?
-Santa Catalina es una ejemplo evidente de la capacidad creadora que tiene el amor. Ese es el verdadero feminismo. Ella prefirió la valentía, la obediencia, la pureza y el sacrificio. La mujer inventa y proyecta más allá de lo establecido porque el amor le urge dentro de sí. La reivindicación no es lo esencial ni lo primero.
»No tiene ningún interés en romper moldes o afán de hacerse admirar. Ella ama sin medida y por eso rompe los moldes. A veces incluso a su pesar. Se mantiene a la escucha de Dios y por eso innova en su ser mujer en la Iglesia. Porque el Espíritu es la eterna novedad. Pero no es una cuestión humana ni un proyecto que nazca de ella.

Casa natal de Santa Catalina en Siena (Italia).
-¿Cuál debe ser el papel de la mujer en la Iglesia… según la vida de Santa Catalina?
-La santidad. Ser mujer u hombre no impide al cristiano aspirar a la santidad. Cada uno tendrá su camino, pero no hay atajos por pertenecer a uno u otro sexo. Amar y matar el egoísmo. Lo haremos de diversa forma y con vocaciones concretas y cada uno tendrá su camino, pero la exortación continua de Catalina es a amar y a refugiarse en el costado de Cristo, y ahí no hay discriminación.
-¿Y el papel de los laicos? Como terciaria que era…
-Es un misterio del Espíritu el que Catalina no se metiera monja. Sin duda que hubo unos motivos circunstanciales, porque al final ella vive los tres votos religiosos, sin tener por qué. Pero al mismo tiempo pienso que es una cuestión más allá del contexto. Era necesario que fuera laica, que estuviera en el mundo, que recorriera la Toscana y parte de Europa. Que enseñara a los cristianos que podemos estar en medio de los quehaceres y vivir la intimidad con Dios. Que no hay que encerrarse en un convento para ser mística.
-Acabamos de recibir a León XIV… para ella, el Papa tuvo siempre mucha importancia… ¿no?
-Santa Catalina es una hija de la Iglesia, defensora y fiel incluso cuando estaba formada por hombres y mujeres pecadores, con heridas graves, con escándalos dolorosos. Ella demuestra que la fidelidad es algo mucho más profundo que la respuesta proporcionada a los merecimientos personales.
»A veces miramos en la Iglesia las heridas que nos provocamos unos con otros y dejamos de sentirnos identificados, nos avergonzamos… La vida de Catalina es el ejemplo de que el amor a la Iglesia, al Papa, a cada creyente es algo mucho más profundo que la simple opinión, el gusto, la ideología o el partido.

Sor Teresa es monja dominica en la casa natal de Santo Domingo.dominicos
-Ahora que ya eres «experta» en Santa Catalina… si pudieras tener una conversación con ella, ¿qué le dirías?
-Le preguntaría por su soledad. Pienso que a pesar de tener esa familia de discípulos, de ser una mujer influyente y de movilizar a tantos… se debió de sentir muy sola, humanamente hablando, porque los éxitos no dan la felicidad. Le preguntaría cómo experimentar esa unión con Dios en medio de la soledad que todos sufrimos de una u otra manera.
-Y, ¿a una joven de hoy que esté buscando modelos de santidad?
-Que no deje que la rutina, los formalismos, o la mediocridad que puede observar a su alrededor, le apaguen esa inquietud. Que no se conforme con menos que una vida entregada sin reservas.
-Pero… ¿la santidad implica siempre «radicalidad»?
-Sí, claro. Otra cosa es lo que se entienda por radicalidad. La RAE tiene hasta 10 acepciones para el término radical. La santidad implica radicalidad en el sentido de totalidad. Porque no se puede servir a dos señores. Hay que optar. Y cuando se opta por Cristo se renuncia al resto de señores. Y a uno mismo, sobre todo. Si lo que se quiere decir con radicalidad es vivir en el extremo, creo que no. Hay una santidad escondida en el término medio, en la zona más discreta. Y hay extremismos que tienen más de búsqueda de uno mismo que de santidad.
-Por cierto, ¿Catalina sería una «santa de la puerta de al lado»?
-En parte creo que no, porque no es un perfil muy habitual. Sería mentira si dijéramos que es una mujer normal. Pero por eso mismo diría también que sí, porque en todo vecindario siempre tenemos una inquilina original. Así que Catalina es la santa peculiar que completa el vecindario que es la Iglesia. Así estamos todos. Cada uno con nuestro perfil: más normal o más extravagante, todos somos necesarios.
-¿Qué te gustaría que los lectores sintieran al terminar el libro?
-Que, como ella, se atrevieran a desear: ¡Yo quiero! Quiero ser santo, quiero dar mi vida por Cristo y por su Iglesia, quiero que mi vida sea una predicación del Evangelio.-
Pie de foto: Sor Teresa ha profundizado durante años en la historia de la orden dominica, a la que pertenecía Catalina.dominicos