Susana Raffalli: 11 niños venezolanos de cada 100 evaluados presentan desnutrición de moderada a severa
La emergencia humanitaria venezolana ha entrado en fase de subregistro y olvido, alerta Susana Raffalli. Advierte que las emergencias enconadas se instalan «en una nación sin pronósticos» y eso conlleva a una situación de fatiga

La crisis humanitaria en Venezuela no se ha superado por más que no se hable sobre el tema. Esto lo subraya Susana Raffalli, nutricionista especializada en gestión de la seguridad alimentaria, en emergencias humanitarias y riesgo de desastres. Eso sí, lamenta, ha entrado en una peligrosa fase de subregistro y olvido sin soluciones a la vista.
En materia de desnutrición, precisa Raffalli, se mejoraron los índices registrados en los años 2017 y 2018 debido a que también mejoró el abastecimiento, entre otros factores; pero aclara que todavía las cifras son consistentes con una crisis de salud pública: entre 10 y 12 niños por cada 100 evaluados presentan desnutrición de moderada a severa. La realidad también alcanza a mujeres embarazadas o en periodo de lactancia.
En entrevista con Efecto Cocuyo confesó también estar en una especie de duelo por el voto, ante la alta abstención reportada en el proceso electoral del 25 de mayo. Tiene la convicción que es un “derecho cívico superior” sobre el cual no deberíamos retroceder. En este aspecto le preocupa las intenciones de la reforma constitucional que, no duda, se dirige a la imposición de un “Estado comunal”.
-En materia de nutrición, ¿cómo estamos en Venezuela en estos momentos?
-He trabajado en un seguimiento continuo de un pedacito de la desnutrición, no toda la desnutrición del país. Cuando digo una fracción es porque se lleva un monitoreo en menores de 5 años y en mujeres embarazadas y en periodo de lactancia. Eso no es representativo del país, solo de poblaciones muy empobrecidas. Tampoco es representativo de otros grupos de edad, pero igual son un buen indicador de la situación humanitaria.
-La situación ahora está un poco peor que cuando empezamos los refuerzos humanitarios hace nueve o diez años, pero los índices son mejores que los que teníamos en 2017 y 2018, cuando hubo una situación crítica. Estamos mejor que ese umbral de gravedad que alcanzamos, pero no hemos visto que ha bajado de los niveles de cuando la situación ameritó que saliera un mecanismo de respuesta humanitaria.
-Es decir, los niveles de nutrición infantil todavía son consistentes con una crisis de salud pública por su significado en términos de la cantidad de niños que están así y de la severidad de su daño nutricional. Estamos encontrando niños con desnutrición aguda, moderada y severa, aproximadamente entre 10 y 12 niños por cada 100 que evaluamos. El umbral de salud pública por debajo del cual no hay que preocuparse porque la situación es manejable es de 5% y estamos por el doble del umbral.
-En 2017 teníamos 14%, pero esa mejoría es incipiente y no ha sido suficiente. Eso genera una enorme vulnerabilidad, la desnutrición que tienen esos niños pueden ser la causa de 60% o 70% de las enfermedades que padecen.
-¿A qué se debe esa mejora de la que habla?
-Estamos mejor que en 2017 en términos nutricionales. Estábamos registrando en algunos estados y regiones del país niveles de desnutrición de una emergencia franca, incontestable, eso no lo volvimos a ver más. Pero, repito, los niveles que tenemos ahorita son todavía consistentes con una crisis.
-La desnutrición descansa sobre un tripoide de tres patas: la alimentación, el cuidado y la salud y el saneamiento. Y la alimentación mejoró, no en calidad; mejoró en el abastecimiento, ya se conseguía qué comer, pero en 2017 ni siquiera se conseguía.
-Luego hemos visto que la desnutrición sigue el mismo ritmo y tendencia que el valor de la moneda; es decir, hay una dependencia enorme del ingreso en divisas, ya puedes abrir cuentas de banco en dólares, el que peor está en una ciudad – a nivel rural es diferente- y hace una actividad informal puede regresar a su casa con un dólar o dos. La dolarización de facto y permitida mejoró un poquito el poder adquisitivo alimentario.
-De hecho, eso está hasta registrado en las estadísticas de las Naciones Unidas. Cuando la FAO te dice el porcentaje de población con hambre, te está dando una relación de la cantidad de alimentos que hay disponible para que todos comamos y eso mejoró relativamente. Ya no somos nueve millones de personas en situación de hambre o de subalimentación, sino cinco millones; casi la mitad.
-Ahora, ¿que eso merece una medalla? No, porque decir que un país como este, con la frontera agrícola que tiene y los recursos, tiene cinco millones de personas subalimentadas todavía es devastador. Esa mejoría no llega a compensar ni llega a ser un impulso suficiente para tener niveles que uno dijera que son nuevamente adecuados y lo que me temo es que la nutrición no va a mejorar, ni que haya buenos salarios, ni alimentos por todas partes, hasta que no mejoren el acceso a agua potable y el acceso a salud.
Los hijos del mal comer y las CLAP
-¿Qué nos puede decir de la desnutrición crónica?
-No solamente nos estamos encontrando con la desnutrición aguda del hambre reciente, de la delgadez, que tiene un carácter humanitario, porque si no se atiende el niño se muere en pocas semanas, sino que ha comenzado a subir de manera sostenida y alarmante la desnutrición crónica.
-Esa desnutrición crónica no refleja un hambre actual, reciente pero sí una alimentación incompleta. Nos referimos a los niños pequeños que presentan fallas en el crecimiento, no son muy delgados, no se ven demasiado deteriorados, pero tardan en crecer. Se ven más pequeños para la edad que tienen, un niño o niña de 11 años pero que se ve de cinco. Pero detrás de ese retardo que detectamos hay un retardo cognitivo muy seguramente que deriva en un rezago social.
-Es algo en lo que ya redundo, que raya en lo aburrido, pero es algo que desde que lo comenzamos a decir se pudo haber prevenido esta cronicidad. Esa niña, ese niño que llega a nuestros servicios de nutrición ya con retardo del crecimiento ya viene con talla baja. En 80 u 85% de los casos no están delgados, por lo tanto no entran en el programa de auxilio humanitario, porque solo atienden a los niños que se pueden morir por desnutrición aguda.
-Entonces es un niño que se queda desprovisto de atención humanitaria y difícilmente se puede hacer algo por él. Esto es extraordinariamente grave para el futuro del país. Yo puedo decir, para estructurar bien la cifra, que entre 25% y 30% de los niños que vienen a Cáritas, de cada 10 niños que vienen a los servicios de nutrición, entre 3 y 4 ya tienen retardo del crecimiento.
-Son los hijos del mal comer, son muchachitos que han crecido comiendo los carbohidratos de la caja Clap, con muy poco acceso a proteínas y a una alimentación de buena calidad. Y los más grandes de ellos tienen al menos tres o cuatro ingresos en nuestro programa. Es decir, es un niño que hizo desnutrición aguda, se puso delgadito, se llegó a poner muy grave, lo asistimos, se recupera con nosotros o lo ingresamos a un hospital para que se le haga un monitoreo allí, pero vuelve a los seis u ocho meses.
-¿Qué implica esto para el futuro del país?
-Después de 3, 4 y 6 recaídas, si eso ocurre en los primeros 2 años de vida, llegas a la edad escolar con un retraso de crecimiento enorme, porque ha pasado mucho tiempo con una privación nutricional y una dieta incompleta. Esto lo lamentamos muchísimo, porque no solamente es la expresión de la pobreza de esa familia y de ese niño, es la expresión de la pobreza de los programas sociales.
-Los programas sociales aquí están muy bien estructurados, tienen una buena cobertura, están no solamente sistematizados, sino automatizados. Los bonos, los carnets, en términos de la plataforma, funcionan extraordinariamente, yo lo celebro, pero luego en los detalles se pierde el efecto potencial que pudieran tener porque son alimentos subsidiados de muy mala calidad. Nunca se sabe lo que viene en una caja, un mes te puede venir una cosa, después la bolsa puede no venir en tres meses y después puede venir otro producto.
-Y nunca se pensó que fuera un conjunto de alimentos subsidiados que llenaran las necesidades de los niños, de las niñas, de las mujeres embarazadas. Seguimos teniendo las desnutriciones agudas y niveles consistentes con una crisis de salud pública, de carácter humanitario, con una cantidad enorme de niños que se pueden morir por eso.
-Esto le va a costar al país dentro de 20 años al menos 17-20% de su PIB, porque es un capital humano que crece con pocas capacidades.
-¿Cómo está la situación con las mujeres embarazadas o en periodo de lactancia?
-Nos están viniendo aproximadamente 20% a 25% de las mujeres embarazadas y que están dando lactancia materna con déficit nutricional. Las estadísticas que he revisado de Naciones Unidas también para la anemia son impresionantes: 3 de cada 10 mujeres en Venezuela viven con anemia. Eso es pavoroso, vivir con anemia es no tener capacidad de trabajo, no poder estar alerta, que te pese la vida.
-Y si entras en un embarazo así, es bastante seguro que vas a tener un niño o una niña con problemas de nutrición, ya nacen así. Aproximadamente 70% de ese riesgo nutricional en las mujeres embarazadas que vemos se concentran en las niñas con embarazo precoz. El riesgo nutricional en ellas es tres veces el de las mujeres con un embarazo en una edad en rango.
-Esa mujer anémica va a concebir y va a parir una niña con desnutrición. Ya nacen con retardo de crecimiento intrauterino, entonces, cuesta mucho salir de ahí.
-¿Cuál es el alcance del programa de alimentación Clap y cómo evalúa la calidad de sus productos?
-La gente no vive de eso porque ya estuviera muerta, porque viene y después no viene en tres meses, pero la cobertura es impresionante. En las encuestas que nosotros llevamos, el CLAP llega a 80%, 89% de las personas que entrevistamos, tiene una cobertura geográfica envidiable. Pero su frecuencia de distribución es incierta, no es constante cada mes.
-Y la calidad de los alimentos que vienen no es buena. Es una alimentación muy alta en carbohidratos, en harinas, en grasas. Tienen alimentos de muy poco valor nutricional, con la excepción de la Nutrichicha, que fue todo un puntazo incluirla porque es un alimento fortificado, pero ponen una papeleta de 250 gramos para una familia de cinco personas. Eso dura dos días y no la vuelves a ver en tres meses.
-Este es el primer país que yo he visto que el Estado subsidia alimentos nocivos. Meter una mortadela en una caja CLAP es lo último que un Estado con enfoque sanitario de salud pública pudiera hacer. Lula, en Brasil, firmó hace pocos meses el decreto por el cual se prohibía a las propias oficinas gubernamentales subsidiar despensas alimentarias con alimentos microprocesados.
-No me da pena decir que yo me he leído dos veces un libro que se llama El Pensamiento Alimentario de Hugo Chávez, ojalá hubiéramos seguido lo que dice ahí. Fue aquella época en la que pidió que le diseñaran un sistema capilar que llegara a todas partes con mercalitos y pdvalitos, en los que las personas pudieran con un carnet de la patria y con una billetera electrónica ir a comprar lo que quisieran.
-Las cajas Clap hay que recogerlas y darle la posibilidad a las personas de comprar sus alimentos en sus mercalitos y en sus pdvalitos. Eso hay que desmontarlo y pasarse a un sistema de subsidios de alimentos por transferencias monetarias, que las personas puedan volver a tener el albedrío de comer lo que quieren.
Crisis olvidada
-Ante lo prolongado de la crisis en el tiempo, usted en una oportunidad expresó que tenía el temor de que se dejara de hablar de emergencia humanitaria sin haberse superado. ¿Siente que eso está pasando?
-Absolutamente y eso no se anticipó porque yo fuera una pitonisa, sino porque ese es el ciclo natural de todas las emergencias prolongadas. Más que prolongadas se las llama enconadas. Ahí se instalan en una nación sin pronósticos y eso conlleva a una situación de fatiga. Algunos dicen, pero es que una emergencia dura poco, pero es que se usa el término emergencia no porque sea urgente, siempre es urgente, pero puede durar dos años, tres o cinco.
-Se denomina emergencia porque alcanza una escala poblacional y una intensidad de daño que es difícil de manejar por parte de los que están a cargo, que dicen esto es una emergencia, necesito ayuda para atender esto. Y se dice humanitaria porque el daño que está causando puede provocar una muerte, puede costar una vida.
-Hay una fatiga de los medios de comunicación, por eso yo aprecio cada vez que un medio se interesa por seguir reportando cómo estamos y por dar visibilidad a eso. También se fatigan y se cansan del asunto humanitario las agencias de cooperación, los organismos donantes.
-Yo sigo los pronósticos humanitarios del planeta cada mes de noviembre, para el año siguiente, y Venezuela estuvo apareciendo entre 2016 y 2020 entre las grandes crisis humanitarias del mundo. Desde 2021 desaparecimos de ese radar, de los mapas e índices mundiales del hambre y la desnutrición, lo que es un sinsentido porque no puedes tener el país como una de las diez peores crisis humanitarias del planeta en 2019 y al año siguiente decir que no hay datos.
-Luego comienza un subregistro, no se habla de ello, no se publica, no se hace un esfuerzo por recopilar la información que se tiene visible; me refiero incluso a agencias internacionales muy grandes y muy sólidas que se han instalado en el país y ya no se hacen eco de lo que sucede aquí. Entonces, el ciclo natural es el de siempre, pasas de una emergencia de instalación súbita, que no lo fue, aquí siempre fue instalación lenta, a ser una crisis prolongada, sin pronóstico, para ser una crisis subregistrada de la que no se habla y finalmente desemboca en una crisis olvidada.
-¿Qué pasa luego del olvido?
-Yo pudiera asegurar que estamos transitando entre los dos últimos momentos: entre el subregistro y el olvido, y es que así están varios países del planeta ¿Cómo luce eso? Hay mucha gente que dice, bueno pero si sigue habiendo una crisis humanitaria, ¿por qué uno no ve los muertos en la calle? Yo respondo que luce como una población extraordinariamente desigual, que por un lado tiene unos estándares de vida fabulosos, y, por el otro, contingentes de población que no tienen para cumplir sus necesidades humanitarias básicas, de las que depende su vida, no tienen suficiente agua, alimento.
–Hay incluso un índice del olvido. Se compone por el número de organizaciones de cooperación que están brindando ayudas, por el número de veces que el país es mencionado en los medios de comunicación como una crisis humanitaria y por el volumen de financiamiento internacional que viene como ayuda y las tres van en picada en Venezuela. El financiamiento es ahora menos de 30% del que fue en 2023 o menos de 60% del que fue en 2019, cuando empezó el mecanismo.
-Ya no aparecemos en los pronósticos humanitarios y el número de organizaciones que están brindando ayuda se está dividiendo aceleradamente. También influye la reducción importante del espacio cívico para trabajar en Venezuela producto de leyes y regulaciones aprobadas.
-¿Cómo se ha visto afectada esa labor a partir de la aprobación de la ley contra las ONG?
-La labor se ha restringido un poco, pero yo te pudiera decir que más por el recorte enorme que hubo por parte de los fondos de cooperación de la agencia norteamericana USAID. Pero hay otras que han comenzado como a recoger un poco sus programas, porque no pueden afrontar las regulaciones que se están manejando en este momento.
-La ley tiene regulaciones que yo te pudiera decir que tiene algunos aspectos que si las organizaciones pueden manejarlos, gestionarlos, ganan un montón en capacidades, en rendición de cuentas, transparencia, pero que es dificilísimo cumplir con esos requisitos. Y no me refiero a que las están aplastando, sino a cosas sencillas como presentar tus libros contables desde el momento que nació la organización, pero automatizados, con estos softwares que llevan sistemas contables, al parecer, el más barato de ellos cuesta 2.000 dólares, pero una organización pequeña no puede afrontar eso.
-Estamos asistiendo ahorita a una constricción importante de los programas de ayuda por varios de estos factores, pero yo me atrevería a decir que el principal es por una disminución de la franja de financiamiento de la cooperación internacional.
-¿Y cómo quedan esos grupos atendidos por esas organizaciones si ya no están?
-Quedan en la nada. Son poblaciones que quedan allí a merced de los programas sociales del Estado, de un bono, de un combo de proteínas, y es lamentable. Y si disminuyen los fondos todavía más, y queda solo el 10% de la financiación, aumenta la cantidad de personas con necesidades humanitarias.
-Que haya una disminución de la ayuda humanitaria no significa que entonces las personas con necesidades humanitarias que antes eran 7 millones, ahora son 14, no, posiblemente puedan seguir siendo los mismos 7 millones, pero con muchas menos personas que les den atención.
Duelo por el voto
-¿Cómo ve en estos momentos la situación del país a diez meses de las elecciones presidenciales? ¿Optimista o pesimista?
-Yo soy optimista porque venimos de momentos mucho peores. Pienso que tuvimos la suficiente garra y deseos de continuar hacia adelante como para salir de esa crisis terrible de 2016 y 2018. Y después superamos incluso la pandemia. Hemos superado momentos en los que la competitividad política lleva a una competitividad social inmanejable en las calles y eso también ha mejorado un poco.
-Y diría también que el tejido social, a pesar de que reconozco que han disminuido en número y en capacidad operativa, las organizaciones de la sociedad civil que siguen prestando un servicio humanitario, diría que las que quedan, son muy fuertes. Han demostrado que su mandato era ese y que aquí van a seguir, han ganado muchísimas capacidades para seguir del lado de la gente.
-Y del lado de la gente misma, también diría que registramos con muchísimo asombro y conmovidos cómo las personas han encontrado sus maneras de afrontar esto, colectivamente e individualmente. Seguimos siendo un pueblo generoso, con ganas, deseos y eso es fundamental, para seguir cursando y transitando esta situación, hasta, ojalá, momentos de más estabilidad política, económica y social.
-Ahora, esto no me deja ciega para reconocer que hay otras que han podido sobrevivir a todo esto, a través de mecanismos de destitución social tremendamente violentos y dolorosos. Que uno diga que una familia se puede sostener por una remesa, significa que es una familia que se tuvo que desmembrar para poder seguir viviendo.
-¿Hay un daño irreparable?
-También tengo que reconocer que ya hay un daño que se hizo que es irreparable. Dilapidaron cuatro de los grandes capitales del país, en términos de sus recursos no renovables.
-El primero es la infancia. Los niños con retardo de crecimiento difícilmente regresan de ahí. Tendrían que pasar a vivir en condiciones maravillosas y ese no es el caso. Logramos salvar niños, pero no se ha podido superar la maquinaria que genera el daño. Los salvamos para que sigan metidos en unos engranajes interminables de empobrecimiento y eso es irreversible.
-El segundo es el demográfico. Que un país pierda la cuarta parte de su población es una hipoteca, una bancarrota. Y el tercer capital que hemos perdido es el ambiental por la explotación minera para mantener economías ilegales. La cuarta es el tema educativo. Hay un consenso generalizado de las personas que se dedican a esto, de que la educación en Venezuela está en bancarrota. Hay una escasez tremenda de maestros y luego cualquiera puede ser maestro, se ha cambiado el sentido del pensum y de los contenidos.
-Yo sí veo muy comprometido el futuro, ni siquiera que haya un cambio y no estoy hablando de un cambio de gobierno, sino un cambio de modelo de país, del enfoque con el que se maneja. Ni siquiera viendo un cambio favorable ahorita en términos de productividad, de protección social, de salud, vamos a registrar una reversión de esta tendencia negativa en los próximos 15, 20 años. Pero, bueno, sobran testimonios de naciones que se han levantado de esto y que pueden remontar posteriormente si esto no se prolonga mucho más.
-¿Qué mensaje cree que envió la gente al no salir a votar el 25 de mayo?
-De cansancio, falta de confianza. Se le está echando toda la culpa a que la oposición llamó a la abstención y no es verdad. Si los líderes hubiesen llamado a votar, el resultado sería bastante parecido, porque ya lo que permea en toda la población es que realmente puedes ir a votar, pero no estás eligiendo. Tiene la característica de ser una votación en la que desconocemos de verdad cómo resultan elegidos algunas personas y otras no.
-Yo estoy como con un duelo por eso, porque yo creo que el voto es un derecho cívico superior, es un privilegio poder votar y que aquí quede tan poca gente que crea en eso, me da muchísimo miedo.
-¿Sobre la reforma constitucional tiene alguna preocupación en particular?
-Supuestamente teníamos una Constitución que funcionaba, yo no sé por qué esto ahora de querer cambiarla. Yo creo que el gran impulso para la reforma es pasarnos a un modelo de Estado Comunal. Sí, preocupa mucho que el resultado de una reforma constitucional vaya a llevarnos a una situación regresiva.
-¿Qué quiere decir regresiva? Es que, al reformar la Constitución, te llevas a una situación en la que pierdes derechos que ya habías ganado. Por ejemplo, el voto directo es un derecho que no se debería perder. Esperemos que los constitucionalistas, que los hay muy buenos también entre el gobierno, pues se apeguen a su conocimiento y al respeto por lo que hemos podido llegar a ser como nación.-
Efecto Cocuyo – @efectococuyo