Cultura Católica

Una “regla de vida” no es solo para monjes

Históricamente, la palabra "regla" (regula) no significaba un conjunto de leyes que obedecer, sino más bien una guía para crecer hacia el bien, como un enrejado que sostiene una vid

Parece que la mayoría de nosotros no estamos llamados al claustro. Tenemos platos que fregar, reuniones a las que asistir, hijos que criar, padres ancianos a los que cuidar. Y, sin embargo, muchas personas -religiosas o no- anhelan algo que parecen tener los monasterios: ritmo, sentido, paz. La buena noticia es que no hace falta ser monje para extraer sabiduría de la vida monástica. Una regla de vida puede servir de ancla a cualquiera que busque vivir con intención.

Históricamente, la palabra «regla» (regula) no significaba un conjunto de leyes que obedecer, sino más bien una guía para crecer hacia el bien, como un enrejado que sostiene una vid.

San Benito y su regla

Las reglas monásticas, como la de san Benito, no estaban diseñadas para sofocar la vida, sino para darle forma. Equilibraban la oración, el trabajo, la comunidad y el descanso en un patrón diario que podía vivirse fielmente durante décadas, incluso en tiempos de incertidumbre o sufrimiento.

Y mientras que los miembros de las comunidades monásticas hacen votos formales, cada uno de nosotros está llamado a discernir cómo vive su propia vocación, ya sea a través del matrimonio, la vida de soltero, la vida consagrada o algo que aún se está gestando. Desarrollar una regla de vida un tanto personal puede ayudarnos a descubrir, no solo cómo vivir, sino cómo vivir bien, de un modo que esté en consonancia con nuestra identidad y nuestros dones más profundos.

Claridad

En otras palabras: no necesitas vivir en un monasterio para vivir con claridad. No necesitas cantar los Salmos al amanecer para buscar la santidad. Pero sí necesitas un ritmo, una forma de vida que te mantenga conectado a tierra cuando se multiplican las distracciones o aparece el cansancio. Una regla de vida te ayuda a decir sí a lo que importa y no a lo que no importa, no solo en situaciones de emergencia, sino todos los días.

El lema de San Benito, ora et labora -orar y trabajar- habla de esto. Su Regla no separaba lo sagrado de lo ordinario. Cuidar el huerto, preparar la comida, atender a los huéspedes: todo formaba parte de la misma vida de oración. También para nosotros, el trabajo, el descanso y las relaciones pueden ser modelados por la gracia, si los abordamos intencionadamente.

Regla de vida

Algunas personas imaginan que una regla de vida debe ser elaborada o intensamente espiritual. En realidad, puede ser bastante sencilla, o comenzar con la adopción de algunos hábitos regulares. Con el tiempo, estos ritmos se convierten en formativos. Revelan nuestro temperamento espiritual único y nuestros carismas: lo que nos da vida y cómo estamos llamados a dar vida a los demás.

El Catecismo nos recuerda que «la oración y la vida cristiana son inseparables» (CIC 2745). Una regla de vida honra esa conexión. No se trata de hacer más, sino de hacer lo que importa, con un propósito y siguiendo la invitación de Dios.

De hecho, todos vivimos según alguna regla, aunque no le hayamos puesto nombre. La pregunta es: ¿nos está convirtiendo en la persona que estamos destinados a ser? Tanto si eres estudiante, padre, jubilado o recién convertido, hay una regla de vida para ti. No para impresionar a nadie. No para escapar del mundo. Sino para vivir en él, anclado, despierto y vivo.-

Daniel Esparza – publicado el 17/06/25-Aleteia.org

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