El Papa

León XIV pide a los gobernantes «superar la inaceptable desproporción entre la riqueza poseída por unos pocos y la pobreza excesiva»

"Este desequilibrio genera situaciones de injusticia permanente, que fácilmente desembocan en la violencia y en la guerra"

«La acción política ha sido definida, con razón, «la forma más alta de caridad» (Pío XI, Discurso a la Federación Universitaria Católica Italiana, 18 de diciembre de 1927)»

 

«La ley natural, universalmente válida más allá y por encima de otras convicciones de carácter más discutible, constituye la brújula que nos orienta a la hora de legislar y actuar, en particular en cuestiones éticas delicadas»

 

«La Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada y proclamada por las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, forma parte ya del patrimonio cultural de la humanidad»

 

«La vida personal vale mucho más que un algoritmo y las relaciones sociales necesitan espacios humanos muy superiores a los esquemas limitados que cualquier máquina sin alma puede preestablecer»

 

Bien común, ley natural y atención a la IA. Ésas son las tres tareas que el Papa León XIV marcó a los políticos, especialmente a los gobernantes en la audiencia que les concedió con motivo de su jubileo. El papa ha instado a los políticos del mundo a atajar la «inaceptable» desproporción entre ricos y pobres como servicio en favor de la paz social, durante una audiencia este sábado por el Jubileo de los gobernantes.

El pontífice recordó a los políticos que uno de sus «deberes» es «promover y proteger, más allá de cualquier interés particular, el bien de la comunidad, especialmente en defensa de los más débiles y marginados».

«Se trata de esforzarse para que se supere le desproporción inaceptable entre una riqueza en manos de pocos y una pobreza desmedida. Quienes viven en condiciones extremas gritan para hacer escuchar sus voces pero, a menudo, no hallan oídos dispuestos a escucharles», denunció León XIV.

Papa, con gobernantes

En este sentido, apuntó que esa desigualdad genera injusticia, lo que puede desembocar en violencia y «antes o después en el drama de la guerra».

«Una buena acción política, favoreciendo una ecua distribución de los recursos, puede ofrecer un eficaz servicio a la armonía y a la paz tanto a nivel social como en ámbito internacional», recomendó.

León XIV ha recibido esta mañana en el Palacio Apostólico a los políticos que este fin de semana participan en el Jubileo de los Gobernantes y de los Administradores, en el marco de este Año Santo.

En el encuentro estuvo presente la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, así como diputados, senadores, alcaldes, gobernadores regionales o diplomáticos llegados de 68 países.

Ante ellos, señaló como «un gran desafío» la irrupción de la Inteligencia Artificial (IA), al señalar que «será válida ayudando a la sociedad en la medida en que su uso no afecte a la identidad y la dignidad» de las personas y a sus libertades fundamentales.

«La vida personal vale mucho más que un algoritmo y las relaciones sociales necesitan espacios humanos muy superiores a las pantallas limitadas que cualquier máquina sin alma pueda confeccionar», avisó.

Papa con gobernantes

Por último, el pontífice agustino, evocando a Cicerón, recomendó a la hora de legislar por el bien común tener como punto de referencia el concepto de la ley natural, «no escrita por la mano del hombre pero reconocida como válida universalmente en todo tiempo».

«La ley natural, universalmente válida por encima de otras convicciones de carácter más opinable, constituye una brújula con la que orientarse a la hora de legislar y actuar, particularmente sobre delicadas cuestiones éticas que hoy tocan la esfera de la intimidad personal», aconsejó.

León XIV se despidió de los gobernantes citando como «ejemplo» a Tomás Moro, jurista y canciller de Enrique VIII decapitado en 1535 por no acatar la nueva iglesia anglicana.

«La valentía con la que no dudó en sacrificar su propia vida con tal de no traicionar la verdad lo hace todavía hoy, para nosotros, un mártir de la libertad y del primado de la conciencia. Que su ejemplo pueda ser para cada uno de vosotros fuente de inspiración», terminó el pontífice.

Meloni

Texto íntegro del discurso del Papa

Señora Presidenta del Consejo y Señor Presidente de la Cámara de Diputados de la República Italiana,

Señora Presidenta y Señor Secretario General de la Unión Interparlamentaria, Representantes de las Instituciones Académicas y Líderes Religiosos,

Me complace darles la bienvenida con motivo del Encuentro de la Unión Interparlamentaria Internacional, en el Jubileo de los Gobernantes y Administradores. Saludo a los miembros de las delegaciones de sesenta y ocho países. Entre ellos, un recuerdo especial para los presidentes de las respectivas instituciones parlamentarias.

La acción política ha sido definida, con razón, «la forma más alta de caridad» (Pío XI, Discurso a la Federación Universitaria Católica Italiana, 18 de diciembre de 1927). Y, en efecto, si se considera el servicio que presta a la sociedad y al bien común, aparece realmente como una obra de ese amor cristiano que nunca es una teoría, sino siempre signo y testimonio concreto de la acción de Dios en favor del hombre (cf. FRANCISCO, Carta enc. Fratelli tutti, 176-192).

Por ello, me gustaría compartir con vosotros tres consideraciones que considero importantes en el contexto cultural actual.

La primera se refiere a la tarea que se os ha confiado de promover y proteger, más allá de cualquier interés particular, el bien de la comunidad, especialmente en defensa de los más débiles y marginados. Por ejemplo, se trata de esforzarse por superar la inaceptable desproporción entre la riqueza poseída por unos pocos y la pobreza excesiva (cf. LEÓN XIII, Lett. enc. Rerum novarum, 15 de mayo de 1891, 1). Los que viven en condiciones extremas claman para que se escuche su voz y a menudo no encuentran oídos dispuestos a escucharlos. Este desequilibrio genera situaciones de injusticia permanente, que fácilmente desembocan en la violencia y, tarde o temprano, en el drama de la guerra. Una buena acción política, en cambio, al favorecer la distribución equitativa de los recursos, puede ofrecer un servicio eficaz a la armonía y a la paz, tanto en el ámbito social como en el internacional.

Papa, con gobernantes

La segunda reflexión se refiere a la libertad religiosa y al diálogo interreligioso. También en este campo, cada vez más actual, la acción política puede hacer mucho, promoviendo las condiciones para que haya una libertad religiosa efectiva y pueda desarrollarse un encuentro respetuoso y constructivo entre las diferentes comunidades religiosas. Creer en Dios, con los valores positivos que de ello se derivan, es en la vida de las personas y de las comunidades una fuente inmensa de bien y de verdad. San Agustín, a este respecto, hablaba de un paso del hombre del amor sui –el amor egoísta por sí mismo, cerrado y destructivo– al amor Dei –el amor gratuito, que tiene su raíz en Dios y que lleva al don de sí mismo–, como elemento fundamental en la construcción de la civitas Dei, es decir, de una sociedad en la que la ley fundamental es la caridad (cf. De civitate Dei, XIV, 28).

Para tener, pues, un punto de referencia unitario en la acción política, en lugar de excluir a priori, en los procesos decisionales, la consideración de lo trascendente, convendrá buscar en él lo que todos tienen en común. A tal fin, una referencia imprescindible es la ley natural, no escrita por manos humanas, pero reconocida como válida universalmente y en todo tiempo, que encuentra en la propia naturaleza su forma más plausible y convincente. Ya en la antigüedad, Cicerón fue un autorizado intérprete de esta ley, al escribir: «La ley natural es la razón recta, conforme a la naturaleza, universal, constante y eterna, que con sus mandamientos invita al deber y con sus prohibiciones aleja del mal […]. No es lícito modificar esta ley ni sustraerle ninguna parte, ni es posible abolirla por completo; ni por medio del Senado ni del pueblo podemos liberarnos de ella, ni es necesario buscar a quien la comente o la interprete. Y no habrá una ley en Roma, otra en Atenas, una ahora y otra después, sino una sola ley eterna e inmutable que gobernará a todos los pueblos en todos los tiempos» (CICERÓN, De re publica, III, 22).

La ley natural, universalmente válida más allá y por encima de otras convicciones de carácter más discutible, constituye la brújula que nos orienta a la hora de legislar y actuar, en particular en cuestiones éticas delicadas que hoy se plantean de manera mucho más apremiante que en el pasado, tocando la esfera de la intimidad personal.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada y proclamada por las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, forma parte ya del patrimonio cultural de la humanidad. Ese texto, siempre actual, puede contribuir en gran medida a situar a la persona humana, en su inviolable integridad, como fundamento de la búsqueda de la verdad, para devolver la dignidad a quienes no se sienten respetados en su intimo y en las exigencias de su conciencia.

Y llegamos a la tercera consideración. El grado de civilización alcanzado en nuestro mundo y los objetivos a los que están llamados a responder encuentran hoy un gran desafío en la inteligencia artificial. Se trata de un desarrollo que sin duda será de gran ayuda para la sociedad, en la medida en que su uso no afecte a la identidad y la dignidad de la persona humana y sus libertades fundamentales. En particular, no hay que olvidar que la inteligencia artificial tiene su función como instrumento para el bien del ser humano, no para menoscabarlo o incluso para definir su derrota. Por lo tanto, se perfila un reto considerable, que requiere mucha atención y una visión de futuro para diseñar, incluso en el contexto de nuevos escenarios, estilos de vida sanos, justos y seguros, sobre todo en beneficio de las generaciones jóvenes.

Papa, con gobernantes

La vida personal vale mucho más que un algoritmo y las relaciones sociales necesitan espacios humanos muy superiores a los esquemas limitados que cualquier máquina sin alma puede preestablecer. No olvidemos que, a pesar de ser capaz de almacenar millones de datos y ofrecer en pocos segundos respuestas a muchas preguntas, la inteligencia artificial sigue teniendo una «memoria» estática, nada comparable a la del hombre y la mujer, que es creativa, dinámica, generativa, capaz de unir el pasado, el presente y el futuro en una búsqueda viva y fecunda de sentido, con todas las implicaciones éticas y existenciales que ello conlleva (véase FRANCISCO, Discurso en la Sesión del G7 sobre Inteligencia Artificial, 14 de junio de 2024).

La política no puede ignorar una provocación de tal magnitud. Al contrario, se ve llamada a responder a tantos ciudadanos que, con razón, miran con confianza y preocupación a los retos de la nueva cultura digital.

San Juan Pablo II, con motivo del Jubileo del año 2000, señaló a los políticos a San Tomás Moro como testigo a quien mirar e intercesor bajo cuya protección poner su compromiso. En efecto, Sir Thomas More fue un hombre fiel a sus responsabilidades civiles, perfecto servidor del Estado precisamente en virtud de su fe, que le llevó a interpretar la política no como una profesión, sino como una misión para el crecimiento de la verdad y del bien. «Puso su actividad pública al servicio de la persona, especialmente de los débiles y los pobres; gestionó las controversias sociales con un exquisito sentido de la equidad; protegió a la familia y la defendió con enérgico compromiso; promovió la educación integral de la juventud» (Lett. Ap. M.P. E Sancti Thomae Mori, 31 de octubre de 2000, 4). El valor con el que no dudó en sacrificar su propia vida para no traicionar la verdad lo convierte aún hoy, para nosotros, en un mártir de la libertad y del primado de la conciencia. Que su ejemplo sea también para cada uno de vosotros fuente de inspiración y de proyectos.

Ilustres señores y señoras, les agradezco esta visita. Les deseo lo mejor en su compromiso e invoco sobre ustedes y sus seres queridos las bendiciones celestiales.-

 | RD/Efe

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