Opinión

“¡Ay de ti Corozaín, ay de ti Betzaida, ay de ti Cafarnaun!”

El no creyente en “un ser superior” para guiarnos por la ruta de la paz, pareciera no importarle hacia dónde nos conduce el mundo

Luis Beltrán Guerra:

Al “pesimismo” suele definírsele como “la creencia en que todo el estado de las cosas es el peor posible”. No sabemos, si a la luz de la racionalidad “para los más” en alguna parte del mundo y “para los menos” en su “totalidad”. Se acotan, como en aras de cooperar, tanto con el escribidor, como en lo relacionado al leyente, las apuntaciones siguientes: 1. En la vida humana los dolores superan a los placeres y los males a los bienes, 2. Toda vida es, en general, mal o dolor y 3. El mundo en su totalidad es la manifestación de una fuerza irracional, de una voluntad de vida que se desgarra y se tortura a sí misma.  Quienes conocen al que escribe, estamos seguros, de que dada nuestra manera de pensar, se inclinarían por insertarnos en la segunda categoría. Responderíamos de que tratamos de ver las cosas sin exagerar en su idealización, por lo que somos, aunque para muy pocos, “realistas”.

El titulo del ensayo propende, como fácilmente se comprendería, a considerar en qué medida las posibles conexiones entre “el pesimismo y la religión” sirvan de base a “una relación fructífera” en aras de una humanidad mejor, pues no pareciera haber dudas de las serias dificultades que en la realidad confrontamos. Pensamos que optimistas y pesimistas las comparten.

Preguntarnos, por consiguiente, ¿qué es la religión’, suena como obligatorio en tan difícil tema. Una de las más objetivas pareciera ser la respuesta que la define como “la creencia en una garantía sobrenatural ofrecida al hombre para su propia salvación y los esfuerzos para obtener o conservar esta garantía”. Pero, tengamos en cuenta, como se adiciona, que “la garantía a que apela la religión es sobrenatural, pues va más allá de los límites de nuestros propios poderes. El accionar en aquellos está rodeado de un misterio, en principio, “inescrutable”. Leemos que la relación con un ser superior suele expresársele a través de ritos, sacrificios, ceremonias y oraciones, ante lo cual en aras a un intento de averiguar ¿por qué y para qué?, la respuesta, como suele escucharse, es de que “en procura de protección” ante nuestros miedos, circunstancia que pareciera corroborar que “la religión conlleva la necesidad de contactar con el “el más allá”. Y, ¿por qué y para qué? “En procura de la salvación y la de nuestros congéneres”.

Escuchamos que las religiones postulan que el mundo y la humanidad fueron creados por una fuerza o ser superior, por lo que los sacrificios, oraciones y festivales de culto alimentan la imperativa necesidad de mantenernos apegados al poder divino. Es, por consiguiente, el camino para sentirnos protegidos y guiados, motivo para recapacitar con respecto a lo que con racionalidad se lee en el sentido de que los sagrados mandamientos y prohibiciones van dirigidos a cada uno de los individuos de la tierra.

En lo tocante al número de religiones suele expresarse: “31% cristiano, 25% musulmán, 15% ateos y agnósticos, el 15% hinduista, 5% budista y un 10% las denominadas religiones populares, aquellas que no tienen credos formales o textos sagrados”. Para la sorpresa de algunos cuantos, los judíos solo representan apenas un 0,2% de la población mundial. Dado el poder, incluyendo al militar, que Israel exhibe, no pareciera cierto. Por supuesto, hay neófitos y sabiondos. Benjamin Netanyahu, en principio, lo cuestionaría.

El no creyente en “un ser superior” para guiarnos por la ruta de la paz, pareciera no importarle hacia dónde nos conduce el mundo. Pero entendamos que no es el único, como se infiere en uno de nuestros últimos ensayos (¿Revolcón, temblor, huracán, terremoto y algo más? (Interamerican Institute for Democracy, Infoabe, PanAmpost, El Nacional, Junio 2025). Más bien, somos unos cuantos.

Las apreciaciones expuestas han de conducir a la identificación de las contradicciones en las cuales hemos incurrido de manera permanente y proseguimos, sin haberles dado la merecida importancia y muy significativamente a sus negativas consecuencias. En el contexto habrían de incluirse y en la mayoría de los supuestos, por no decir, la totalidad, de una cuota significativa de “sagacidad, astucia, perspicacia, viveza, disimulo, engaño y bastante, pero, bastante habilidad”. ¿La ingenuidad?, en muy contadas hipótesis, a pesar de que suelen ser las más sancionadas, tanto moral, como legal y judicialmente.

¿Preguntas con respecto a causas y consecuencias? No hay páginas suficientes para anotarlas, pero mucho menos si se incluyen a los protagonistas. Nos interrogamos en solitario y hasta en compañía, ¿por qué no se gobierna bien y no se legisla y administra justicia conforme a la constitución y a las leyes?. El elenco en sujetos, adjetivos, sustantivos, verbos, adverbios y hasta predicados es descomunal:1. El hambre, para Martin Caparros, “un fracaso del género humano” y la desigual distribución de la riqueza es “el principal obstáculo para el acceso a los recursos alimentarios”, 2. Las guerras, para la ONU: a) Los conflictos y la violencia se incrementan, b) Los actuales, en su mayoría, entre milicias políticas, grupos terroristas internacionales y hasta delictivos, 3. Las tensiones regionales, el desmoronamiento del “Estado de derecho”, la ausencia de instituciones estatales o su usurpación, los beneficios económicos ilícitos y la escasez de recursos, agravada por el cambio climático, se han convertido en importantes causas de conflicto, 4. La democracia, todavía deambulando entre la izquierda y la derecha y 5. Las presuntas revoluciones, de las cuales, en la mayoría de los supuestos, las que subsisten ya no saben sí son tales.

Especial importancia en este ensayo, como fácil de contactar, se ha hecho de las religiones, cuyos conflictos no han dejado de opacar a “la divinidad”, entendida como la naturaleza y esencia de Dios, esto es, aquello, como se escribe, “que lo distingue de todo lo creado y lo sitúa en un plano trascendente”.

¿Se acabará el mundo? Provoca demandar. No los preguntamos en nuestro libro “La Sociedad Justa. El Laberinto de Ifigenia Fernández” (Penguin Ramdon House Grupo Editorial, España, 2020) y casi concluimos que “si”. Hoy permítanos que reiteremos la advertencia “¡Ay de ti Corozaín, Betzaida y Cafarnaúm!” a que se refiere San Mateo (Evangelio Mt 11,20-24): “En aquel tiempo, Jesús se puso a maldecir a las ciudades de la mayoría de sus milagros, porque no se habían convertido: ¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros como en vosotras, tiempo ha que en sayal y ceniza se habrían convertido. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se han hecho en ti, aún subsistiría el día de hoy. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma que para ti”.

Y que nos dirá Jesús con respecto a los suramericanos, pues ya ha transcurrido bastante tiempo para alejarnos del mal. Pero pareciera que nos gusta abrazarlo.

El lector, a quien siempre pedimos ayuda, que por favor colabore en el análisis de temas tan complicados.-

PanamPost

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