Lecturas recomendadas

El cinturón de la verdad

Rosalía Moros de Borregales:

 

Hoy damos comienzo a esta serie de las siete piezas de la llamada Armadura de Dios. El apóstol Pablo finalizando su hermosa y profunda carta a los Efesios, en el capítulo 6, da instrucciones específicas a cada uno en los roles en la familia. Luego, los insta a buscar la fortaleza en el Señor e inmediatamente comienza a hablarles acerca de la importancia de vestirse y protegerse con toda la armadura que Dios nos ha otorgado. Con la finalidad de poder estar firmes contra las asechanzas, insidias, ataques, artimañas, trampas e intrigas del diablo (Ef. 6:11); todos estos sustantivos usados en las múltiples traducciones que podemos encontrar de las Sagradas escrituras, nos dan una visión clara sobre las intenciones del enemigo.

 

Pablo, estando encarcelado en Roma, siendo custodiado por un soldado romano, tuvo una revelación acerca de la lucha espiritual que viven los creyentes, siendo atacados constantemente por las fuerzas del mal. Al observar detalladamente cada parte de la armadura del soldado pudo trasponer cada una de sus piezas a su equivalente en el mundo espiritual. Recordemos que en otra de sus epístolas, el apóstol escribe esta afirmación: “Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados. Col. 1:12-14. Resaltamos esta frase tan contundente y trascendente para todo creyente; pues, aunque ciertamente hay luchas espirituales, estando en Cristo hemos sido librados del poder de las tinieblas y podemos vivir en el reino de Dios, refiriéndose a vivir bajo sus principios.

 

De tal manera que, para poder vivir de acuerdo a los principios de Dios, es nuestra responsabilidad ponernos la armadura espiritual diseñada para nosotros. Y la primera pieza de esta armadura es el Cinturón de la verdad: “Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad.” Ef. 6:14. En aquellos tiempos se consideraba que un soldado sin cinturón (cingulum o balteus), sencillamente se encontraba fuera de servicio. El cinturón no era un accesorio, se trataba de una pieza fundamental, cuya función era: En primer lugar, sujetar la túnica para permitir movilidad. Segundo, servía de base para enganchar la espada y algunas otras piezas. Tercero, mantenía unida la parte superior e inferior de la armadura. Cuarto, visualmente, era un símbolo de autoridad que revelaba el estado de preparación; es decir, el cinturón marcaba el paso de la inactividad a la alerta.

 

En la tradición hebrea ceñirse era señal de preparación para la acción. Cuando los israelitas celebraron la primera Pascua, se les ordenó comer con los lomos ceñidos (Ex. 12:11) “Y lo comeréis así: ceñidos vuestros lomos, vuestro calzado en vuestros pies, y vuestro bordón en vuestra mano…” Éx. 12:11. Era necesario que estuvieran listos para salir de Egipto. También en el libro del profeta Jeremías se usa esta imagen para describir parte de la preparación para la misión encomendada. “Tú, pues, ciñe tus lomos, levántate, y háblales todo cuanto te mande; no temas delante de ellos…” Jer. 1:17. Del mismo modo, Jesús mismo usa esta expresión en el evangelio de Lucas (12:35) “Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas…”

 

Dado que la verdad es el fundamento de la vida de relación, cuando nos acercamos a Dios, aunque él es omnisciente, sabe todo sobre cada uno de nosotros, Él desea que confesemos nuestra verdad. Tal como lo dice David en el Salmo 51:6 “He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.” Confesar nuestra verdad, es el primer paso para establecer comunión con Dios. Luego, en esa verdad que crea intimidad, Dios nos hace comprender sabiduría; es decir, nos revela sus estrategias divinas para la acción. Si Dios conoce nuestra verdad, entonces el cinturón está ajustado, no hay nada que quede oculto que el diablo pueda usar en nuestra contra.

 

Por otra parte, bíblicamente la verdad no es un concepto abstracto o relativo. Jesús declaró que Él es la Verdad: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” Juan 14:6. Pablo insta a los Efesios a estar firmes, a ceñir sus lomos con la verdad. Puesto que Jesús es la Verdad, no hay otra forma de estar listos, sino viviendo con la verdad de Cristo, de acuerdo a sus palabras. Así como el cinturón sujetaba y mantenía firme toda la armadura, Jesucristo sostiene la vida del creyente. La verdad no puede relativizarse a una opinión, una filosofía o creencia. La verdad es Cristo, revelada en las Sagradas escrituras. Cada una de sus palabras son el cimiento, el sostén, la piedra angular de nuestra vida espiritual.

 

Por consiguiente, ceñirse con la verdad es abrazar a Cristo y vivir según sus enseñanzas. Así, cuando soplen los vientos de engaño, la verdad es la faja que nos mantiene erguidos. Cuando las asechanzas, insidias, ataques, artimañas, trampas e intrigas del diablo caen sobre nosotros como dardos de fuego, la verdad nos mantiene fuertes. Un ejemplo contundente sobre este tema es la tentación de Jesús, en la cual la Palabra, la verdad, lo mantuvo inconmovible: “Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. Él respondió y dijo: Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra. Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios. Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás. El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían.” Mat. 4:1-11.

 

En conclusión, Jesús es la verdad. De tal manera que ceñirnos con el cinturón de la verdad implica vivir una vida de integridad delante de Dios, que Él sepa nuestra verdad. Caminar sabiendo que su Palabra es nuestra guía, la columna vertebral de nuestra fe, que alumbra nuestros pasos para vivir afirmados en la Roca eterna, Jesucristo.

 

“Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad.” Efesios 6:13-14.-

 

Rosalía Moros de Borregales.

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