El Vicariato Apostólico de Puerto Ayacucho celebra los 25 años de ministerio del primer sacerdote indígena de la Amazonía venezolana

Jesús Segovia Bastidas:
Puerto Ayacucho, Venezuela – El Vicariato Apostólico de Puerto Ayacucho se vistió de fiesta para celebrar las bodas de plata sacerdotales del Padre Jorge Aguilar, el primer sacerdote nativo de la amazonía venezolana. Una celebración de fe, de raíces y de un camino vocacional forjado con perseverancia.
La Parroquia Sagrado Corazón de Jesús, donde el Padre Aguilar ejerce actualmente, acogió la Eucaristía el 22 de julio de 2025. Un nutrido grupo de sacerdotes del clero de Amazonas, así como provenientes de Caracas, Calabozo y Punto Fijo, junto a una gran familia de religiosos y religiosas salesianos y consolatas. Pero la verdadera fuerza de la celebración radicó en la presencia de su gente: familiares, amigos y fieles de las diversas comunidades que ha tocado con su ministerio.
Uno de los momentos más significativos de la ceremonia fue un rito de purificación ancestral. Miembros de la Pastoral Indígena del Vicariato Apostólico de Puerto Ayacucho, con incienso de caraña, honraron las raíces del Padre Jorge Aguilar, uniendo la fe católica con las tradiciones de la amazonía. Un gesto que recordaba que la fe, para florecer, no necesita olvidar sus orígenes.
El Padre Douglas Buenaño, quien fuera su compañero de estudios y ahora párroco de la Basílica Menor San Pedro Apóstol de Caracas, fue el encargado de la homilía. En nombre del obispo Monseñor Jonny Reyes, sdb, el provicario Padre Giuseppe Bortoli, sdb, ofreció unas sentidas palabras. El Padre Bortoli, el primer sacerdote ordenado en la Catedral de Puerto Ayacucho hace 50 años y con décadas de misión en la selva profunda venezolana, destacó el profundo simbolismo del Padre Aguilar para el futuro del Vicariato.
Un camino guiado por la fe
El camino de Jorge Aguilar hacia el sacerdocio comenzó a principios de los años 80 en la capilla San José del Barrio Cataniapo. De niño, en ese mismo lugar, hizo su Primera Comunión. Su vocación, sin embargo, se encendió años más tarde, durante una misión Peregrinatio Pro Christo de la Legión de María, en las Barrancas del Orinoco, donde conoció y apoyó al padre Hernando, acompañándolo desde 1987 hasta 1989. «Allí nació mi vocación gracias a la Legión», confiesa el Padre Jorge, quien a pesar de los desafíos y los comentarios despectivos de muchas personas ajenas a la Iglesia que, según él, recibió por su origen indígena, perseveró con una fe inquebrantable.
A su regreso a Amazonas, conversó con el Padre Fontana, párroco de la Catedral de Puerto Ayacucho, quien lo remitió al entonces obispo del Vicariato, Monseñor Antonio Ignacio Velasco García, sdb. Monseñor Velasco lo envió a vivir un año de experiencia con los salesianos en El Palmar de Galipero, Amazonas. Inspirado por su experiencia previa con el Padre Hernando en Monagas, el Padre Jorge logró persuadir a Monseñor Velasco para que le permitiera unirse a los diocesanos. Sin embargo, el obispo aún tenía dudas sobre su preparación, por lo que el Padre Aguilar pasó otro año en experiencia con los padres vicentinos.
Después de un cuidadoso discernimiento, en 1991, ingresó al Seminario de Caracas, en el propedéutico de la parroquia San José del Ávila. Su formación pastoral en la capital abarcó comunidades como Los Mecedores, Lídice, Sabana del Blanco, La Unión, La Mata, El Marqués y Baruta. Él mismo reconoce que la adaptación a la cultura y costumbres de la ciudad fue un desafío.
Al concluir sus estudios, regresó a Puerto Ayacucho para realizar su síntesis pastoral en la Catedral María Auxiliadora, bajo la guía del Padre Ely Ponce, sdb. Fue ordenado diácono en 1999 y, el 22 de julio del año 2000, recibió el sacramento del Orden sacerdotal, de manos de Monseñor José Ángel Divassón Cilveti, sdb, para ese entonces, obispo de este Vicariato.
A lo largo de 25 años, la labor del Padre Jorge ha dejado una huella imborrable. Su primer servicio como sacerdote fue como vicario parroquial en la parroquia Sagrada Familia, en El Escondido 1 de la capital amazonense. Posteriormente, fue párroco de San Enrique por 15 años, donde dedicó su ministerio a las comunidades indígenas de Valle Lindo, Brisas del Orinoco y Cataniapo.
Su camino lo llevó de regreso a la parroquia Sagrada Familia como vicario por un año, sirviendo en la capilla filial de San Martin de Porres. También sirvió durante 3 años en la Comunidad Misionera Jesús de la Misericordia en Puente Cataniapo, asistiendo a las comunidades indígenas de las etnias jivi, maquiritare y piaroa, en La Reforma, Cucurital, Manoare, La Rueda, La Coromoto y La Tambora, esta última en territorio colombiano, al otro lado del río Orinoco.
Desde 2021, es párroco de la parroquia Sagrado Corazón de Jesús en la Urb. Simón Bolívar, en el municipio Atures. Desde allí también atiende a la Comunidad eclesial misionera San Pablo de Carinagua, un espacio de encuentro para indígenas y criollos. La parroquia abarca 13 sectores, incluyendo las comunidades indígenas de San Gabriel y El Callao, y el Internado de las Salesianas, que acoge a jóvenes nativas del interior del estado.
Al recordar su recorrido, mientras hojea dos álbumes de fotos en su despacho, el Padre Jorge se muestra profundamente agradecido con Dios, «a pesar de sus limitaciones, efectos y errores». Su testimonio: «donde se dice que es imposible que surjan vocaciones, las puertas no se cierran, pues hay que perseverar». A pesar de los comentarios que lo desanimaban, él demuestra que «si uno se propone, lo logra».
Conmovido, confiesa que a menudo siente la ausencia de su madre, nativa de La Barranca de Upía, Colombia, quien falleció en 1987. «Me hubiera gustado que mi madre me hubiese visto como sacerdote», dice. Su padre, quien aún vive, es oriundo de San Fernando de Atabapo. Comenta el Pbro. Jorge Aguilar que su padre y otros familiares tuvieron reservas iniciales, no apoyaban mucho su decisión, pero la fe del Padre Jorge fue tan grande que, con el tiempo, su familia lo aceptó y se sintió orgullosa.
El Padre Jorge, siempre con múltiples tareas, reflexiona sobre la crisis vocacional del Vicariato. Con la esperanza encendida, anhela que algún «pariente» sienta el llamado de Dios a servirle, «porque vale la pena dar todo de sí por anunciar a Jesús».-