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A ti, hermano fanático

Contrastes de opinión, de pertenencia política, de cultos religiosos, siempre hemos tenido. Pero llegar a confundir posiciones político-ideológicas con fanatismos tribales es una triste novedad que, aunque no lo veamos, alimenta y fortalece la inercia histórica en que estamos sumidos

Bernardo Moncada Cárdenas:

«…por no hacerme caso, m’hijo: se lo dije tantas veces…
no haga caso a los discursos del Doctor ni del patrón
.”

(“Dios te salve, m’hijo”. Tango, 1933. Noda, Magaldi, Acosta)

Sin duda, la persistencia del proyecto Revolución Bolivariana en el poder desafía pronósticos. Desde la frasecita “no vale, esto no es Cuba”, hasta la cantilena “Y va a caer, y va a caer”, de las impresionantes manifestaciones de aquellos primeros años, hasta los más recientes mantras hábilmente compuestos para envalentonar e ilusionar, ninguno ha estado respaldado por algo más que artimañas publicitarias. Un cuarto de siglo, ¿no es prueba suficiente?

Pero, como tales, han resultado muy efectivas, hipnóticas, persuasivas hasta el punto de polarizar el país como nunca lo había estado. Un país fanatizado es incapaz de formular estrategias razonables para su avance histórico. Ante las dificultades que parecen imposibilitar un adelanto, se aboga por cortar el “nudo gordiano”, por la espada que resuelva el mal con males.

Contrastes de opinión, de pertenencia política, de cultos religiosos, siempre hemos tenido. Pero llegar a confundir posiciones político-ideológicas con fanatismos tribales es una triste novedad que, aunque no lo veamos, alimenta y fortalece la inercia histórica en que estamos sumidos.

No es una situación exclusiva de los venezolanos. Por debajo de la embotada tranquilidad de europeos y estadounidenses, vemos crecer posiciones extremistas cada vez más violentas. Un impulso soterrado y poderoso inyecta odio y descalifica todo intento de sensatez, argumentación y diálogo.

La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, en la reciente asamblea general de las Naciones Unidas, indicó que el globo alberga hoy 58 conflictos armados. Como dijo el papa Francisco, “La tercera guerra mundial a pedazos se está transformando en un verdadero conflicto global”, y líderes ensoberbecidos y pugnaces sustituyen la diplomacia por el “quítame esta paja” de escolares bravucones.

En un cambio alimentado por bots e influencers, nuevos opinion-makers de las redes sociales, las banderas políticas y las nuevas ideologías desembocan en turbulentos fanatismos y, estos, en psicosis colectivas, conducentes a la pérdida de contacto con la realidad y de pensamiento crítico.

Opciones ideológicas se arman como convicciones rígidas e inquebrantables, dogmas violentos cerrados a todo debate. La pérdida de razonabilidad disuelve la identidad personal, llevando a disonancia cognitiva, agresividad en el diálogo y a justificar la violencia con la creencia. De partidarios se pasa a ser fanáticos.

La palabra “fanático”, proveniente de fanum, en latín, templo, santuario, hace mucho dejó de significar “entusiasta religioso”, para decaer en lo que, hoy, personifican grupos extremistas que hacen de su culto una ideología totalitaria.

Para el cristianismo, a sus dos milenios de perpetuidad, la verdadera fe implica amor, reflexión y respeto. Literalmente, predica “amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos”, una actitud opuesta a la exclusión fanática.

Esta cita del Evangelio (Lucas 6), clave para entendernos y buscar salidas, en un mundo donde parecemos obsesionarnos con “la paja en el ojo ajeno”, parece la indicación más difícil para muchos, hasta entre los cristianos mismos.

A estas alturas, mirando con asombro la facilidad con que se invoca fanáticamente una improbable acción bélica, como resolución de nuestro drama político, y se acusa sin miramientos a quien piense -aunque sea ligeramente- de modo diferente, desde cualquiera de los radicalismos de ambos bandos, recuerdo que también quien escribe fue infestado por la tentación del extremismo inmediatista, sin llegar a abrazar el fanatismo. Percibirlo como un itinerario de frustración continua, por la inviabilidad de las ilusiones en que se empeña, te cambia, haciendo ver las posibilidades de otro tipo de salidas, salidas que sólo impiden los fanáticos y los que de los fanáticos se lucran.

Por eso, hermano fanático, estas líneas te invitan cordialmente a pensar por ti mismo, a abrirte a la realidad que tienes a tu alcance, a razonar y a hacer menos “caso a los discursos del Doctor ni del patrón”.-

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