Card Porras en la Fiesta de José Gregorio Hernández en La Boyera: «Los santos suelen ser personas molestas para los que detentan el poder»
¿Cuál es nuestra tarea?

PRIMER DÍA LITÚRGICO DE SAN JOSÉ GREGORIO
(26 de octubre de 2025)
Muy queridos Hermanos:
Celebramos hoy por vez primera la fiesta de San José Gregorio en la fecha asignada por el calendario litúrgico de la Iglesia que coincide con la fecha de nacimiento de José Gregorio Hernández. Normalmente se asigna como fecha litúrgica a los santos el día de su muerte que es cuando asciende al cielo. El 29 de junio, es la solemnidad de San Pedro y San Pablo lo que impediría celebrar en esa fecha la fiesta de nuestro santo.
Es tradición de la Iglesia que después de la canonización de un beato se celebre una misa de acción de gracias en los lugares donde desarrolló su actividad el nuevo santo. En Venezuela, los señores obispos decidieron por unanimidad que en cada circunscripción eclesiástica se celebrara una misa de acción de gracias en la fecha que consideraran mejor para que la mayor parte de los fieles pudiera acercarse y compartir la alegría de tener los dos primeros santos en la historia.
Hacer memoria de la manera como la Iglesia ha celebrado el nacimiento al cielo de una persona nos permite tener una perspectiva más ajustada a la razón de ser de esta tradición. Los primeros santos de la naciente iglesia católica fueron mártires, o sea, personas que fueron asesinadas por ser seguidores de Jesús de Nazaret. Como los cadáveres quedaban a merced del tiempo, sus cuerpos fueron recogidos por los fieles y les dieron cristiana sepultura en un lugar digno. Así nacieron los enterramientos en las catacumbas romanas y sobre sus restos celebraron la eucaristía.
Nos preguntamos, porqué esa saña de las autoridades de entonces contra los cristianos. Tendemos a pensar que eran malas personas y sanguinarios los emperadores de entonces. La razón es más profunda. Ser emperador o estar revestido de alta responsabilidad de un pueblo era condición para considerarse enviados de dios, más aún, ser ellos como otros dioses. Los cristianos adoraban como único Dios a Jesús, lo cual socavaba el considerar como dioses a las autoridades. La mejor manera de solucionar el asunto era quitar de en medio a esos intrusos que preferían seguir las consignas del evangelio que las normas que obligaban a prestar pleitesía a las autoridades.
Junto a los mártires fue surgiendo la devoción a hombres y mujeres que por su vida eran vistos como ejemplos a seguir. Son los llamados confesores de la fe. Así, por ejemplo, los santos padres de los primeros siglos fueron considerados santos por las comunidades en las que vivieron o sirvieron.
A partir del siglo XVI, con el cisma de Lutero, la Santa Sede se reservó el nombrar a beatos o santos para superar las diferencias con el naciente protestantismo.
Los santos son, suelen ser, personas molestas para los que detentan el poder y también para quienes por razones ideológicas difieren del catolicismo. Generalmente las virtudes que sobresalen en los santos, de antes y de ahora, porque estoy convencido, nos dice el Papa León XIV que la opción preferencial por los pobres genera una renovación extraordinaria tanto en la Iglesia como en la sociedad, cuando somos capaces de liberarnos de la autorreferencialidad y conseguimos escuchar su grito” (Dilexi te, 7),
El siglo XX nos dejó dos terribles ejemplos de cómo queda al descubierto los desmanes de las autoridades cuando se atenta impunemente contra la vida. La guerra cristera en México, el nazismo y fascismo en Alemania e Italia, y el socialismo y franquismo en España, han puesto al descubierto que los abusos del poder no traen paz e igualdad sino todo lo contrario. Por eso, la primera reacción de las autoridades de turno es desconocer o achacarles a otros la responsabilidad de lo sucedido. Sobran los ejemplos.
Nuestros primeros santos son paladines de virtudes que carece plenamente nuestra sociedad. Ponen al descubierto carencias que deben ser superadas y cuya responsabilidad recae, en primer lugar, sobre quienes tienen la conducción de la cosa pública. Siempre tendremos necesidades que superar, pero las causas estructurales son las que no permiten avanzar. Tenemos la obligación como ciudadanos y creyentes de tener iniciativas samaritanas para aliviar los males, pero no es suficiente. Se requiere que seamos conscientes de que hace falta la conversión del corazón para no ser simplemente agentes de ayuda, ajenos al dolor y sufrimiento de los más necesitados.
El Papa Francisco en su autobiografía dice con acierto: “el continente latinoamericano está marcado por dos realidades; la pobreza y el cristianismo. Esto hace que en aquellas tierras la fe en Jesucristo adopte un color especial… cuando no vamos a juzgar sino a amar, encontramos que ese modo cultural de expresar la fe cristiana sigue siendo aún hoy vivo, especialmente entre nuestros pobres… es una gran riqueza que Dios nos ha dado”. No se le puede apropiar nadie, sobre todo ningún poder, pues es mayor la fe del pueblo que supera todo escollo. Pretende manipularlo a su favor es un flaco servicio a la verdad y a la credibilidad. Tengamos esto siempre en cuenta.
¿Cuál es nuestra tarea? Es fácil y cómodo promover las virtudes de cualquier santo cuando las condiciones sociales admiten la diversidad de pensamiento y permiten las expresiones de los distintos actores sociales. Es más complicado pero necesario no abandonar la tarea de ser fermento del bien común en condiciones adversas, mediante la fortaleza de la oración, la prédica de la verdad y la urgencia de construir el progreso integral mediante iniciativas racionales sin recurrir a la violencia o la descalificación. Es la tarea que tenemos entre manos. Esto requiere discernimiento, reflexión en equipo y acción comunitaria alimentada siempre por la oración y la confianza en el Evangelio, camino para la esperanza trascendente. Es la mejor manera de celebrar hoy, la primera fiesta oficial a nuestros dos santos José Gregorio y María Carmen, en la pastoral sanitaria y la pastoral educativa. Que en este empeño nos acompañe siempre la ternura de María Santísima nuestra madre.-




