Maduro: oscuridad y muerte
Los cardenales Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, y Baltazar Porras, arzobispo emérito de Caracas, quienes han abordado el tema con mayor precisión

César Pérez Vivas:
La elevación a los altares de nuestros dos santos ha permitido, una vez más, verificar la miserable naturaleza de la dictadura chavista, de sus agentes y, en especial, del usurpador Nicolás Maduro Moros. Si alguien aún abrigaba alguna duda, la infame agresión de este fin de semana contra el cardenal Baltazar Porras Cardozo la disipa de manera irrefutable. Pretendieron utilizar, para sus bastardos intereses politiqueros, los actos religiosos de celebración por tan importante acontecimiento, y nuestra Iglesia no se los permitió. De ahí surge la baja venganza de Maduro contra nuestro querido cardenal.
La camarilla roja, desde el mismo momento en que instauró el llamado Socialismo del Siglo XXI, ha intentado someter a sus intereses a la Iglesia católica, a su feligresía, a sus sacerdotes y servidores, y, por supuesto, a sus pastores. Han querido presentarse como personas de bien, que luchan por la paz, la justicia, el bien común y, sobre todo, por los pobres. Veinticinco años de hegemonía devastadora han demostrado que son unos farsantes. Los venezolanos conocemos al detalle las tropelías de esta banda. Todos, con Hugo Chávez a la cabeza, pretendieron que la jerarquía de la Iglesia callara y se doblegara ante sus atropellos.
Los documentos de la Conferencia Episcopal Venezolana, a lo largo de estos últimos veinticinco años, reflejan con nitidez la palabra oportuna y orientadora de nuestros pastores frente a la deriva autoritaria, el saqueo y la destrucción iniciada por el difunto comandante de Sabaneta.
La respuesta de Chávez, y luego de Maduro, ante la palabra de la Iglesia católica venezolana fue siempre el insulto, la descalificación y la manipulación, además de las sanciones económicas y el cerco financiero impuesto desde las distintas instancias del poder.
El chavismo creyó que podía hacer con la Iglesia lo mismo que hizo con otras organizaciones de la sociedad: comprarla, someterla o dividirla para crear una “iglesia revolucionaria”; es decir, un grupo de sacerdotes, pastores y fieles que avalaran sus desmanes. Más allá de haber sumado a uno que otro sacerdote, debemos reconocer que el cuerpo de la Iglesia, gracias a sus sólidos valores, no sucumbió ante semejante pretensión.
Maduro y su camarilla llevan tiempo ofreciendo a la opinión pública la idea de que nuestros obispos son una cosa y el Vaticano otra; que ellos, los usurpadores, contaban con el aval del Santo Padre y de la curia romana. La reciente canonización del Dr. José Gregorio Hernández y de la madre Carmen Rendiles, ha dejado claro a todos, que existe una plena comunión entre el Papa León XIV y nuestros obispos.
En la audiencia posterior a la entronización de nuestros santos, el Sumo Pontífice recordó la carta de los obispos de Venezuela, en la que pidieron que los nuevos santos sean “un fuerte estímulo para que todos los venezolanos se congreguen y sepan reconocerse como hijos y hermanos de una misma patria”.
En esa carta, nuestros obispos solicitaron la libertad de los presos políticos como condición para poder “reconocerse como hijos y hermanos de una misma patria”. Por interpretación contraria, los obispos están pidiendo al Papa que inste al régimen a crear las condiciones necesarias para alcanzar ese objetivo.
Pero son dos de sus principales asesores, los cardenales Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, y Baltazar Porras, arzobispo emérito de Caracas, quienes han abordado el tema con mayor precisión.
El cardenal Parolin lo expresó en los siguientes términos:
“Sólo así, querida Venezuela, pasarás de la muerte a la vida. Sólo así, querida Venezuela, tu luz brillará en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía, si escuchas las palabras del Señor que te llama a abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los yugos”.
La voz oficial del Vaticano no pudo ser más firme ni más clara. De sus palabras se desprenden conclusiones categóricas sobre la manera en que valoran al régimen madurista. Ellos representan la oscuridad, la opresión y la muerte. En Roma también se oyó, una vez más, la voz de nuestro hostigado cardenal, quien recordó que la situación de Venezuela “es moralmente inaceptable”.
La paciencia del Vaticano se agotó. La diplomacia y las gestiones privadas han dado paso a un mensaje urbi et orbi: en Venezuela reinan la oscuridad y la muerte. Maduro las representa. Es lo que he definido desde hace varios años como la barbarie roja. Hemos llegado a una situación en la que, después de años de lucha y denuncia de nuestra tragedia, todo el mundo civilizado es consciente de la magnitud criminal de quienes usurpan el poder en Venezuela y de la urgente necesidad de rescatar a una nación secuestrada “por las malas”, “a mano armada”.
La nación venezolana tiene derecho a la libertad, a la dignidad, a la paz y al bienestar que la camarilla de Maduro le ha robado por la fuerza. Todos los venezolanos de bien aspiramos —como lo expresó el cardenal Parolin el lunes 20 de octubre pasado en el Vaticano— a salir muy pronto de la oscuridad y de la muerte.-
Lunes 27 de octubre de 2025




