Iglesia Venezolana

Homilía de la Primera Memoria Litúrgica de San José Gregorio Hernández Cisneros

P. Néstor Alberto Briceño Lugo: Corresponde preguntarnos si en la situación actual estamos prestando un servicio trascendente a la sociedad, superando condicionamientos efímeros que tienden a dejarnos de brazos cruzados y a pecar de omisión

Homilía de la Primera Memoria Litúrgica de
San José Gregorio Hernández Cisneros
26 de octubre de 2025

P. Néstor Alberto Briceño Lugo

Queridos hermanos,
Hoy seguimos la fiesta de la Santidad, pues por primera vez en la historia
estamos celebrando la memoria litúrgica de San José Gregorio Hernández
Cisneros. Hoy es un día tan especial que el señor arzobispo ha decretado
la celebración de esta memoria, aunque coincida con el XXX domingo del
tiempo ordinario.

Los santos, y por lo tanto san José Gregorio, no son historia del pasado. Su
ejemplo ciertamente reta nuestras vidas para que seamos más virtuosos,
pero también acompañan diariamente nuestro caminar. En eso se basa la
comunión de los santos, en establecer una amistad profunda y real con
aquellos que se nos han adelantado y están en presencia del Señor. En
palabras del Papa Francisco: “Los santos que ya han llegado a la
presencia de Dios mantienen con nosotros lazos de amor y comunión.”1
Participar de esta comunión de los santos, de la cual todos nosotros
formamos parte, es una gracia que nos recuerda que los cristianos somos
comunidad. Al inicio de su ministerio petrino, Benedicto XVI reconoció la
necesidad del auxilio de esta gran comunidad de santos:
No tengo que llevar yo solo lo que, en realidad, nunca podría soportar yo solo.
La muchedumbre de los santos de Dios me protege, me sostiene y me conduce.
Y me acompañan, queridos amigos, vuestra indulgencia, vuestro amor, vuestra
fe y vuestra esperanza.

Así, queridos hermanos, podemos afirmar que aquél a quien el pueblo
caraqueño proclamó como suyo el día de su partida al cielo es el mismo
que hoy, junto con la presencial del Señor, nos acompaña: José Gregorio
es nuestro y está con nosotros.

Pero para hacerse amigo de alguien hace falta conocerle, saber sus
anécdotas, sus pensamientos y sentimientos. Su sobrino Ernesto
Hernández Briceño recogió la biografía del santo en un par de libros,
Homenajes al Dr. José Gregorio Hernández y Nuestro tío José Gregorio
publicados en 1945 y 1958 respectivamente. Pienso que ahora es tarea de
cada uno de nosotros acercarnos a esa bibliografía y más que leerla,
orarla, de manera tal que podamos encontrarnos con la vida del santo en
medio de nuestra travesía espiritual.

Hoy nos encontramos en una celebración eucarística, por lo que no
pretendo más que brindar algunas pistas pastorales para que hagamos de
este gran santo nuestro compañero de vida.

Aquí deseo retomar lo que decía sobre el rol de los santos y aclarar un
aspecto importante. He encontrado a muchos católicos que me dicen que
no acuden a los santos pues les gusta ir directamente a Dios. Eso está muy
bien, pero esa visión disminuye al santo a una función utilitaria. Es como
si no tuviéramos amigos en el trabajo porque solamente acudimos al jefe.
El santo y en este caso José Gregorio, queridos hermanos, es mucho más
que un intercesor; es un amigo, un compañero de camino, es alguien que
ha vivido la tentación y ha caído en ella, pero por gracia de Dios ha
superado el pecado. El santo es alguien como tú y como yo que ya ha
transitado esta vida y nos puede ayudar con su ejemplo, con sus palabras,
con su historia.

Y más aún José Gregorio, pues en él vemos a un hombre laico en búsqueda
constante, un científico que sirve desde su fe. Como dicen nuestros
obispos: en su biografía “no encontraremos muchas cosas
extraordinarias, sino simplemente su vida de fe enraizada en el mundo”.

Ahora, paso a compartir algunos aspectos que nos deben quedar como
tarea para profundizar en la vida de José Gregorio y buscar su ayuda para
desarrollarlos en la nuestra.

La fe de José Gregorio encuentra su fundamento en la familia. Sus padres,
Josefa y Benigno, brindan un hogar lleno de alegría y vida a José Gregorio.
Él es el primero de seis hermanos y aunque la prematura muerte de Josefa
les marca -José Gregorio apenas contaba con ocho años-, el amor y
compañía de Benigno siempre estuvo presente. La vida sacramental de
los niños fue nutrida en sus diversas edades. Es cierto que son otros
tiempos, pero estamos llamados a reforzar la fe familiar, a no escatimar
esfuerzos en la educación religiosa de los pequeños y a enseñar la
primacía de Dios ante el resto de las realidades humanas. ¿Estamos
respondiendo fielmente a este llamado a ser familia católica?

El estudio como servicio a los demás. Cuando José Gregorio se prepara
para irse a estudiar a Caracas, con apenas trece años, soñaba con ser un
gran abogado. Sin embargo, Benigno su padre viendo el potencial de su
hijo le convence de estudiar medicina, pues allí podría servir mejor a los
demás. Como se puede resaltar en la vida del santo, esta enseñanza le
acompaña toda su vida y nunca deja de estudiar, pues necesitaba estar
bien preparado para poder atender a los enfermos. Esta actitud nos hace
pensar sobre la disposición al servicio diario en nuestras vidas.

Un amor sin igual al Santísimo Sacramento del Altar. De niño buscaba
asistir a la misa y a los doce años escribió un pequeño librito titulado El
modo breve y fácil para oír misa con devoción. Allí expresa con palabras
propias de la época su gran amor y deseo de estar siempre unido al Señor,
por lo que hace de la Eucaristía su alimento diario. Y nosotros, ¿realmente
queremos estar unidos al Señor?

La devoción del rosario y otras devociones religiosas.José Gregorio rezaba
diariamente el rosario y tenía una devoción muy especial a la Virgen María,
a quien llamaba Madre tierna. También era una época en la que la
devoción al Sagrado Corazón de Jesús se hacía presente, especialmente
en Francia donde estudió José Gregorio, por lo que en 1915 entroniza la
imagen del Corazón de Jesús en su casa en la Pastora. Hay otras
devociones que se hacen presentes en su vida, incluso llegando a ser
terciario franciscano.

 

Tal vez en este mundo tan veloz no tenemos tiempo
de vivir devociones, pero es importante abrir un espacio en la vida a lo
sagrado para poder orientar el alma hacia Dios.

Un amigo consecuente y fiel. En Caracas tuvo muchos compañeros,
especialmente en la facultad de medicina y luego en París. Estos
compañeros no entendían muy bien a José Gregorio, pues su vida
marcada por la fe le hacía ser prudente y respetuoso de la moral. Pero esto
no fue obstáculo para que tuviera amistad con Luis Razetti, quien no
compartía sus convicciones religiosas, pero lo respetaba y le profesaba
una profunda amistad profesional. Por sus cartas podemos conocer que
tuvo a un gran amigo: Santos Aníbal Dominici con quien compartía sus
reflexiones, consultaba sus proyectos, dudas y conclusiones. El
verdadero amigo ayuda a llegar a Dios y ese debería ser el parámetro para
escoger a nuestros amigos, como lo ha hecho el santo.

Un hombre que supo hacer ciencia desde la fe. En pleno apogeo de la
discusión entre creacionistas y evolucionistas, José Gregorio hace ciencia
sin apartarse de sus convicciones religiosas. Aunque en esta discusión la
Academia Nacional de Medicina ya estaba lista para adoptar como
posición la evolución luego de escuchar los argumentos de Razetti, José
Gregorio simplemente propone que no se asuma ninguna hipótesis como
única y verdadera, pues eso sería desechar una posibilidad sin la
seguridad plena de su falsedad; de esta forma la Academia decide no
asumir ninguna posición científica por carecer de una verdad
indiscutible.

Posteriormente, José Gregorio se acerca más al
evolucionismo pero buscando compaginarlo con la Revelación. Esta
actitud de José Gregorio nos cuestiona sobre nuestra vida laboral, si
somos capaces de dejarla permear por los valores de la fe o si vivimos
desintegrados, haciendo de la existencia una cuadrícula con cajas que no
mezclan un aspecto con otro.

Un académico al servicio del pueblo. Apenas recién graduado, José
Gregorio regresa a su pueblo para servir a Isnotú como médico. Sin
embargo, los envidiosos le montaron una serie de trampas que obligaron
al joven médico a regresar a Caracas. José Gregorio se especializa en París
y vuelve al país para renovar el conocimiento médico. Como profesor es
exigente y aplicado; como médico sirve a todo el que le necesite. Cuando
vivimos nuestra vocación profesional desde el servicio somos capaces de
superar las patrañas de quienes nos quieren mal; ¿nos dejamos afectar
por la maldad de otros o buscamos soluciones que nos ayuden a ser más
eficientes y eficaces en nuestro servicio?

Un servidor público que no se dejó enredar con la política. José Gregorio
asumió su tarea como académico, como médico y como cristiano. Fue
llamado a servir en diversas oportunidades a la nación y prestó su servicio
desinteresado, pensando en el bien del país que supera cualquier
proyecto político. Así, supo ver más allá de las circunstancias y realizó un
trabajo que trascendió la situación política. Corresponde preguntarnos si
en la situación actual estamos prestando un servicio trascendente a la
sociedad, superando condicionamientos efímeros que tienden a dejarnos
de brazos cruzados y a pecar de omisión.

Un hombre en búsqueda constante. Tal vez esta es la característica que a
mí personalmente me llama más la atención de José Gregorio. Su alma
está en una búsqueda constante, tratando de calmar la sed de
seguimiento radical de Cristo. Pero su gran amigo Mons. Juan Bautista
Castro le muestra con claridad que su entrega al Señor debe ser a través
de la medicina y de la academia.

Vive la alegría y el descanso aunque también carga el sufrimiento del
mundo. Son muchas las historias y anécdotas sobre nuestro santo
relacionadas con sus cualidades musicales, tanto para tocar
instrumentos como para el baile. También cuentan que era un gran sastre
y en estas actividades descansaba de manera creativa. Sin embargo, no
se aísla del sufrimiento del mundo y, como fruto de su comunión con Dios
y de su alegría por la entrega total a Él, ofrece su vida por la paz del mundo.

Al día siguiente de la firma del Tratado de Versalles que pone fin a la
primera guerra mundial muere José Gregorio. Es bueno cuestionarnos
sobre el sentido de nuestra alegría y oblación a Dios.

Podríamos seguir haciendo una larga lista de cualidades de este santo que
hoy se nos presenta como amigo y compañero de camino. Pero dejemos
que estas características presentadas hoy nos cuestionen y ayuden a
convertir nuestras vidas hacia Dios, haciéndole a Él el fundamento de la
existencia.

El Papa León nos recordó en su homilía del domingo pasado, en la misa
de las canonizaciones, que los santos “No son héroes, o paladines de un
ideal cualquiera, sino hombres y mujeres auténticos”.

Seamos,
entonces, esos hombres y mujeres que Dios ha creado en un tiempo y
espacio concreto para vivir plenamente nuestra santidad.
¡San José Gregorio Hernández Cisneros! Ruega por nosotros.

¡Qué así sea, Señor!.-

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