Iglesia Venezolana

Hace 22 años

Cardenal Baltazar Porras Cardozo:

 

El 30 de octubre de 2003 falleció en el Hospital Central de San Cristóbal, el siervo de Dios Mons. Miguel Antonio Salas, Arzobispo Emérito de Mérida. Producto de un absurdo viraje de la camioneta en la que regresaba de Caracas donde había recibido el afecto y reconocimiento de sus hermanos eudistas con motivo de los sesenta años de ordenación sacerdotal que le confirió el obispo auxiliar de Bogotá a varios miembros de la Congregación de Jesús y María. Estuvo hospitalizado varios días por los traumatismos craneales producto de la caída del vehículo. Contaba para el momento 88 años.

 

Sus últimos días en el hospital fueron un ejemplo de serenidad y vida interior del enfermo. Musitaba oraciones, a ratos de forma incoherente, expresión de su espiritualidad que era el centro de su existencia. Me trasladé desde Mérida y al verlo su rostro se iluminó y me bendijo. Tuve que salir de la habitación para enjugar mis lágrimas, pues, fue para mí un padre desde que me recibió como rector del Seminario Interdiocesano de Caracas. Entre los que entramos en septiembre de 1955 al seminario menor estaba Rafael Conde Alfonzo, canonista de altos vuelos y obispo en varias circunscripciones. Fuimos compañeros y amigos sinceros toda la vida.

 

Mons. Salas ingresó a la Congregación de Jesús y María en el seminario recién fundado por los padres eudistas en La Grita, Edo. Táchira, que se conoció con el nombre de “Kermaría”. Como contaba con estudios medios y mayor de edad para la época fue enviado a Usaquén, al seminario “Valmaría” de los padres eudistas donde se formó y cursó la teología en la Pontificia Universidad Javeriana. Su primer destino fue Santa Rosa de Osos en Antioquia, Colombia y luego enviado a San Cristóbal al seminario Santo Tomás de Aquino, como formador y más tarde como rector, siendo obispo del Táchira Mons. Rafael Arias Blanco quien lo nombró rector del Seminario Mayor, el segundo después de Caracas, en 1950.

 

En 1954, tomaron posesión del Seminario Interdiocesano de Caracas los padres eudistas en sustitución de la Compañía de Jesús, y su primer rector fue el Padre Miguel Antonio Salas por un sexenio. A finales de 1960 se dirigió a París a estudiar y se encontró con el nombramiento de obispo de Calabozo, donde estuvo desde 1961 hasta 1979, cuando fue trasladado por el Papa Juan Pablo II al arzobispado de Mérida hasta 1991. Se retiró a su tierra natal donde ejerció como simple sacerdote atendiendo a las comunidades rurales de La Grita y a las religiosas de la zona.

 

Fue un gran organizador de las dos diócesis que le tocó regir, atendiendo la formación sacerdotal y laical, con preferencia a las comunidades más alejadas y a los pobres. Cercano a sus colaboradores, infatigable visitante de todos los pueblos y parroquias, evangelizando en compañía de los sacerdotes que lo acompañaban. Obispo con olor a oveja, austero y de vida morigerada. Todo lo que recibía lo dedicaba a las obras que llevaba adelante. Disciplinado en todo siendo la oración el tiempo que le daba sentido a su existencia, a la que dedicaba un largo tiempo en la madrugada y en los momentos del día que las obligaciones se lo permitían. Una vez jubilado, en el pequeño oratorio de su casa de habitación el tiempo dedicado a la oración era mucho mayor. Era un verdadero místico con la sencillez de su elegante porte sin ínfulas de aparecer pues la humildad lo acompañó toda su vida.

 

A su muerte las expresiones de admiración y afecto lo convirtieron en intercesor de quienes lo conocieron y trataron, dirigiéndose a través de él para recobrar la salud física o la paz interior. Ello nos llevó a abrir la causa diocesana para su posible beatificación. El expediente canónico requerido ha sido cumplido. Falta cerrar esta fase para que pase a la consideración romana. Mientras, han llegado varios favores, algunos de los cuales pueden ser considerados como verdaderos milagros.

 

Dios quiera que los actuales responsables den los pasos necesarios para que la devoción se expanda y se convierta en uno más de los insignes obispos venezolanos del siglo XX, ejemplos de entrega total a la causa de Jesús y el servicio a los más necesitados. Pidamos por su intercesión que podamos tener verdaderos paladines de la fe, cercanos a nosotros en el tiempo, que animen nuestra fe y nos abran horizontes de esperanza por el bien integral de nuestro pueblo. Que así sea.-

29-10-25

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