Lecturas recomendadas

He estado pensando… en una hipótesis

“¿Por qué tengo que seguir viviendo así?” Y de esa pregunta al “¡Basta ya!” definitivo, sólo hay un paso

P. Alberto Reyes Pías:

 

Es juicioso distinguir entre lo evidente y lo supuesto. Lo evidente es “lo que filma la cámara”, lo que la realidad nos presenta. Todo lo demás es interpretación, es hipótesis, que puede ser cierta o no, pero que no deja de ser una guía para pensar y actuar.

En este momento, es evidente que existe una crisis sanitaria a nivel nacional, que el Gobierno no ha declarado oficialmente una emergencia sanitaria ni ha hecho nada significativo para remediarla. Por el contrario, ha anunciado la discusión de un paquete de medidas que, de hacerse efectivas, harían mucho más penosa y dura la vida de este pueblo. Todo esto unido a la precaria situación de escasez, apagones, descalabro del sistema sanitario, etc.

Es lógico preguntarse no sólo por qué el Gobierno se muestra tan indiferente frente al sufrimiento extremo de este pueblo sino por qué su actitud apunta a hacer más dura la vida del ciudadano común.

El sociólogo y politólogo James C. Davies postuló que los pueblos no suelen rebelarse cuando están en lo peor de la miseria, porque ahí hay resignación, miedo y falta de organización. La rebelión necesita que la situación empiece a mejorar durante un tiempo, de modo tal que aumenten las expectativas de un cambio y la gente empiece a tener esperanza en un futuro mejor.

Cuando esa mejoría se frena o retrocede bruscamente, se produce la rebelión, porque esa caída después de un progreso, genera lo que él llama “frustración relativa”, algo así como “esperábamos ir a mejor y de repente nos lo quitan”.

Cuando las cosas mejoran y luego empeoran, la gente no sólo ve su situación presente sino que compara el ahora con lo que esperaba tener si la mejoría hubiese seguido. Esa “distancia” entre lo que esperaban y lo que realmente tienen ahora es lo que produce la rabia y la indignación necesarias para una protesta pública masiva. Por tanto, la clave de una revolución no es la miseria absoluta sino las expectativas rotas.

Desde esta perspectiva, la conclusión es obvia: si el Gobierno quiere evitar a toda costa una rebelión como la del 11J, no puede darse el lujo de permitir una mejoría que aliente expectativas y esperanzas.

Porque cuando estas choquen en algún punto con un sistema que no permite ir más allá, la frustración puede hacer que este pueblo se levante.

Por eso hay que aplastar la esperanza cada vez más, por eso hay que recrudecer la vida de la gente, abandonándolas a su suerte en la enfermedad y la indigencia, y promulgando leyes de las cuales no pueda escapar y que le hagan más pesada la existencia.

Pero no olvidemos que el ser humano es, de por sí, sorprendente, y que más allá de las predicciones, podría sorprenderse a sí mismo, y levantarse un día mirando su miseria y preguntándose, en serio: “¿Por qué tengo que seguir viviendo así?” Y de esa pregunta al “¡Basta ya!” definitivo, sólo hay un paso.

Es sólo una hipótesis.-

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