Lecturas recomendadas

Una pequeña tuerca

La Navidad es luz

Alicia Álamo Bartolomé:

 

“El pueblo que andaba en tinieblas vio una gran luz y, a los que moraban en la región de la sombra de muerte les nació la luz” (Is 9, 1). Para nosotros ha nacido el Redentor. Para nosotros, que tantas veces estamos hundidos en esas tinieblas que no es otra cosa que la ceguera del egoísmo, del pecado y de la soberbia. Dios se hace hombre, uniéndose a nosotros para que salga afuera lo malo, para que las tinieblas se alejen y llegue la luz.  (Javier Rodríguez Arjona, RECOSTADO EN EL PESEBRE, La intimidad de Dios)

 

En el mundo actual andamos en todas estas tinieblas del egoísmo, el pecado y la soberbia. La que más aparta de Dios, la soberbia. La peor de todas, porque es una condición diabólica, caracteriza a Lucifer, su pecado es el querer ser como Dios. Los otros pecados son de la voluntad, una debilidad humana que nos puede llevar a la humildad. Dios viene hoy al pesebre de Belén como un niño recién nacido inerme, dependiente de todos, hasta de unas precarias pajas como cuna y el aliento cálido de unas bestias. ¡Vaya lección de humildad: el Rey del Universo encarnado en absoluta pobreza y debilidad!

 

Necesitamos mucho esta lección de desprendimiento. La mayoría de los conflictos mundiales se deben a que algunos se creen dueños de la verdad y quieren que su opinión prevalezca por encima de la de los demás. Desean poseer el alma de los pueblos, además de su cultura y sus riquezas. Ya basta de tanta ambición, de tanta inconciencia de humanidad. Dios nos hizo por amor y nos quería su familia llena de mutua comprensión, justicia, armonía y paz. ¡Cómo lo hemos defraudado!

 

Navidad es una época para reflexionar, por detrás del brillo y colorido de su manifestación externa de alegría. Vayamos muy adentro de nosotros mismos, traspasemos el umbral del yo. Porque a veces -las más- hacemos reflexiones colectivas sobre la sociedad, la nación, el mundo y evadimos nuestra responsabilidad personal. Nadie compone una gran maquinaria si no ajusta la más pequeña tuerca. Pues bien, cada uno de nosotros es esa pequeña tuerca en la sociedad.

 

Examínate. ¿Cómo vives ante Dios? ¿Correspondes a su amor sirviéndole y acatando sus preceptos? ¿Te acoges a los sacramentos y mandamientos de la Iglesia que son los medios de santificación que te dejó Jesucristo? ¿Haces tu trabajo bien hecho, con espíritu de perfección, puntual y alegremente? ¿Ves en el trabajo un medio de santificarte y santificar?

¿Eres generoso con tu tiempo para ayudar y consolar a los demás? Es un plan breve y profundo que te llevará, además, a alejarte de vicios incrustados en nuestro entorno: la murmuración, el chisme, la falta de caridad y de perdón. Y tantas debilidades en que podemos caer por la falta de reciedumbre que se alimenta y crece en la virtud.

 

Navidad es tiempo propicio para una buena confesión. Sacramento grande que nos devuelve la paz. Único tribunal donde nos declaramos culpables y nos absuelven. Sentimos la riqueza de la misericordia sin la cual estaría incompleta la justicia. Sentimos la reincorporación a los Hijos de Dios. Es bueno comenzar un nuevo año despojados del manto de miserias del pasado y estrenando uno blanco perfumado y lleno de promesas.

 

Dejemos de llorar por la Venezuela que perdimos. Vamos a trabajar por la Venezuela que queremos. Líderes hay, movimientos hay, pongamos nuestro granito de arena con el mejoramiento personal. Cada uno de nosotros sea esa tuerca escondida sin cuya eficacia la máquina no funcionaría. Seamos raíces, sillares, que, ocultos bajo tierra, sostienen el frondoso árbol que abre sus ramas al sol; el esbelto edificio que desafía las alturas. Seamos útiles.

 

Para servir, servir… Acostumbrémonos a servir a los demás, no a ser servidos por ellos. Desde presidir una república hasta barrer sus calles, es un servicio público. Quien no lo vea así y sólo se aprovecha de los beneficios de su cargo, está completamente equivocado, se le subió a la cabeza una mala interpretación del poder, que no es imposición sino entrega. Los efluvios del poder engañan; cuídate de esos gases malignos; respira hondo y líbrate de ese veneno. Siéntete única y completamente servidor.

 

Es lógico que en estos tiempos manifestemos nuestra alegría por la llegada del Redentor, adornando casas y calles con motivos navideños y luces de colores. Poniendo el arbolito y el pesebre que nos hace presente la escena trascendental de nacimiento de Cristo. Son buenas y recomendables nuestras tradiciones gastronómicas navideñas: la hallaca, el vino, el pavo, el pernil, la ensalada de gallina, el dulce de lechosa, el turrón. Es importante mantener astas costumbres porque contribuyen a dar fuerza y perfil a nuestra cultura como pueblo. Lo mismo el canto de aguinaldos, de explosiva alegría, no presentes en otras culturas. Esa es la Venezuela posible que queremos y debemos mantener.

 

Otra cosa son los excesos, porque el ser humano es falible, en muchos casos acoge estas fiestas como motivo para exagerar en el consumo de alcohol, comidas y parrandas. Lamentable lunar que con frecuencia produce accidentes trágicos. Pero dejemos eso ahí, cubramos con un velo lo negativo para centrarnos en la luz que vence la tiniebla.

 

La Navidad es luz. Su fecha está ubicada en los días del solsticio de invierno cuando los días comienzan a crecer. Porque con Jesucristo nace la luz. El mundo estaba envuelto en las sombras del egoísmo, el pecado y la soberbia. El Niño Jesús en el pesebre es la chispa que enciende una formidable fogata de Amor.-

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