Trabajos especiales

Presencias meditabundas del catolicismo en Mario Briceño Iragorry

En esta ocasión, del momento histórico y espiritual alrededor de la reciente canonización del Dr. José Gregorio Hernández, en el que se involucra a cada venezolano creyente del catolicismo, he de referirme a la imperturbable fe y praxis cristiana de don Mario, en dos de sus discursos Elogio a San Agustín (1930) y Franciscanismo y pseudo franciscanismo (1932)

Libertad León González:

 

Para el cristiano, (…) Ha sido en la historia donde el hombre ha caído y, en la historia donde ha sido redimido, es en la historia, progresivamente, donde crece y se desarrolla el cuerpo de Cristo sobre la tierra, y donde se despliega el plan de Dios.

 

Frederick Copleston

 

Los encuentros dialógicos, en presencia de los interlocutores, poseen un valor agregado cuando involucran la reflexión de las ideas de grandes pensadores. En esta oportunidad propiciamos el diálogo alrededor del ilustre pensador trujillano de dimensión universal, Mario Briceño-Iragorry. Nuestra presencia en este I Congreso Nacional de Literatura Trujillana, en honor a Mario Briceño Iragorry, fortalece la interrelación dialógica[1] del lenguaje entre hablantes, escuchas, lectores y escritores. Julia Kristeva llamó este encuentro de voces, intertextualidad.

Estudiar la obra de Mario Briceño-Iragorry representa, en primer término, una invitación y un compromiso de amor a la patria, adheridos al conocimiento de la Historia, pero también un profundo apego a las tradiciones del entorno familiar, local, regional y de la venezolanidad, en general. Un fiel creyente de la hispanidad heredada y, en consecuencia, ferviente practicante del catolicismo como escritor de diversos géneros en los que se trasluce la devota praxis cristiana.

Revisar la obra del gran maestro, Mario Briceño-Iragorry, siempre será un aporte, para las ya avanzadas y nuevas generaciones, sopesar su contribución en los diferentes roles de su desempeño social como padre de familia, abogado, diplomático, historiador y político, en las que fijó posición crítica y propició acciones ante las circunstancias que lo rodearon. San Agustín consideraba que las acciones son producto del conocimiento y la contemplación fruto de la sabiduría. De tal modo que, la vida de Don Mario, en acción y sabiduría, muestra un compromiso persistente con la patria en el estudio de sus orígenes hispanos, los períodos de Conquista y Colonización, el presente y el futuro de la República, los proclives avances y retrocesos en el pasado, el presente y el futuro de la nación y su pueblo, éste último factor, ineludible en su discurso.

Elvira Match de Vera en su texto El Humanismo trascendente en Mario Briceño Iragorry (1987) sustenta lo que calificó el catolicismo existencial y de avanzada en Mario Briceño-Iragorry, entre otras razones, en el capítulo “Tras la huella de Santo Tomás de Aquino”. Briceño-Iragorry conocedor del existencialismo de Max Scheller como reivindicador de las virtudes cristianas de la caridad y la humildad, del regreso a las ideas de Santo Tomás como propuesta del Papa León XIII (1878-1903) en su encíclica Aeterni Patris y la defensa del tomismo por parte de Jacques Maritain que se traduce en una visión de la política alejada del materialismo, se perfila lo que Don Mario llamó, la crisis de la caridad: “Caridad que escucha aquel consejo sapientísimo de Santo Tomás, según el cual no debemos gozar las cosas exteriores sólo como propias sino como comunes, y estar siempre dispuestos a comunicarlas a quienes las necesiten (Summa II,ii,66,i)”. (Briceño-Iragorry, 1966, p. 405-406). En esta falta de caridad de los gobiernos materialistas permea el trágico problema de la infancia abandonada. Referida por el gran maestro trujillano, en varios ensayos de su libro, El hijo de Agar (1954) y del cual podemos rescatar los capítulos referidos a figuras e instituciones protectoras de esa infancia desprotegida. Tal el ensayo, “Las tres cruces” donde exalta la figura del padre Lombardi como “…Iglesia que cuida las melenas de las niñas pobres… Él viene como mensajero de una doctrina que no pacta con los tenedores del dinero ni con los dueños de las bombas infernales.” (Briceño-Iragory, 1954, p.17). En otro ensayo denominado “El mundo de los niños” recuerda al padre José Holzner y sus estudios rigurosos sobre San Pablo a través de sus libros El mundo de San Pablo y San Pablo, Heraldo de Cristo. Tras una prédica en la iglesia de Las Carmelitas de Ayala el fraile local aboga en Navidad por los niños de los suburbios que no fueran: “pobres piltrafas ni sobras de los niños ricos”, (Ibídem, p. 32). Y desde una mirada propia hará referencia en el estado Trujillo, Venezuela a la colonia-hogar Carmania, albergue de menores desamparados en un espacio en el que coincidieron las figuras del Padre Francisco Antonio Rosario y el Libertador.

En esta ocasión, del momento histórico y espiritual alrededor de la reciente canonización del Dr. José Gregorio Hernández, en el que se involucra a cada venezolano creyente del catolicismo, he de referirme a la imperturbable fe y praxis cristiana de don Mario, en dos de sus discursos Elogio a San Agustín (1930) y Franciscanismo y pseudo franciscanismo (1932). Veamos.

 

INCLINACIÓN AGUSTINIANA

Cuando el hombre tocado de la gracia abre sus ojos interiores

 y quiere tornar en azucenas de virtud las rosas malsanas

 que el mundo le ha ayudado a cultivar,

tiene por fuerza que convertirse en verdugo de sí mismo

 para abonar con su propia sangre

 la tierra en que reventarán las nuevas flores.

 

Mario Briceño Iragorry

Elogio a San Agustín fue la conferencia dictada por Mario Briceño-Iragorry ante altos representantes de la iglesia católica, con motivo de la conmemoración del décimo quinto centenario de la muerte del Santo de Hipona. Significa, además del reconocimiento a su persona para sentirse favorecido de tal compromiso y distinción; también sea razonable, teniendo muy presente la dimensión cristiana de su humanidad, encontrar en su disertación, palabras que expresan sus convicciones en la valoración de la existencia de San Agustín para la vida de todo cristiano. Ambas consideraciones nos remiten a la noción de inclinación kantiana como deber o como tendencia espiritual, hacia la realización de los valores, así concebida por Jaspers, son expresiones del compromiso moral y ético en la escritura y en la vida de Mario Briceño-Iragorry.

En su discurso don Mario refiere las diferentes etapas y dificultades en la existencia de San Agustín (354- 430), las que conducirán al santo a reconocer sus errores, en una vida de equivocaciones, de búsquedas desorientadas y ambiciones. Señala, el gran maestro trujillano y universal, mayor mérito en la vida de los santos y los sabios que pasan por infinidad de pruebas que los desvían del camino de la santidad. Para lo cual afirma: “hay necesidad de buscarlos en lo íntimo de sus espíritus y en las huellas de sus ideas dispersas y profundas.”

Y en ese sentido, Briceño-Iragorry precisa tres moldes que definen a San Agustín como santo, sabio y héroe. Como sabio, la primera de las grandes pasiones de San Agustín, la búsqueda del conocimiento dónde, después de un largo recorrido, se coloca al servicio de la religión, para alcanzar la “cúspide espiritual del cristianismo antiguo.” La extensa compilación de lecturas, predominantemente filosóficas, lo conducirán a buscar las que lo acerquen a Dios. Estudiosos de su obra, como Indro Montanelli y Roberto Gervaso, dirán que el mejor Agustín está encerrado en sus obras filosóficas, particularmente Las Confesiones (397 a 400 d.C), texto protréptico cuyo objetivo es el llamado a la conversión y La Ciudad de Dios (escrita entre el 413 al 426) reconocida obra como filosofía en historia. Luego, en cuanto héroe sus batallas fueron en el interior de sí mismo, ante la disposición tardía de aclarar sus dudas. Su vida entregada a las inclinaciones mundanas, dan muestras de lo que fue una existencia desordenada. Finalmente, como santo alcanza la luz del espíritu y la purificación de su naturaleza por lo cual, “se le llama Doctor in gratia.”

La lectura de las Sagradas Escrituras y, en especial, las cartas de San Pablo, conducen a San Agustín a rectificar su camino. Recordemos que San Pablo, también conocido como Paulo de Tarso, (Cilicia, 5 en o d.C – 65 o 67 d.C.), nacido en el seno de una familia judía, en su juventud fue perseguidor de los cristianos. Se convierte al cristianismo en el camino de Damasco, por sentir la voz del mismo Jesús y se consagra como misionero que predica el evangelio. A pesar de las muchas desventuras que sufrió nunca desfalleció en su misión, hasta su trágica muerte. Veamos ahora como Briceño Iragorry se expresa de San Pablo, ya convertido al evangelio:

San Pablo no pidió a los gálatas, ni a los efesios, ni a los romanos la renuncia de su tradición nacional. Para enseñarles a Cristo, tomó el lenguaje de los diversos pueblos gentiles. El sentido comunitario de la Iglesia se compadeció con lo particular de cada nación. Distinto es el caso del nacionalismo agresivo de los pueblos y de los conductores que se creen superiores al resto del género humano. (Briceño Iragorry, 1966, p. XVIII).

 

En esta premisa, Don Mario, sintetiza en los elementos de la misión de vida de Pablo, el compromiso de generar transformaciones en la mentalidad de los pueblos y la fidelidad, como cristiano, de servir a Dios. En su conferencia engrandece en San Agustín: “la vida de los que seguían a Cristo en la soledad de los desiertos y lograban la perfección por medio de ásperas disciplinas en que no intervienen para nada el esfuerzo de los sistemas ni el brillo de las Academias, (…).” (Briceño Iragorry, 1930, p.16). Las distracciones propias del espíritu terrenal del Santo de Hipona, determinan ese camino tortuoso de avances y retrocesos. El padecimiento de Agustín se profundiza en la retórica de don Mario: “¿Podrá describirse la lucha profunda de las sombras que en la noche generan las auroras y el dolor del carbón que bajo la presión diuturna de las capas geológicas se torna en diamante luminoso?” (óp. cit., p.17).

 

En la develación de las dudas, Mónica, la madre de Agustín, contribuye con larga paciencia en la enmienda de los pasos de su hijo. La influencia de los consejos de Mónica, quien también alcanzó la gracia de la santidad, en la conversión de  Agustín, hacen posible  interpretar y enaltecer el momento histórico de hoy sobre la religiosidad en Venezuela, como creyentes católicos y, muy específicamente, en nuestro pequeño universo trujillano, la presencia de la madre en la formación espiritual de los hijos, en Josefa Antonia, madre de nuestro santo trujillano; en doña María Iragorry, madre abnegada de un cristiano fiel como lo fue Mario Briceño-Iragorry.

La savia nutricia espiritual se cultiva en los hogares, alrededor de la mesa familiar, es un llamado continuo de doña Beatriz Briceño-Picón al hablar de la vida y obra de su padre, en la práctica continua de la oración y la manifestación en acciones teniendo como premisa el compromiso cristiano de las virtudes de humildad, caridad, solidaridad. El texto Saldo (1956) de Mario Briceño-Iragorry se configura en manifiesto de estas prácticas cristianas. La familia reunida alrededor de la mesa, práctica ocasional, en los últimos tiempos, gracias al aislamiento que propician las nuevas tecnologías, debe ser recuperado como espacio del encuentro de la familia, de las celebraciones. Incentivar el amor a Dios desde la gratitud y la oración.

En la lectura del libro Confesiones (397 a 400 d. C), San Agustín relata su tortuoso camino para alcanzar la gracia de Dios en su conversión. Con la figura de San Pablo, don Mario nos invita a leer las Sagradas Escrituras, en los Hechos de los Apóstoles y las Cartas de San Pablo. Resignificamos el discurso coherente del catolicismo de don Mario, en sus prácticas cotidianas y enseñanzas devotas, por ejemplo, el referido discurso agustiniano. Reseñaremos ahora a su discurso, Franciscanismo y pseudofranciscanismo (1932), otra evidencia de su incesante práctica cristiana, en tanto que, “El justo vive por la fe.” (Carta a los Romanos, Cap.1:17).

 

ELOGIO A SAN FRANCISCO DE ASÍS

Bienaventurado quien nada espera, porque de todo gozará.

 

San Francisco de Asís

 

La apología sobre la vida de San Francisco de Asís (1181- 1226) expresada por el maestro Briceño-Iragorry, está contenida en su discurso, Franciscanismo y pseudo franciscanismo; consideramos en el maestro trujillano, su hábito como Terciario Franciscano, en su exaltación y devoción al Santo de Asís. Nos muestra este texto la trascendencia de la misión franciscana en plena Edad Media, época de su aparición. En la situación convulsa de las sociedades de Occidente durante los siglos XII y XIII se enmarca la luz esperanzadora del Santo de Asís. Paradojalmente, su mensaje de paz y alegría ha de buscarse en las prácticas de la penitencia y el ayuno; actos de renunciamiento para demostrar el valor de las llamadas enseñanzas prácticas. Excelsa entrega de su prédica como misionero y evangelizador místico, de inagotables alabanzas al divino amor del Criador y de las obras de la Naturaleza como: “principio de perfección espiritual para subir a la unión mística con Dios” (Briceño –Iragorry, 1932, p.36).

Briceño-Iragorry fiel conocedor de la vida y obra de San Francisco, lo muestra en su indeclinable acción y contemplación mística como incólume predicador cristiano: cuida de los leprosos y los mendigos, predica su fe en las comunidades, adopta una vida de ermitaño, renunciando a los bienes materiales básicos, sin temer al frío: “cambió por burdo saco y dura soga el indumento, lejos de dejar con las demás adulaciones del pasado la pasión del poeta, afinó la nota de su canto y más ligero fue el vuelo de sus versos…” (óp. cit. p.39). Tendrá seguidores hasta el punto de crear la primera orden de su congregación aprobada por el Papa Inocencio III y en su misión evangelizadora expresará con frenesí el servicio como ofrenda a Dios, de su divino amor, “su vida es la armonía perfecta del imitador de Jesucristo”, sentencia Don Mario. (óp. cit., p.43).

En la segunda parte del estudio sobre San Francisco, Mario Briceño-Iragorry ofrece un registro pormenorizado de la inspiración poética de afamados escritores de épocas recientes que evocan al Santo de Asís, mostrando tras la lectura acuciosa de los poemas de autores de la talla de Amado Nervo, José Antonio Calcaño, Carlos Borges, J.T. Arreaza Calatrava, Eduardo Carreño, Alfredo Arvelo Larriva, entre otros, la escasez de criterios para vincular sus rimas con los méritos de tan excelso predicador. La profunda convicción en torno al sacrificio en la vida del Santo de Asís profesada por don Mario propicia la crítica sobre los versos inspirados en su excelsa figura. He allí, por ejemplo, el soneto que le dedica Arvelo Larriva:

San Francisco de Asís, el buen hermano/del blanco invierno y del otoño gris/ y de la primavera y el verano/ del cardo hiriente y de la flor de lis.

Del cordero infantil, del lobo anciano/del extranjero y del natal país, / del Todo polimorfo y soberano, / Francisco el Santo fraternal de Asís.

Objeto fue de la sutil malicia/ del Diablo astuto: mieles de caricia/ vio sonreírle en labios de mujer.

Y dijo el Santo de ternura preso:/ Sé bendito en amor, hermano Beso, / déjame en paz, hermano Lucifer. (óp. cit., p.58).

La insinuante simbología mundana y pecaminosa del poema de Arvelo Larriva estremece a nuestro Maestro Trujillano quien no vacila en expresar su desacuerdo ante el poema referido. Será enfático, don Mario:

Nunca fue deslinajada la seráfica intención del Poverello como en la lira de Arvelo Larriva; pocas poesías como ésta demuestran la torcida manera de contemplar al Santo; en ninguna otra ha podido presentársele tan loco y mentecato. Ni llegó San Francisco a bendecir besos lujuriosos ni a nombrar hermano a Satanás (…) mal podía el Seráfico compartir aquel fraterno afecto con el vil engañador de las almas.” (Ibíd.).

 

Tal como lo reafirma Chesterton, bien conocido por el maestro Briceño-Iragorry, en la biografía que realiza sobre el Santo de Asís, la única Diosa amada por San Francisco en su continua práctica de asceta, de ayuno y vigilia, fue la Diosa Pobreza. La musa de los poetas referidos es atrevida, guarda diligencia opuesta a los cánones establecidos por cualquier institución. De tal modo, los poemas inculpados por el Dr. Briceño-Iragorry, guardan una razón de salvación en el valor que les otorga el principio estético de su creación.

 

Tan excepcional es el trato de San Francisco a los hombres y a todas las creaturas de la naturaleza al punto de que: “trató a la masa humana como a una masa de reyes.”, dixit Chesterton; su sociabilidad ceremonial no distinguía entre animales y objetos, su alegría se esparcía con el viento a través del canto. La simbología mística en la vida de San Francisco concentrada en la práctica continua de sus virtudes de servicio, renunciación a los placeres mundanos, la caridad sin límites, la aparición sufriente en su cuerpo de las llagas, estigmas de Jesús; la posibilidad de realizar milagros, fortalecen su valor espiritual ante sus seguidores y ante la Iglesia. de tal modo que, le aprueban una segunda Orden Franciscana de mujeres, las Clarisas, lideradas por quien también será santificada, Santa Clara y una Tercera Orden Franciscana, para los laicos, convierten su vida en el muy adecuado calificativo que le diera el referido filósofo inglés convertido al catolicismo, al llamarlo, “espléndido y piadoso Espejo de Cristo.” (óp. cit., p.152).

 

No agotamos en estas referencias el valor de las creencias y prácticas cristianas en la vida de Don Mario, la figura excelsa de María, la madre de Jesús, también será considerada en reiteradas ocasiones por el insigne maestro trujillano, caso particular su discurso, “María, Caracas y la unidad de la patria”(1952); la extensa relación de amistad y epistolar con representantes de la Iglesia durante toda su vida, la compilación de su pensamiento católico en el tomo 10 de sus Obras Completas (1991), las arraigadas prácticas rituales como la oración, presente, por ejemplo, en el personaje José Francisco Heredia, servidor de la humanidad y filósofo cristiano, “que en fluido latín encabeza” [el Santo rosario] en la biografía, El Regente Heredia o la piedad heroica (1947), texto que lo hace merecedor del primer Premio Nacional de Literatura en Venezuela, abrazan la firmeza de una vida de servicio y fe.

 

Ambos discursos del Dr. Mario Briceño-Iragorry, de exaltación a las vidas de San Agustín de Hipona y San Francisco de Asís, se configuran en demostración fidedigna de la sentencia moral de Santo Tomás: “La beatitud última y perfecta solamente puede consistir en la visión de la esencia divina,” en consecuencia, “Dios como causa primera.” (Santo Tomás, citado por Copleston, 2000, p.389).

 

Referencias:

Briceño-Iragorry, Mario (1954). El Hijo de Agar. Caracas: Ediciones Independencia.

 

___________________(1991). Obras completas, Vol. 10. Ideario Político Social IV (Pensamiento Católico), Caracas: Ediciones Congreso de la República.

 

__________________ (1966). Obras Selectas, Madrid-Caracas: Edime.

 

Chesterton,G.K.(1923). San Francisco de Asís, Traducción del inglés por M. Manent, Barcelona: Editorial Juventud.

 

Copleston, Frederick (2000). Historia de la Filosofía, Tomo 2. De San Agustín a Escoto, Barcelona: Ariel.

 

Diccionario Espasa. Religiones y creencias (1997). Prólogo de Enrique Miret Magdalena, Madrid, España: Espasa.

 

Match de Vera, Elvira (1987). El humanismo trascendente en Mario Briceño Iragorry, Caracas, Venezuela: Fundación Mario Briceño Iragorry.

 

Montanelli, Indro y Roberto Gervaso (1968).  Historia de la Edad Media, Traducido por Francisco J. Alcántara, Barcelona: Ediciones G.P.

 

San Agustín (2010). Confesiones, Introducción, traducción y notas de Alfredo Encuentra Ortega, Madrid: Gredos

[1] “Formas del dialogismo de Bajtín en el discurso de la novela renacentista: 1) hibridación: mezcla de dos lenguajes en el interior de un solo enunciado.2) La interrelación dialogizada de lenguajes (géneros intercalados, autores supuestos.”En: Francisco Vicente Gómez. “El concepto de dialogismo en Bajtín. La otra forma del diálogo renacentista.”

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