He estado pensando… en el poder de un sonido
La Iglesia está llamada a ser la voz de la conciencia para cualquier régimen social, sea del espectro político que sea

P. Alberto Reyes Pías, desde Cuba:
Por gracia de Dios nací en la Iglesia, y crecí dentro de ella, y desde niño, uno de los mensajes que siempre escuché y que se hizo carne de mi carne y hueso de mis huesos fue este: “La Iglesia es la voz de los que no tienen voz”.
En su carta a los Gálatas, el apóstol Pablo nos recuerda que “Cristo nos liberó para que seamos libres. Por lo tanto, manténganse firmes en esa libertad y no se sometan otra vez al yugo de la esclavitud”.
Por eso la Iglesia está llamada a ser la voz de la conciencia para cualquier régimen social, sea del espectro político que sea. La Iglesia está llamada a ser voz para anunciar el Evangelio de Cristo y para denunciar lo que va contra ese Evangelio y, en consecuencia, daña, aplasta o destruye al ser humano.
La Iglesia tiene muchos modos de ser voz. Una de esas voces suele colocarse en lo alto de las torres de las iglesias, se llama “campana”, esa que llama para recordar que hay misa, esa que dobla lentamente para anunciar una muerte, esa que suena, que debe sonar siempre, en los momentos importantes de la vida de los pueblos para recordarles de modo sonoro que la Iglesia los acompaña.
Por eso las dictaduras temen a las campanas, porque saben que el sonido de la campana de una Iglesia siempre tiene sabor a libertad, y las dictaduras se mantienen, precisamente, porque suprimen la libertad.
Eso explica la reacción expedita y drástica de la Oficina de asuntos religiosos: la expulsión inmediata del sacerdote mexicano José Ramírez, que tuvo la “osadía” de tocar las campanas de La Milagrosa como gesto de solidaridad con el pueblo que se manifestaba pidiendo la dignidad de vida que se les ha arrebatado.
No es algo nuevo. Hace poco tiempo fue expulsado el P. David Pantaleón, quien fuera a la sazón superior de los Jesuitas en Cuba, y cuya actitud en favor de los presos políticos del 11J y su postura ante las injusticias del gobierno lo convirtieron en otra voz incómoda
¿Silenciará esto a la Iglesia? No. Atemorizará a unos, frenará un poco a otros, pero la Iglesia no puede renunciar a ser voz, y como Iglesia somos todos, aquí y allá seguirá surgiendo esa voz por aquellos que no tienen voz.
Será la de los obispos, que han pedido abiertamente “cambios estructurales, sociales, económicos y políticos”, porque “las cosas no están bien. No podemos seguir así. Hay que hacer algo para salvar a Cuba y devolvernos la esperanza”.
Será la voz de sacerdotes y religiosas, cubanos y extranjeros, que siguen y seguirán hablando en nombre de todos.
Será la voz de laicos comprometidos como fue Oswaldo Payá, como lo es hoy Dagoberto Valdés y lo son muchos otros.
O será otra campana, aquí o allá, porque las campanas de La Milagrosa no serán las últimas en sonar.
Pero será siempre la voz de la Iglesia, que no puede dejar de ser la voz de los que no tienen voz.-




