Avances tecnológicos: ¿bien para la humanidad o su destrucción?
Ahora, ¿qué traduce el referido apoyo ruso al régimen venezolano?
Egildo Luján Nava:
La ciencia y la tecnología avanzan y sorprenden a la humanidad con sus hallazgos. La medicina y los descubrimientos sobre el cuerpo humano, la robótica, la cibernética, la exploración espacial, por su parte, hacen lo suyo y los mejores juicios son emitidos cada año cuando se otorgan los premios Nóbel, entre otros.
Innegablemente, todo avanza a una velocidad tal que, para el ser humano, es imposible mantenerse al día en el seguimiento objetivo de los hechos y de los resultados.
Obviamente, el hombre es el autor y actor de este alucinante y acelerado desarrollo en todos los aspectos y perspectivas de la vida en el planeta. Pero ese mismo hombre, como tal, ante ciertos hechos, mientras pone de manifiesto su desarrollo intelectual, actitudes y reacciones por lo que es más importante, como es la preservación integral del planeta, además de la convivencia, la tolerancia y el respeto de y entre humanos, sin embargo, aún permanece en un estado primitivo, posesivo, egoísta, agresivo y destructor.
Ya las guerras, las invasiones, los crueles asesinatos masivos de poblaciones indefensas, no deberían tener cabida en un mundo civilizado regido por la razón, la tolerancia y el amor al prójimo. Pero la tienen.
Como ejemplo de lo absurdo y contradicción de los hechos acusadores, es inconcebible lo que actualmente sucede con Ucrania y Venezuela. Ambos países están siendo afectados por Rusia, es decir, por el llamado imperio considerado la tercera potencia «bélica» mundial. Ucrania ha sido invadida caprichosa y absurdamente. Sangre, cuerpos, dolor, miseria y hambre describen lo que traduce la violencia convertida en justificación para atacar su población civil. Hombres, mujeres, niños y adolescentes, además de ancianos y sobrevivientes de otras experiencias bélicas promovidas por la misma pandilla y respectivos pandilleros, los que sobreviven, son obligados a huir, y a hacerlo desprovistos de todo lo mínimo que necesita cualquier humano para encontrarle sentido al hecho de estar aquí.
Privan la crueldad y la saña, mientras que aquel que imparte las decisiones de rigor para que nada quede en pie, cada día necesita un día más para justificar su misión criminal. Ya no son cuatro días lo que requiere para cubrir su falsa y miserable tarea gloriosa con la que, envalentonado, anunció su misión de convertir su chatarra bélica postcomunista, en el nuevo recurso para reacomodar a la ¿nueva Unión Soviética? como propósito y tarea en el Siglo XXI.
A casi noventa días de envalentonamiento inspirado en pólvora, amenazas y de autoglorificación apuntalada en la presunción del desempeño durante la Segunda Guerra Mundial, la verdad es que se le hizo caricaturesca la recurrencia al 9 de mayo para justificar la necesidad de apelar a una autodefensa, con el fin, ahora, de «darle cuerda» a su vuelo verbal para justificar nuevas andanzas.
La diáspora ucraniana ya supera ¿los 12 MILLONES de ciudadanos?. Adicionalmente, decenas de miles de soldados y de civiles de ambos bandos evidencian la etiqueta de los inútilmente muertos. Adicionalmente, hospitales, escuelas, industrias, ciudades enteras y modestos pueblos destruidos han pasado a ser el trofeo de lo que conquistó Vladimir Putin, mientras que, entre dolor, duelo y llanto, el mundo se conmociona. Adicionalmente, en ese mismo restante mundo, junto con la rabia, se demandan armamentos para que la ya hoy guerra alcance niveles de igualdad, y el cuerpo a cuerpo, obviamente, siga adelante en su misión destructora.
Lo cierto es que, mientras que la pandemia no termina de culminar con la obra que acometió hace ya más de dos años, por lo que tampoco se entiende cuál es la utilidad de vacunas anti-Covid, cuando lo que se exhibe y cuenta son los últimos modelos de unidades militares que copan el interés de los medios que le hacen seguimiento al desempeño de las mismas, en otras partes del mundo no se termina de entender qué rol desempeña Venezuela en la diferencia que se da entre Rusia y Ucrania.
Es verdad, hasta ahora, lo que se conoce no pasa de grandilocuencias relacionadas con lo que, eventualmente, representaría la «hermandad» si las diferencias bélicas actuales promueven otros tipos de acciones. Pero lo que sí es cierto es que en los análisis que se hacen en el mundo, a propósito de las relaciones y la manera como dicha connivencia puede entenderse, es que «lo que le duele a Rusia, le duele a Venezuela». Y todo tiene que ver con el hecho de que Rusia sí es un aliado de esta parte del Caribe, y la reciprocidad se compensa con solidaridad.
Tal solidaridad, desde luego -y es aquí en donde surge la naturaleza de las diferencias entre Rusia y Ucrania- es que Rusia, en esta parte del mundo, se la juega políticamente apoyando a un régimen calificado de ilegítimo, si bien distintos estudiosos del caso van más allá del hecho, cuando lo etiquetan de dictatorial.
Rusia no es ajena ni inocente de lo que sucede en esta parte del mundo. Tanto como que está informada de que aquí, a lo largo de los últimos 23 años, ese mismo asociado ha logrado destruir a un próspero y rico país, hasta convertirlo en el más pobre de América; tanto que, sobre su suelo, hoy un humilde trabajador percibe un salario diario de menos de 1 dólar.
Ahora, ¿qué traduce el referido apoyo ruso al régimen venezolano?. Lo que se considera viable, es que tal relación, desde muy cerca, como único propósito, tiene el objetivo de amedrentar o de amenazar las fronteras de Estados Unidos de Norte América. Y, además, por otra parte, poco podría importar el daño que pueda causarle a Venezuela, salvo el hecho de sentirse parte de una complicidad en la que, como dictadura al fin, somete a una nación de más de 30 millones de habitantes, y que ha sido la fuente de una diáspora de más de 7 MILLONES que sufre, huye y muere cruzando fronteras.
Mientras tanto, situaciones similares y terribles continúan pasado en muchas partes del mundo. El hombre, en su falsa apariencia de ser civilizado y pacífico, ha creado muchos organismos internacionales con el supuesto propósito de no permitir que estas cosas sucedan, y/o de socorrer e imponer orden y justicia donde sea necesario. Pero, absurdamente, mientras ocurre todo tipo de atrocidades, de invasiones y de guerras inútiles, estos organismos no actúan y tan sólo funcionan como grandes clubes sociales. Sólo sirven para hacer informes, dar discursos, viajar y que su enorme número de integrantes vivan a cuerpo de reyes, sin cumplir con lo que debe ser su propósito, razón y obligación de proteger, restablecer la integridad, seguridad, paz y orden en el mundo.
¿Qué espera el hombre para acabar con esta locura? El mundo está dividido en dos partes antagónicas: las naciones democráticas del mundo Occidental, lideradas por Estados Unidos y Europa, y el mundo Oriental liderado por China y Rusia. ¿Qué es lo que ese hombre de visión y de mentalidad supuestamente desarrollada, viviendo ya en la era digital, espacial y de asombroso progreso, pretende hacer?. ¿ Acaso destruir el planeta?.
Es difícil o casi imposible hacer pronósticos sobre el tema. Pero es importante y necesario hacer un llamado de conciencia a la humanidad, para lograr un entendimiento entre los gobiernos y las naciones.
El mundo está en peligro de extinción. Llegó el momento de apelar al recurso más valioso del ser humano: la fe, la esperanza, el sentido de la supervivencia, la justicia y el amor al prójimo. La gran mayoría de la humanidad somos devotos feligreses de distintas religiones, creyentes en Dios y en nuestras respectivas Iglesias, templos y sus representantes.
No hay que temerle ni apenarse cuando los hechos y comportamientos demandan que se le pida a esos hombres y mujeres, todos santos y devotos de Dios, para que se unan y convoquen a la humanidad en un llamado, haciéndoles a los gobiernos y a sus pueblos una exhortación a la Paz y a la concertación, siempre en el nombre de DIOS, para que unidos salvemos al planeta Tierra.