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Tres Errores Respecto del Bien Común

Michael Pakaluk, erudito sobre Aristóteles, y Ordinario de la Pontificia Academia de Santo Tomás de Aquino:
Quiero llamar la atención respecto de tres errores acerca de la enseñanza de Aquino sobre el bien común; los cuales son promovidos por algunas presentaciones actuales de la así llamada jurisprudencia del “bien común”. Y, si tenemos a Aquino por representante de “la visión clásica”, entonces tales errores también lo son respecto del pensamiento clásico.

 

Comencemos con la famosa exposición, de cuatro partes, de Aquino sobre la esencia de la ley. Cualquier ley, dice él, es:

(1) un precepto de la razón,

(2) dirigida al bien común,

(3) establecida por una autoridad competente, y

(4) promulgada.

Debido a que esta es una exposición acerca de la esencia de algo, uno no puede simplemente tener ese algo, piensa Aquino, a menos que todas las partes de la exposición se verifiquen en él de alguna manera.

Lo que esto significa es que cualquier cosa que de alguna manera pueda contar como ley, por definición —por su misma esencia— está dirigida a alguna concepción de un bien común. Aquino comenta que incluso las leyes de un tirano promueven un bien común: ellas proponen, en efecto, que los ciudadanos deben encontrar juntos su bien en la promoción del bien personal del tirano.

Este es, entonces, el primer error: Para cualquier partido, o escuela de interpretación, es desorientador afirmar que están ofreciendo algo distintivo o diferente, porque favorecen conectar la ley con el bien común. Toda ley hace eso, por necesidad. Nada puede contar como “ley” a menos que esté dirigido a un bien común.

Todas las preguntas interesantes, entonces, involucran qué concepción del bien común está implícita en una ley. ¿Promueve lo que Aquino llama “el verdadero bien” (verum bonum) o algo más? ¿Es su concepción implícita, algo que realmente podemos abrazar? ¿Es tal vez incoherente, o contraproducente, o calculada para conducir a cosas malas, a pesar de las buenas intenciones de alguien?

Incluso Roe v. Wade contenía concepciones del bien común, por supuesto: una concepción de la autonomía de las profesiones (la inviolabilidad de “una decisión tomada en consulta con el médico”); de la igualdad de la mujer, y lo que es necesario para ello; y una concepción de los límites del poder del gobierno para proscribir.

Estas concepciones estaban y siguen estando gravemente equivocadas. Son ciertamente discutibles, para personas imparciales; y no se puede considerar que estén integradas en el pacto social mismo de los Estados Unidos. Obviamente, también, cualquier “bien común” implícito en Roe incluye solo el bien de los seres humanos nacidos, subordinando el bien de los no nacidos al bien de los nacidos. Y, en ese sentido, la concepción del bien común de Roe es tiránica.

Pero el punto es que ambos lados dicen promover el bien común. El debate gira en torno a lo que realmente es; no, en torno a si se invoca. Decir que la llave maestra consiste en introducir la premisa de que la ley debe estar ordenada al bien común es un error y una desviación.

El segundo error con respecto a “la visión clásica”, es describir el bien común de la ley humana, sin referencia a las virtudes y a Dios, considerándolo, más bien, como un sistema social de instrumentos económicos y políticos; incluso, interpretando lenguaje clásico, como “paz pública” y “orden público”, en esta forma.

Aquino no hace eso. En su discusión de la ley humana, específicamente, no separa la paz de la virtud: “para que el hombre pudiera tener paz y virtud, era necesario que se formaran leyes”. En efecto, hacer buenos a los sujetos a ellas, dice, siguiendo a Aristóteles, es el fin de las leyes: “si la intención del legislador está fijada en el verdadero bien, que es el bien común, regulado según la justicia divina, se sigue que el efecto de la ley es simplemente hacer buenos a los hombres”.

Nuevamente, como la piedad es una virtud humana central para Aquino, no sorprende que apruebe la afirmación de Isidoro de que un propósito principal de la ley humana debería ser “fomentar la religión”.

Respecto de la “visión clásica”, uno no puede evitar estos asuntos diciendo, como lo hace Adrian Vermeule, que es posible limitar la discusión al “orden de la naturaleza” y evitar el “orden de la gracia”. Desde el punto de vista de Aquino, los seres humanos, precisamente como criaturas naturales, no pueden alcanzar ni siquiera la “felicidad temporal” excepto mediante el ejercicio de las virtudes —y, como criaturas racionales, están ordenados a Dios, que es el bien común último de la sociedad. Como le gustaba enfatizar a Juan Pablo II, es inherente a la persona humana tener un carácter trascendente, y el bien común de la sociedad humana debe enmarcarse en la forma correspondiente. La religión, después de todo, es una virtud pagana.

El gran teólogo Johannes Messner, escribiendo en su Ética Social de 1949, después de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, comenta: “Solo si se reconoce a un Dios personal, como creador y legislador, puede la idea del ‘poder del derecho’ poseer su bien definida autoridad; de lo contrario, no puede haber razón de peso por la que el principio de que “el poder tiene la razón” no deba prevalecer de un modo u otro”.

Esto me trae al tercer error; que es, que las presentaciones actuales del bien común parecen restar importancia a la necesidad de la libertad;, identificando la libertad con libertarismo e individualismo.

Este tercer error se deriva del segundo. La libertad es necesaria para la virtud genuina y para nuestra respuesta a Dios. Réstele importancia a la virtud y la libertad se pierde fácilmente de vista. Además, como enfatizó James Madison en su Memorial and Remonstrance, la relación que un ser humano tiene con su creador, anterior a la sociedad política y al gobierno, es una salvaguarda fundamental de la libertad. Si se prescinde de nuestra relación con Dios, ¿de qué manera se aseguran las libertades fundamentales?

Dejemos que Messner diga aquí la última palabra: “la humanidad plena depende esencialmente de la responsabilidad personal [del hombre] y de su actividad, apoyada en sí mismo, para llevar a cabo las demandas de su ser. . . . el bien común significa que la cooperación social hace posible que los miembros de la sociedad cumplan, por su propia responsabilidad y esfuerzo, las tareas vitales que les imponen sus fines existenciales. . . . si bien un animal doméstico no se daña en su naturaleza esencial al ser mantenido, el ‘estado proveedor’ sí perjudica el estado natural del hombre, porque le arrebata una esfera de autodeterminación y responsabilidad personal”.

Michael Pakaluk
MIÉRCOLES, 25 DE MAYO DE 2022

 

Tomado/traducido por Jorge Pardo Febres-Cordero, de:

Sobre el autor:

Michael Pakaluk, un erudito sobre Aristóteles, y Ordinario de la Pontificia Academia de Santo Tomás de Aquino, es profesor en la Busch School of Business de la Universidad Católica de América. Vive en Hyattsville, MD, con su esposa Catherine, también profesora en Busch School, y sus ocho hijos. Su aclamado libro sobre el Evangelio de Marcos es The Memoirs of St PeterSu nuevo libro, Mary’s Voice in the Gospel of John: A New Translation with Commentary, ya está disponible.

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