El Papa viene a disculparse
El Papa no traicionó a la Iglesia Católica, como lo han hecho absolutamente muchos de sus miembros menores, en el curso de la histeria anticatólica nacional
David Warren, ex editor de la revista Idler y columnista de periódicos canadienses:
Bueno…, el asunto ya concluyó. El Papa está — según la mejor información de la que dispongo al momento de escribir— en algún lugar al norte de todo lo demás en Canadá; y, si no está en un avión con destino a Roma, está entonces a punto de abordar uno.
Si bien he sido poco caritativo con él en el pasado, y poco comprensivo con su retórica izquierdista «anticolonial», sentí pena por el pobre y débil anciano en el gran estadio de fútbol de Edmonton, adonde fue arrojado para que hiciera el papel de pelota de fútbol. Y, francamente, esperaba que concediera durante su estadía en Canadá más tonterías de las que concedió. Milagrosamente, o no, mantuvo su posición católica.
Periódicos como el (sombríamente progresista) Toronto Star publicaron editoriales, quejándose de que las palabras del Papa estaban vacías. No aceptaron su “disculpa hueca”. No había abordado las mentiras que habían publicado los medios, enmarcando esta ocasión. Se ha arrojado una montaña de falsedad sobre las iglesias; y los fanáticos quemaron y profanaron docenas de ellas. Sin embargo, no se presentaron las pruebas contra la Iglesia. ¿Por qué iría entonces a tener que arrastrarse el Papa?
El gobierno federal de Canadá era responsable de las escuelas residenciales. Las agencias católicas suministraron voluntariamente personal para alrededor de la mitad de ellas. Esta realidad fue mágicamente torcida por la “Comisión de la Verdad y la Reconciliación” nombrada por el gobierno federal.
El Papa no traicionó a la Iglesia Católica, como lo han hecho absolutamente muchos de sus miembros menores, en el curso de la histeria anticatólica nacional. No proporcionó la sensación noticiosa por la que los medios habían detenido todas sus prensas. En vez de ello, expresó pesar, mientras repetía las disculpas que los funcionarios canadienses, incluidos nuestros dos últimos primeros ministros, habían brindado abundantemente durante catorce años.
Una disculpa papal hueca era lo mejor que podíamos esperar. Cualquier cosa con sustancia habría sido no solo deshonesto, sino una traición viciosa a los muchos católicos, tanto vivos como muertos, que dieron sus vidas, y todo, al servicio de los indios. La historia de esta tarea, a menudo heroica y desinteresada, en lugares remotos y aislados, se ha tergiversado en el relato. Estas personas fueron la razón por la que muchos miles de niños nativos (incluidos muchos huérfanos) recibieron alguna educación.
Drogas, alcoholismo, y muchas otras desgracias y tribulaciones, no eran aflicciones raras para ellos. Hogares destruidos y cosas peores fueron posiblemente el principal legado del «hombre blanco». Pero esto no es apreciado por los propagandistas políticos.
El fracaso católico real no ha sido de su sola propiedad. Dios nos dio la responsabilidad de respetar a nuestro prójimo y ayudarlo a descubrir las condiciones en las que podía gobernarse a sí mismo. Las escuelas residenciales estaban entre los mejores esfuerzos del «hombre blanco».
Pero tal esfuerzo sucumbió, como cualquier otro esfuerzo, a una burocracia secular sin rostro y sin fe, que gobernaba y tomaba decisiones de gobierno. Los nativos de Canadá están tan esclavizados por esta burocracia secular, como siempre lo estuvieron. (De hecho, Francisco advirtió sobre “la cultura de la cancelación” como otra forma de tiranía cultural). ¿Por qué tendría el Papa que disculparse por ello?
Los indios no están solos en haber sido privados de la libertad. Son solo uno de los grupos de los que la política moderna “se hace cargo”. Son candidatos al asalto y al abuso sexual, como todos, en una sociedad donde se abandonan los principios cristianos.
El Papa Francisco fue razonablemente elocuente, aunque indirecto, al mencionar esto. Hizo un punto de fondo que vale la pena repetir a todos los clientes: que la verdad debe tener prioridad sobre la defensa de cualquier institución.
Aún así, no está claro que sea esto lo que sucede cuando una multitud enfurecida y frustrada ataca, con violencia o mediante un sinfín de parloteos mediáticos, una institución que no ha hecho la voluntad de tal multitud. Porque la verdad requiere un espíritu veraz, que no está disponible para la turba excitable, o para aquellos que la explotan, por intereses creados fríamente calculados. Es por eso que somos escépticos, con razón, respecto de las afirmaciones extravagantes e indemostrables, y de las pasiones, de aquellos que pueden parecer sinceros, pero solo para ellos mismos.
Las iglesias que fueron incendiadas, en o alrededor de las reservas indígenas, no fueron incendiadas en busca de la verdad. “Verdad y reconciliación” apenas han sido servidas por otros actos apasionados y violentos; y ponerles una etiqueta pacífica es mentir absolutamente.
Un Papa inevitablemente debe lidiar con personajes sórdidos en el mundo político real; como con Justin Trudeau y los otros tiranos baratos producidos por los acontecimientos mundanos. Pero desde el Papa Pablo VI, los papas han cometido el error de visitar sus guaridas. Juegan al “encuentro y saludo” con los personajes más desagradables y se enredan en hilos ideológicos.
En mi opinión, sería una verdadera ayuda para los fieles si se abandonara este hábito reciente. Las oraciones y las acciones de gracias deben dirigirse a donde pertenecen: a lo divino; no, a la espectacularidad humana. Un Papa debe recordarnos a todos que nuestra fe está en otra parte; no aquí.-
SÁBADO, 30 DE JULIO DE 2022
Tomado/traducido por Jorge Pardo Febres-Cordero, de:
https://www.thecatholicthing.