La Iglesia del libertinaje
Esta semana la ministra de Igualdad de España -comunista- se ha manifestado a favor de que los niños puedan tener relaciones sexuales con quien quieran. Es una clara legitimación de la pederastia, con tal de que los niños sean libres para decidir si quieren tener sexo con otro niño o con un adulto
Santiago Martin, FDM:
Los obispos de la parte flamenca de Bélgica han aprobado un ritual para bendecir las uniones homosexuales, lo cual está expresamente prohibido por el Vaticano. Hasta el momento no ha habido reacción alguna de la Santa Sede, excepto un artículo aparecido en “L’Osservatore Romano”, que es el diario oficial del Vaticano, en el que se afirma que los belgas han actuado sin pedir permiso a Roma y que lo que han hecho no está permitido. Se sigue así con la política de no modificar la doctrina, pero tolerar que sea ignorada en la práctica. Para algunos esto se hace para evitar un enfrentamiento, que llevaría a un cisma con uno de los dos bandos. Para otros, es una política de “hechos consumados”, dirigida a minar los cimientos del edificio de la doctrina, hasta que termine cayendo por sí mismo porque ya no le importa a nadie. No creo que tarden mucho los alemanes y los suizos en copiar a los flamencos.
En otro nivel, el de la política, esta semana la ministra de Igualdad de España -comunista- se ha manifestado a favor de que los niños puedan tener relaciones sexuales con quien quieran. Es una clara legitimación de la pederastia, con tal de que los niños sean libres para decidir si quieren tener sexo con otro niño o con un adulto.
Puede parecer que ambas cosas, la bendición católica a las parejas gay y la liberalización de la pederastia, no tienen nada que ver. No es así. Hace unos días, recién clausurada la cuarta asamblea del Sínodo alemán, monseñor Voderholzer, obispo de Ratisbona y uno de los pocos que ha votado siempre en contra de las resoluciones del Sínodo, escribió un artículo sobre lo que estaba sucediendo en Alemania. Citaba en él la obra de un sacerdote alemán, Karl-Heinz Menke, que plantea la crisis alemana desde una perspectiva teológica, la del enfrentamiento entre libertad y verdad. Hasta ahora, dice Menke, los católicos hemos aceptado sin contestarlas las palabras de Jesús: “La verdad os hará libres”, pero esto ya no es así para un sector de la Iglesia, sino que se ha transformado en un “La libertad os hará verdaderos”, entendida la libertad desde la perspectiva kantiana de que “el hombre tiene derecho a conducir la propia vida de acuerdo con los fines que se haya fijado”. Esta libertad, según constata Menke, ya no es libertad, sino libertinaje. Esto, en el ámbito político, lleva a una ministra, nada menos que de Igualdad, a reivindicar la pederastia si hay consentimiento -¿pero está capacitado un niño para dar ese consentimiento?- y en el ámbito religioso lleva a bendecir las uniones homosexuales, a aceptar la comunión de los divorciados vueltos a casar o a reclamar el sacerdocio femenino.
La libertad, entendida de este modo radical y libertario, sólo acepta lo que tiene sentido y valor para la propia conciencia subjetiva. No hay “voces externas” a esa conciencia subjetiva que tengan autoridad sobre ella. Pero eso es sólo pura teoría. En la práctica, esa conciencia supuestamente independiente está siendo manipulada continuamente para que asuma como verdadero lo que es políticamente correcto y adapte a ello su comportamiento. Un ejemplo es lo que ha ocurrido con el aborto, lo que está empezando a suceder con la eutanasia y, al paso que vamos, lo que terminará por pasar con la pederastia. La Iglesia, denuncia monseñor Voderholzer, está deslizándose rápidamente por ese mismo camino. Al renunciar a la autoridad que tiene la Revelación -incluidas las dos fuentes de la misma, la Escritura y la Tradición- sobre la conciencia individual, inevitablemente se crea otra Iglesia diferente a la que ha existido desde hace dos mil años. Es una Iglesia para la cual ya no tiene valor la frase de Cristo: “La verdad os hará libres”, porque esa verdad objetiva ha dejado de existir. Es una Iglesia que ha aceptado como base para su teología -tanto dogmática, como moral o litúrgica- la libertad radical, la autonomía absoluta de la conciencia. Es una Iglesia, por lo tanto, sometida totalmente al mundo. Es, en definitiva, cualquier cosa menos la Iglesia que fundó Jesucristo, entre otras cosas porque las palabras del Maestro ya no son un referente absoluto, sino que se han convertido en algo que se usa cuando conviene y siempre que no se opongan a los intereses de la conciencia individual y a lo que quiera el mundo. Hay ya dos Iglesias. Una basada en Cristo, que es la verdad y nos da la verdadera libertad, y otra que se ha rendido al mundo y está basa en el libertinaje.
¿Hasta cuándo durará la dolorosa ficción de que sigue habiendo una única Iglesia católica?.-