Lecturas recomendadas

Un amor fiel y fecundo

Será el noble amor de los esposos, fiel y fecundo, el que salve siempre las familias, incluso a pesar de los múltiples obstáculos que opone una sociedad fría y materialista

Rafael María de Balbín:

No es difícil encontrar un amplio consenso de pareceres, cuando se habla de la importancia de la familia para el integral desarrollo de la persona y de la sociedad. La sociedad doméstica constituye la célula comunitaria básica de todo conglomerado social y es la escuela natural de la instrucción, de la afectividad y del carácter. Todo crisis de la institución familiar, como la que lamentamos hoy en gran escala, es una crisis de la persona y de la nación. Juan Pablo II recordó en tierras venezolanas que “toda familia humana, a ejemplo de la Sagrada Familia de Belén y Nazaret, está llamada por Dios a ser santa e inmaculada en Cristo Jesús. Mas para que la santidad de la familia sea preservada, la Iglesia ha de continuar predicando la verdad sobre el matrimonio cristiano y la familia, inscrita por Dios en el corazón del hombre y revelada en Cristo en toda su profundidad” (Homilía 27-I-1985, nn. 4-5).

El alma de la familia es el amor conyugal, “amor en cuanto comunión interpersonal de los cónyuges, que se entregan mutuamente en cuerpo y alma” (Idem). El amor verdadero lleva a no poner por delante la propia satisfacción, sino el bien de la persona amada. Sólo así el amor de los esposos se mantiene, se custodia y se incrementa. “Pues el amor conyugal comienza a deteriorarse cuando la entrega entre los esposos se hace más débil, se cierra en el egoísmo” (Idem, n. 5).

Defender y mejorar la familia requiere mejorar y defender al amor conyugal. Quien verdaderamente se propone una meta noble, debe cuidar los medios que llevan a ella. Y solamente un amor tal como Dios lo ha querido para los esposos, fiel y fecundo, lleva a asegurar el bien propio de la familia. Si no se respetan esas características, la familia de desintegra irremediablemente.

Un amor fiel hasta la muerte, sin traiciones. El Papa lo recordó expresamente a los esposos venezolanos: “vuestra misión en la sociedad y en la Iglesia es sublime. Sed creadores de verdaderos hogares, de familias unidas y educadas en la fe. Luchad contra la plaga del divorcio que arruina a las familias e incide tan negativamente en la educación de los hijos. No rompáis vosotros lo que Dios ha unido” (Idem) . Luchar contra la plaga del divorcio no es sólo en beneficio de tal o cual particular familia, sino en favor del bien común de toda la sociedad. Y en la lucha contra las plagas morales deberíamos tomar ejemplo de quienes han luchado contra las plagas físicas (el paludismo, o la poliomielitis).

Un amor fecundo, que dé un decidido sí a la vida. “Los hijos son un don del amor creador de Dios hecho al amor de los esposos” (Idem). La paternidad responsable incluye actuar según la recta conciencia, dócil a la ley divina y al Magisterio de la Iglesia. El miedo a la vida es fruto del egoísmo materialista: “como enseña la Encíclica Humanae vitae: <<todo acto matrimonial debe estar abierto a la transmisión de la vida>>; de ahí que la contracepción y la esterilización con fines contraceptivos sean siempre gravemente ilícitas” (Idem, n. 6). La cerrazón mental y vital a la fecundidad iría agostando el amor de los esposos y debilitando el vigor espiritual de una familia. La mentalidad anticonceptiva lleva fácilmente al modo de pensar antinatalista. En aquella ocasión el Papa decía: “Respetad siempre la vida que es un espléndido don de Dios. Recordad que nunca es lícito suprimir una vida humana, con el aborto o la eutanasia. Vuestra misma Constitución es bien clara y acertada a este propósito” (Idem).

Será el noble amor de los esposos, fiel y fecundo, el que salve siempre las familias, incluso a pesar de los múltiples obstáculos que opone una sociedad fría y materialista. “La realidad estupenda del amor conyugal se manifiesta precisamente en la comunión en el amor. Comunión de los esposos entre sí y de los padres con los hijos. Estos íntimos vínculos que hacen de la familia un hogar, una casa, donde la fusión de los corazones está garantizada por Dios: <<Si el Señor no construye la casa, en vano se fatigan los obreros>> (Salmo 126, 1)”.-

(rbalbin19@gmail.com)

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