Iglesia Venezolana

Monseñor Víctor Hugo Basabe pidió por el cese de la burbuja de la falsedad económica

Basabe también aprovechó la oportunidad para no dejar por fuera de las oraciones a las familias que se han separado por la migración

En el marco de la celebración de la Divina Pastora, este sábado, 14 de enero, el administrador apostólico de la Arquidiócesis de Barquisimeto, monseñor Víctor Hugo Basabe pidió a los feligreses que se haga una oración por «el cese de la burbuja de la falsedad económica».

En sus palabras dedicadas a las personas presentes en el templo de Santa Rosa, el monseñor también mencionó a los más de siete millones de jóvenes que se han visto obligados a migrar y son víctimas de la xenofobia.

«Pongámosnos en oración ante esa falsedad que pretenden inocular. Pero que estamos inmersos la mayor parte de los venezolanos. Oración para poner fin a tantas cosas negativas de nuestra vida y el mundo que juntos padecemos», dijo en la misa que se inició aproximadamente a las 8:00 am.

Mensaje del monseñor Hugo Basabe

Basabe también aprovechó la oportunidad para no dejar por fuera de las oraciones a las familias que se han separado por la migración.

«Debemos pedir por las personas que se fueron para buscar mejores condiciones económicas; y las que quedan en el país se sienten solas».

Concluyó su intervención agradeciendo a todos los devotos, a los sacerdotes, seminarista y  jóvenes que se encargaron de vestir a la Divina Pastora para su procesión.-

El Nacional

TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA

Foto cortesía: Prensa de Lara

HOMILIA CON OCASIÓN DE LA 165 PEREGRINACION
DE LA DIVINA PASTORA A BARQUISIMETO

14 DE ENERO DE 2023

“…grita de júbilo Barquisimeto, alégrate y gózate de todo corazón”
Cfr. Sof 3,14-18ª

Queridas hermanas y hermanos, no podría dejar de iniciar estas palabras sin expresar
mis sentimientos de profunda gratitud a Dios todopoderoso y a su Hijo Jesucristo por
todos sus bienes espirituales y celestiales, por todo cuanto nos permite vivir y ver con
nuestros propios ojos. Es Dios, en su infinito amor por nosotros, el que hace posible
que de nuevo volvamos a encontrarnos como pueblo de fe para junto a la venerada
imagen de la santísima Madre bajo la amada advocación de Divina Pastora de las
almas, vivir esta eucaristía y nos disponernos a ponernos en camino fundiéndonos en
un rio humano de fe y de esperanza en reencuentro fraterno.

Con cuanta ansiedad hemos esperado este bendito día que al fin ha llegado. Después
de dos años marcados por el temor y el miedo a la fuerza destructiva de una pandemia
en los que tuvimos que vivir la fiesta de la Divina Pastora desde nuestros hogares, la
providencia infinita nos concede la gracia de volvernos a encontrar para vivir este
maravilloso acontecimiento.

Vaya mi saludo a mis hermanos en el episcopado que desde sus iglesias particulares
peregrinan y nos acompañan en nuestra alegría. Igualmente, a todo el presbiterio de
Barquisimeto y demás sacerdotes que han venido también de lugares diversos a
participar de esta fiesta. Saludo a los diáconos, a los religiosos y religiosas y a los
seminaristas. A los movimientos de Apostolado Seglar y a los agentes de la pastoral
arquidiocesana. Particular saludo dirijo también a la Legión de María que tanto tiene
que ver en esta 165 peregrinación de la Divina Pastora. Llegue mi abrazo de padre a
todos y cada uno de ustedes hermanas y hermanos presentes y a todos los que nos
siguen por los diversos medios de comunicación y plataformas digitales. Mi abrazo en
la distancia llegue también a todos los miles de hermanos venezolanos que desde
distintos países en los que se encuentran dispersos por el mundo siguen esta Eucaristía
y celebran también a la Divina Pastora.

La Liturgia de la Palabra que apenas escuchamos, nos pone ante dos emociones
características del ser humano; la alegría y el encuentro.

En la Primera lectura, el profeta Sofonías invita al pueblo de Israel a alegrarse, a
levantarse de la pena que le aqueja y le hace sentirse condenado a suerte adversa en
medio de la especie de limbo político en el que está viviendo y que además le ha
llevado a perder el foco de su relación con el Dios de la alianza y a sumergirse en un
sincretismo religioso en el que ese verdadero Dios ha sido puesto al mismo nivel de los
ídolos de las religiones extranjeras que pululan en su territorio. Todo eso está cercano
a terminar, por eso Dios, por medio del profeta, invita a su pueblo a animarse, a
llenarse de esperanza, a no resignarse ante la adversidad, porque él será de nuevo su
verdadero rey y esto significará el fin del oprobio. Dios está a punto de intervenir una
vez más en la historia en su favor y todos sus temores serán disipados. Por eso
entonces, porque Dios viene en auxilio de su pueblo, Israel debe regocijarse, gritar de
júbilo, alegrarse y hacer experiencia de libertad.

Queridos hermanos, venimos de dos años muy difíciles, marcados por mucho temor y
también por la tristeza que la pandemia del Covid 19 sembró en el seno de muchas
familias que experimentaron el ver morir a algunos de sus seres queridos, alejados de
sus hogares y de sus cuidados, y muchos, en la más absoluta soledad. Ya de por si
nuestra situación era difícil y este virus llegó en medio de nosotros a complicar aún más
nuestra existencia. Pero aquí estamos, y, aunque sabemos que el virus aún está
presente, la remisión de su fuerza destructiva, nos permite volvernos a encontrar para
vivir este momento, por eso estamos alegres.

Pero nuestra alegría debe ir mucho más allá del solo hecho de podernos reunir de
nuevo. Nuestra alegría tiene que ser la de un pueblo que está consciente de la
intervención de Dios en su historia y en su favor a pesar de las dificultades. Nuestra
alegría debe ser la que viene de la acción del Espíritu en nosotros pues la verdadera
alegría es fruto del Espíritu como nos recuerda el apóstol San Pablo en su carta a los
Gálatas.

De esa alegría es de la que se llena Isabel, cuando escucha en el umbral de su casa el
saludo de aquella prima que ahora es portadora en sus entrañas del Verbo eterno de
Dios. Es esa alegría la que hace saltar a Juan el Bautista en el seno de su anciana madre.

Es esa alegría la que lleva a Isabel a bendecir profusamente a María y al fruto bendito
de su vientre.

Es esa misma la fuente de la alegría de María, ella es aquella a la que el Espíritu Santo
ha cubierto con el poder de su sombra y ha hecho que en ella more la plenitud de Dios.
Es el Espíritu que está en ella con la totalidad de sus dones lo que la hace expresar el
cántico con el que da cuenta de la gran obra que Dios ha realizado en su favor y por
medio de ella en favor de toda la humanidad. Es esa la alegría que hace de aquel
encuentro un momento en el que el pasado y el presente representados en aquellos
dos niños se saluden y se entiendan como los hitos de una única historia de salvación
que Dios realiza en favor del hombre.

Es esa alegría hermanos la que debe ser la nuestra en este día, la que debe generar en
nosotros, esperanza, confianza y certeza en un futuro mejor gracias a que Dios no es
indiferente a nuestras dificultades y sufrimientos y también en nuestro favor
intervendrá para ayudarnos a ser libres de nuestros limbos y tristezas. Es esa la alegría
que debe hacer de nuestro participar en esta peregrinación un verdadero encuentro de
hermanos en torno a la imagen de la que sabemos es nuestra Madre, ella, la que nos
ha dado al que es la plenitud de la alegría para todo hombre y al que quiere
conducirnos con su cayado de amor como Divina Pastora de las almas, madre que
quiere vernos hoy y en adelante, unidos en un único sentimiento de amor fraterno.
Delante de nosotros tenemos poco más de siete kilómetros para que, junto a la imagen
de la Madre, nos reencontremos como pueblo de Dios y como hermanos que somos y
alegres en Jesucristo. Para que nos unamos en una oración y una ferviente súplica por
el fin de tantas cosas negativas que acontecen en el hoy de nuestra vida y en el mundo
y que juntos padecemos. Para que nos unamos también en una acción de gracias por
tantas cosas buenas que también por gracia de Dios nos acontecen a diario.

Son tantos los motivos que tenemos para hacer de esta peregrinación un momento de
reencuentro orante. Si fijamos la mirada en la imagen de la Divina Pastora, toda ella es
una invitación a la oración. Está enmarcada en un rosario confeccionado con flores, en
su manto y en su vestido están presentes miles de cuentas que nos hablan de los miles
de rosarios que, a diario en todo el mundo estrechamente unidos a su Madre, los
legionarios de María de rodillas desgranan entre sus manos por la salvación de la
humanidad, por los enfermos por los moribundos y por todos los que andan
extraviados sin conseguir el camino que les conduzca hacia Dios. En su manto se
destaca el Cuadro de la Legión, en el cual se resaltan todas las características de la
devoción legionaria, sus oraciones, la presencia del Espíritu que hace exultar a María en
el cántico que escuchamos en el Evangelio y que esta al centro de la Catena Legionis y
la disposición de los legionarios con María a la cabeza de ser defensores de la fe con el
crucifijo en la mano derecha, el rosario en la mano izquierda y los sagrados nombres de
Jesús y María en su corazón.

Por eso quiero invitarles a que, nos dispongámonos desde ya a ir unidos en una súplica
continua a lo largo de nuestro caminar en esta 165 peregrinación. Les invito a ser
pueblo de memoria, que trae a su mente sus alegrías, sus tristezas, sus acciones de
gracias y sus súplicas.

Les invito a que pongamos en el corazón de nuestra oración a nuestras familias y a las
familias del mundo. A la familia original que hoy se ve atacada y pretende ser
desvirtuada por ideologías perversas y sembradoras de confusión entre nuestros niños
y jóvenes. A las familias que hoy en nuestro país se sienten rotas por el triste fenómeno
de la migración al que se han visto forzados a acudir muchos de sus miembros.
A poner en el corazón de nuestra oración el fin de todo conflicto bélico que amenace la
paz y la tranquilidad mundial. El fin de todo vestigio de pandemia de en medio de los
pueblos.

Pongamos en el corazón de nuestra oración a nuestros enfermos e impedidos, de
manera particular a aquellos que carecen de lo necesario para hacer frente a sus
tratamientos y a los que por alguna razón de salud quisieran estar hoy entre nosotros y
no pueden hacerlo.

Pongamos en el corazón de nuestra oración a nuestra Venezuela herida, maltratada,
traicionada y saqueada hasta más no poder y para que cesen las burbujas de la
falsedad económica que pretenden ocultar al mundo la precaria situación en la que
están inmersos la mayor parte de nuestros hermanos venezolanos.

Pongamos en nuestra oración a nuestros maestros y profesores, a nuestros médicos,
enfermeras y enfermeros, a nuestros periodistas, a todos nuestros profesionales y
técnicos, a nuestros obreros y obreras y unámonos a su clamor con nuestras oraciones
a fin que en el desempeño de sus labores reciban el trato digno que merecen por su
trabajo en pro de esta tierra y de quienes en ella habitamos.

Pongamos en el corazón de nuestra oración a nuestros jóvenes a fin que sea en este
país que les vio nacer, y no en tierras que le son extrañas, el lugar en el que consigan
realizar sus sueños y esperanzas de presente y de futuro.

Pongamos en nuestra oración a nuestros ancianos, a fin que sus vidas no transcurran
en medio de la precariedad, el olvido y la carencia y se reconozcan debidamente sus
esfuerzos del pasado en la construcción y progreso de este país.

Pongamos en nuestras oraciones a esos mas de siete millones de hermanos
venezolanos que se han visto forzados a migrar de nuestra tierra en búsqueda de
mejores condiciones de vida para ellos y sus familias y muchos de los cuales hoy son
objeto del desprecio, la xenofobia la trata y la esclavitud laboral. Que por nuestra
oración Dios y la Divina Pastora nos concedan la alegría de poder fundirnos pronto en
abrazo fraterno en esta tierra que les pertenece y en la que nunca serán extraños.
Pongamos en el corazón de nuestras oraciones a tantos hermanos que aun en medio
de dificultades, desde una profunda capacidad de resiliencia siguen apostando por
Venezuela y por su progreso.

Pongamos en el corazón de nuestra oración a nuestra Iglesia de Venezuela, para que
asumamos con el auxilio del Espíritu Santo los valores de la sinodalidad que nos lleven
a ser un pueblo corresponsable en la misión, que dialoga, que se escucha, que es capaz
de traducir en comunión y participación la fe que profesa y que se abre con la fuerza
renovadora del Espíritu al hermano que está fuera y que se siente excluido.

Hagamos pue queridos hermanos desde la oración, que esta peregrinación, sea un
encuentro fraterno de hermanos con su Señor bajo la bondadosa guía de nuestra
amada Divina Pastora. Que ella nos conduzca hoy y siempre por los caminos de la vida
y que en el ocaso de la misma nos lleve a gozar junto a su Hijo en los pastos de la vida
eterna.

No puedo cerrar estas palabras sin dejar de agradecer en nombre de todo el pueblo
barquisimetano el gesto de amor de la Legión de María que unida como ejercito en
batalla se organizó para vestir a la Divina Pastora en ofrenda por los cien años de vida
de este hermoso movimiento que tanto bien realiza en la Iglesia y en el mundo entero.
A ustedes queridos hermanos legionarios nuestra gratitud y la promesa de nuestra
oración y nuestra compañía cercana a fin que sigan siendo signo de la presencia de
María en el perenne Pentecostés de la Iglesia.

También quiero recordarles queridos hermanos, la campaña que hoy estamos haciendo
en favor de nuestro seminario Divina Pastora. Gracias a quienes ya han hecho llegar su
contribución y les animo a todos para que desde la Campaña un dólar para el Seminario
que estaremos realizando en el contexto de la peregrinación se animen a acercarse a
los seminaristas en el hacerles llegar su expresión de solidaridad para con esta obra
que es de todos por cuanto en ella se forman los futuros pastores del Pueblo de Dios y
dispensadores de la gracia del Señor.

Infinitas gracias demos pues a nuestro Dios por este don del reencuentro que nos
concede en torno a su santísima Madre y por permitirnos volver a caminar juntos como
hermanos sintiéndonos miembros de un mismo pueblo y unidos en la fe, la esperanza y
el amor.

Sea alabado Jesucristo.-

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