Marcelino Miyares: Una Bitácora
Si hay algo a lo que le tiene miedo un comunista es un pueblo exigiendo libertad.
Comenzamos esta nueva Bitácora con una afirmación que estoy seguro todos ustedes compartirán: El 11 de julio el pueblo cubano, en un auténtico despertar nacional, decidió enfrentar a la tiranía, decirle lo que piensa de ella en su cara, con todo el mundo como testigo. Las protestas del 11 de julio no tienen precedentes; especialmente porque es un hecho claro que las calles estaban llenas de personas con menos años que el régimen que quieren reemplazar por uno menos totalitario, más justo y humano. En palabras del nicaragüense José Luis Rocha: “cuando nacieron, el dinosaurio [comunista] ya estaba allí”.
Frente a la represión, decisión, frente a la violencia, insistencia en la lucha. El estallido tuvo momentos precursores: el movimiento San Isidro, la canción-himno “Patria y Vida”. Los cubanos -como los hermanos venezolanos y nicas- hemos mostrado una pasión por la vida que no hemos perdido ni siquiera cuando todo parecía perdido. En palabras de Yoani Sánchez: “Teníamos tanta hambre que nos comimos el miedo”, y “ahora son ellos los que nos tienen miedo”.
Si hay algo a lo que le tiene miedo un comunista es un pueblo exigiendo libertad.
Son diversos los puntos a destacar, comenzando con las consecuencias de los hechos para toda la América y para todas las democracias del mundo:
1) La líder demócrata española, Isabel Díaz Ayuso, en un mensaje de solidaridad al pueblo de Cuba, lo dice con claridad: el dilema es hoy entre comunismo y democracia. Sin duda alguna lo es en toda Hispanoamérica.
“Madrid es el Kilómetro Cero de la Libertad y la casa de los cubanos valientes que estos días se levantan contra quienes llevan seis décadas robándoles la vida, la democracia y los derechos más básicos. Hoy más que nunca: comunismo o Libertad. Estamos con vosotros”.
¿Qué debe hacer el liderazgo democrático del mundo? (Que no ha sido hasta ahora, por cierto, el de los Pedro Sánchez, López Obrador o Alberto Fernández): Apuntalar y asumir las palabras de Ayuso.
Defender la democracia en Cuba, Venezuela y Nicaragua necesariamente incluye la defensa de la democracia en cada país. Defenderla de los embates del Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla, del socialismo del siglo XXI, de los ataques de la ultraizquierda en España, Chile y Colombia; de lo que en notas publicadas en América 2.1 ha sido llamado la enfermedad de “las democracias bobas”, que permiten y aceptan que los enemigos de la democracia actúen libremente, con el único objetivo de destruir las instituciones liberales. Digámoslo con claridad: no hay convivencia posible entre democracia y comunismo.
¿Qué dirán las pacientes democracias europeas, especialistas por décadas en “normalizar” la dictadura castrista, en tenerle paciencia, en ofrecerle una y otra vez ayuda y comprensión, ante los actuales llamados de Díaz Canel de que se realice una represión masiva? ¿Qué dirán los funcionarios de la UNESCO responsables de un reciente homenaje al Che Guevara?
Días antes del 11 de julio, el recién creado Consejo para la Transición Democrática en Cuba (CTDC), solicitó en un comunicado, el fortalecimiento de la presión sobre las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela.
“Nicaragua, Venezuela y Cuba. Los tres países en el hemisferio occidental que perseveran en el horror y en el error de reprimir las libertades. (… ) Son tres regímenes parias en la comunidad internacional. (…) Tres gobiernos fallidos se empeñan en hablar en nombre de unos pueblos que les rehuyen y que no les respetan, en nombre de una soberanía que han vendido a los peores intereses extra continentales para satisfacer su capitalismo familiar y de compadres, y de una seguridad nacional que dicen defender frente a un supuesto imperialismo al que le imploran negociar”.
Que los ejemplos de lucha de los pueblos cubano, venezolano y nicaragüense sirvan de catalizadores de la renovación democrática continental.
2) La respuesta del régimen: Más represión, odio, división, violencia. No por nada, Cuba es el único país en el hemisferio occidental y democrático en el cual la violencia -contra el diverso, el opositor, quien discrepa, el inconforme- está justificada constitucionalmente.
Con su violencia, la tiranía ha mostrado su rostro, inequívocamente asesino, en estado puro.
Como muchas veces en el pasado han buscado movilizar las masas, que supuestamente los apoyan, una cada vez más escasa mezcla de algunos convencidos, otros muchos, obligados. Recuérdese siempre que la única manera de medir el apoyo popular de los gobiernos es mediante elecciones libres y secretas. Sin eso seguirán siendo dictaduras.
Son muy válidas las palabras de la escritora Wendy Guerra: “Hay que llamar a los dictadores, dictadores. Está bueno ya de intelectualizar el tema de Cuba. Hay que asumirlo de una vez como el final de la utopía”.
3) Las mismas excusas de siempre, empezando por el embargo, criticado por una gran mayoría de la izquierda servil en el planeta, desde la revolucionaria hasta la socialdemócrata, que sigue mostrando su inequívoca veta antinorteamericana y su apego por una utopía muerta y enterrada por la realidad.
Debe recordarse que para un verdadero izquierdista la mentira no es una opción, sino un instrumento manipulador más. Por ello siempre buscan expropiar la historia para luego acomodarla a sus intereses, para mantener sus cadáveres ideológicos aunque sea momificados, como Lenin. Los chavistas quisieron apoderarse de Bolívar, y los castristas de Martí. Pero fracasaron.
Sobre el embargo (que no bloqueo), y las perennes penurias económicas de la dictadura, se han publicado demasiadas falsedades e inexactitudes, ya que Cuba puede comerciar con el mundo entero y recibir ayuda de cualquier país, como lo hizo de la Unión Soviética primero, y la Venezuela chavista después; destaquemos una respuesta en las redes a algunas entre tantas mentiras:
El embargo no decomisa a los campesinos lo que cosechan, la dictadura sí; no prohíbe a los cubanos de la isla tener negocios libremente, la dictadura sí; no es el culpable que hayan cientos de presos políticos que no han cometido ningún delito, la dictadura sí; no es el culpable que la dictadura construya hoteles y a los cubanos les caigan los techos en las cabezas, la dictadura sí; no es el culpable de que los hospitales en Cuba estén abandonados, la dictadura sí; de que se quiera usar a los ciudadanos como conejillos de indias, con vacunas que ningún organismo serio reconoce, la dictadura sí; de que se use a miles de médicos cubanos como mano de obra esclava, la dictadura sí.
Es conocido que el principal socio comercial de Cuba en productos agrícolas es Estados Unidos, pero eso no le interesa a quienes promueven el apoyo a las tiranías comunistas y el ataque a las sociedades libres.
Si alguien quiere hablar de embargos, que le den justa publicidad al que tiene China sobre el pueblo de Taiwán que, siendo un país de instituciones libres, muestra avances y logros económicos que ya quisieran para sí los castristas y chavistas.
4) Debemos evitar, asimismo, el resucitar fantasmas del pasado. Las relaciones Cuba y EEUU han sido accidentadas, llenas de confrontación así como de claro contacto por cercanía histórica, geográfica, cultural. Pero para asumir la lucha entre dictadura y democracia, entre castrismo y libertad, debemos tener claro que es un problema que debemos resolver en primer lugar los propios cubanos, que el hilo conductor del conflicto no es entre Cuba y los EEUU, sino entre los tiranos castristas y un pueblo cubano oprimido, dividido, exiliado.
5) Para el analista Joaquín Villalobos, las protestas han colocado al régimen en el terrible dilema de “matar o reformar”. Para él, quizá estas protestas no sean el final, pero sí pueden ser el principio del fin. Un hecho central: las penurias que atraviesa el régimen -y por su culpa, toda la sociedad- no parecieran tener solución; la Cuba de 2021, y el escenario internacional, no es la del pasado, un pasado donde ya se encuentran la extinta URSS y la también desaparecida ayuda chavista. Menciona Villalobos que “en 1980 no había hambruna y 10.000 cubanos pidieron asilo en la embajada del Perú:
“Luego más de 100.000 cubanos salieron de la Isla en el éxodo de Mariel. Las protestas de 1994 en el Malecón, que controló el propio Fidel Castro, demandaban igualmente que se les dejara salir de Cuba y la solución fue la crisis de los balseros que permitió que miles escaparan de la Isla. El problema para el régimen es que ahora las protestas no exigen escapar, sino quedarse y por eso demandan libertad. Expulsar gente es un negocio redondo para dictadores, se quitan presión interna, reciben remesas y utilizan la emigración como arma diplomática: “si me impones sanciones, millones emigrarán, dejarán de ser mi problema y se convertirán en el tuyo”. Lo que está ocurriendo en Cuba es un golpe a la política de chantaje migratorio cubana que también ha usado Venezuela”.
Pone el acento en un aspecto que no puede menospreciarse: la influencia de los sistemas de seguridad política estalinistas, en especial el de la alemana STASI.
“El castrismo, luego de consolidarse en el poder fusilando a muchos, logró construir un sistema de seguridad basado en el mismo principio de la película de Spielberg: enterarse antes, disuadir antes y actuar antes. Las dictaduras de la derecha latinoamericana tenían sistemas represivos que asesinaban y desaparecían abiertamente. La dictadura cubana es diferente, funciona con un sistema preventivo que reprime selectivamente a partir de la inteligencia que le proporciona un control social masivo”. (…)
Las actuales protestas superaron a los grupos de choque que golpeaban a las damas de blanco y, lo más importante, han derrumbado el extenso sistema de espionaje y prevención. El Gobierno esta vez ni se enteró; se debilitó el miedo y su autoridad sobre los de abajo.(…)
La solución no es matar, sino reformar. Cuba no necesita una matanza de su pueblo ni un final trágico para quienes gobiernan. La salida debería ser negociar una apertura democrática, permitir partidos y medios de comunicación independientes, realizar elecciones, reconciliarse con el exilio, abrir la economía a la inversión externa y liberar las capacidades empresariales de los cubanos”.
Lamentablemente, hasta ahora la única respuesta del régimen es mayor violencia, represión y persecución. Es casi imposible saber cuántos han sido detenidos después del 11-J, porque las cifras varían hora a hora. Todos los demócratas del mundo debemos denunciar esta salvajada, y apoyar los esfuerzos que están haciendo organizaciones de derechos humanos dentro y fuera de la Isla para que el mundo vez el grado de depravación inhumana con la que el régimen persigue a los ciudadanos. La violencia no prevalecerá, en cambio sí lo hará la desnudez ética de la tiranía.
El pueblo cubano ha enfrentado los terrores e injusticias exacerbados por el COVID-19 con ardiente valentía; se ha derrotado el silencio y la resignación. Ha llegado la hora de más que recordar pasado crear futuro; Cuba mostró al mundo el 11 de julio la persistencia de sus mayores sueños, y la vigencia, como nunca, de sus más entrañables esperanzas.–
Marcelino Miyares, Miami, 23 de julio 2021.
América 2.1