Francisco: «La fe no es un hecho privado, implica un compromiso hacia el crecimiento humano y el progreso social»
El Papa aboga por "entrelazamiento sin confusiones" entre el mundo religioso y el laico en su primer discurso en Ajaccio
«Hoy, especialmente en los países europeos, la pregunta sobre Dios parece desvanecerse, encontrándonos cada vez más indiferentes respecto a su presencia y su Palabra»
El Papa pide «no dejarnos llevar por consideraciones precipitadas o juicios ideológicos que, a veces todavía hoy, contraponen cultura cristiana y cultura laica»
Defiende «la relevancia cultural, religiosa e histórica de este gran “lago” en medio de tres continentes, de este mar único en el mundo que es el Mediterráneo»
Francisco llamó a los creyentes a «encontrarse en un camino compartido con las instituciones seculares, civiles y políticas, para trabajar juntos en favor de toda persona, empezando por los más desfavorecidos»
Invita a «desarrollar un concepto de laicidad que no sea estático y rígido, sino evolutivo y dinámico, capaz de adaptarse a situaciones diversas o inesperadas, y de promover la colaboración constante entre las autoridades civiles y eclesiásticas para el bien de toda la colectividad, permaneciendo cada uno dentro de los límites de sus propias competencias y espacios»
La religiosidad popular es un camino que «revela la presencia de Dios en la carne viva de la historia, fortalece la relación con la Iglesia y a menudo se transforma en ocasión de encuentro, de intercambio cultural y de fiesta». Así lo expresó el Papa Francisco en su discurso del clausura del Congreso sobre la piedad popular en el Mediterráneo, la razón oficial para su visita a Córcega.
Un discurso en el que reivindicó la «sana laicidad» y el «entrelazamiento sin confusiones» entre el mundo religioso y el laico, «entre la Iglesia y las instituciones civiles y políticas». Y lo hizo después de escuchar varios coros y de abrazarse con Marie-Jean, la mujer más anciana de la isla, que aseguraba en un cartel pegado a su silla de ruedas tener la friolera de 108 años. El Papa, que este martes cumplirá 88, veinte menos, bajó de su auto para hablar con ella y bendecirla. En el trayecto hasta el Palacio de Congresos y Exposiciones, Francisco detuvo varias veces el papamóvil para saludar, besar niños y bendecir a los presentes.
En sus primeras palabras en este viaje de apenas diez horas a Ajaccio, Bergoglio repasó la historia de las civilizaciones en el Mare Nostrum, con especial recuerdo a la grecorromana y la judeocristiana, que «atestiguan la relevancia cultural, religiosa e histórica de este gran “lago” en medio de tres continentes, de este mar único en el mundo que es el Mediterráneo».
Un Mediterráneo que «ha sido a menudo el escenario ideal para el nacimiento de mitos, cuentos y leyendas», así como cuna de la filosofía, el arte y las técnicas de navegación, que «permitieron a las civilizaciones del Mare Nostrum desarrollar una cultura elevada, abrir vías de comunicación, construir infraestructura y acueductos y, más aún, sistemas jurídicos e instituciones de notable complejidad cuyos principios básicos siguen siendo válidos y actuales».
«Entre el Mediterráneo y el Oriente Medio se originó una experiencia religiosa muy particular, vinculada al Dios de Israel, que se reveló a la humanidad e inició un incesante diálogo con su pueblo, que culminó en la singular presencia de Jesús, el Hijo de Dios, Aquel que dio a conocer de modo definitivo el rostro del Padre, Padre suyo y nuestro, y llevó a término la Alianza entre Dios y la humanidad», recordó el Papa.
La pregunta sobre Dios parece desvanecerse
Más de dos mil años y varias culturas después, «la historia la fe cristiana ha dado forma a la vida de los pueblos y de sus instituciones políticas», mientras «hoy, especialmente en los países europeos, la pregunta sobre Dios parece desvanecerse, encontrándonos cada vez más indiferentes respecto a su presencia y su Palabra», advirtió Francisco, quien pidió ser «cautos al analizar esta situación, para no dejarnos llevar por consideraciones precipitadas o juicios ideológicos que, a veces todavía hoy, contraponen cultura cristiana y cultura laica».
Al contrario, «es importante reconocer una apertura recíproca entre estos dos horizontes: los creyentes se abren siempre con mayor serenidad a la posibilidad de vivir la propia fe sin imponerla, como levadura en medio de la masa del mundo y de los ambientes en los que viven». A su vez, «los no creyentes o cuantos se han alejado de la práctica religiosa no son ajenos a la búsqueda de la verdad, de la justicia y de la solidaridad», un humus perfecto para «interpelarse sobre el misterio de la vida y buscar valores fundamentales para el bien común».
En este marco, Francisco destacó la importancia de la piedad popular que, por un lado, «nos remite a la Encarnación como fundamento de la fe cristiana, que se manifiesta siempre en la cultura, la historia y los lenguajes de un pueblo, y se transmite por medio de los símbolos, las costumbres, los ritos y las tradiciones de una comunidad viva», y por el otro «atrae e involucra también a personas que están en el umbral de la fe, que no son practicantes asiduos y, sin embargo, descubren en ella la experiencia de las propias raíces y afectos, junto con los valores e ideales que consideran útiles para la propia vida y la sociedad».
Instrumentalizar la piedad popular
Pese a todo, advirtió Bergoglio, «existe el riesgo de que las manifestaciones de piedad popular se limiten a aspectos externos o folclóricos, sin llevar al encuentro con Cristo; o que se contaminen con aspectos y «creencias fatalistas o supersticiosas»». Junto a ello, el de que «la piedad popular sea utilizada o instrumentalizada por grupos que pretenden fortalecer su propia identidad de manera polémica, alimentando particularismos, antagonismos y posturas o actitudes excluyentes».
«Todo esto no responde al espíritu cristiano de la piedad popular y nos interpela a todos, en particular a los pastores, para vigilar, discernir y promover una atención continua hacia las formas populares de la vida religiosa», añadió.
Cuidado de que la piedad popular sea utilizada o instrumentalizada por grupos que pretenden fortalecer su propia identidad de manera polémica, alimentando particularismos, antagonismos y posturas o actitudes excluyentes
En cambio, «cuando la piedad popular logra comunicar la fe cristiana y los valores culturales de un pueblo, uniendo corazones y amalgamando una comunidad, entonces se produce un fruto importante que influye en toda la sociedad, y también en las relaciones de las instituciones civiles y políticas con la Iglesia», Porque «la fe no es un hecho privado, que se consuma en el santuario de la conciencia, sino que ―si pretende ser plenamente fiel a sí misma― implica un compromiso y un testimonio hacia todos, para el crecimiento humano, el progreso social y el cuidado de la creación, como signo de la caridad».
Audacia en hacer el bien
Una caridad que se demuestra a través de «innumerables obras de solidaridad e instituciones como hospitales, escuelas, centros asistenciales ―¡en Francia son muchas!―», en las que «los creyentes se han comprometido en beneficio de los necesitados y han contribuido al crecimiento del bien común», en una suerte de «ciudadanía constructiva» de los cristianos, que también persiste a través de la piedad popular.
Junto a ello, en el «terreno común de esta audacia en hacer el bien«, Francisco llamó a los creyentes a «encontrarse en un camino compartido con las instituciones seculares, civiles y políticas, para trabajar juntos en favor de toda persona, empezando por los más desfavorecidos».
Y, en esa línea, «desarrollar un concepto de laicidad que no sea estático y rígido, sino evolutivo y dinámico, capaz de adaptarse a situaciones diversas o inesperadas, y de promover la colaboración constante entre las autoridades civiles y eclesiásticas para el bien de toda la colectividad, permaneciendo cada uno dentro de los límites de sus propias competencias y espacios».
Una «sana laicidad», tal y como la definió Benedicto XVI, que garantice que «la política actúe sin instrumentalizar a la religión, y que se pueda vivir libremente la religión sin el peso de políticas dictadas por intereses, a veces poco conformes, y con frecuencia hasta contrarios a las creencias religiosas».
La autoridad sólo crece en proximidad
«De esta manera se podrán aprovechar más las energías y sinergias, sin prejuicios y sin oposiciones de principio, en un diálogo abierto, franco y fructífero», concluyó el Papa, quien finalizó apostando por un «entrelazamiento sin confusiones» entre el mundo religioso y el laico, «entre la Iglesia y las instituciones civiles y políticas».
«Ustedes llevan mucho tiempo trabajando sobre este tema y son un ejemplo virtuoso en Europa. ¡Sigan adelante! Y quisiera animar a los jóvenes a participar aún más activamente en la vida socio-cultural y política, con el impulso de los ideales más sanos y la pasión por el bien común. Asimismo, exhorto a los pastores y a los fieles, a los políticos y a quienes tienen responsabilidades públicas a permanecer siempre cercanos al pueblo, escuchando sus necesidades, comprendiendo sus sufrimientos e interpretando sus esperanzas, porque toda autoridad sólo crece en la proximidad», finalizó. «Cercanía a Dios, a los demás pastores, al pueblo… el pastor que no tiene esa cercanía, simplemente, no es un pastor».-