Ni el PIB venezolano escapa del cambio climático, advierte Acfiman
Según el Borrador Final del Segundo Reporte Académico de Cambio Climático, urge definir una institucionalidad enfocada en el desarrollo sostenible del país
La Secretaría Académica de Cambio Climático (SACC) de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales de Venezuela (Acfiman) presentó recientemente el Borrador Final (BF) del Segundo Reporte Académico de Cambio Climático (Dracc) en el que unos cincuenta y un expertos de quince centros educativos y de investigación venezolanos y extranjeros llegaron a una conclusión: “Las consecuencias del cambio climático para el país serán severas en el corto plazo”, nada sorpresiva si se recuerda que en el último informe del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) -publicado en 2023- se utilizaron frases como “irreversibles” y “ahora o nunca”.
“Venezuela ha ocupado los últimos lugares en la región en la clasificación de los países con posibilidades de lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), conocidos como la Agenda 2030”, precisó la doctora Alicia Villamizar, Individuo de Número (Electo, Sillón XVIII) de la Acfiman y cofundadora y coordinadora del Programa de Cambio Climático y de la SACC.
Los autores del Capítulo de Desarrollo Sustentable del Dracc advirtieron que el avance de Venezuela en el cumplimiento de los ODS se ha dificultado “por la ausencia de una institucionalidad para el desarrollo sostenible que sea capaz de trabajar articuladamente con la sociedad civil”.
Mora legislativa
El Estado venezolano no ha formulado una Política Nacional de Cambio Climático, una Estrategia Nacional de Cambio Climático ni un Plan Nacional de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático, compromisos comunes a los países miembros de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (Cmnucc); tampoco ha estructurado un Sistema Nacional de Inventarios de Gases de Efecto Invernadero. El país muestra “una tardanza en la promulgación de la Ley de Cambio Climático -en discusión en la Asamblea Nacional desde hace más de una década-, lo que resulta en un escollo para la definición de una efectiva institucionalidad nacional en la materia y para la gobernabilidad ambiental en el país. Se propone como una necesidad perentoria innovar en esta materia, porque la institucionalidad actual es poco flexible; y que esa innovación descanse sobre la descentralización, la desconcentración y la participación de todos los actores de la sociedad organizada, que son los principios básicos de toda institucionalidad”, indicó la académica.
Como contribución a los vacíos de información sobre cambio climático para el país, Acfiman publicó dos informes especiales durante el período 2020-2024: uno sobre el inventario de gases de efecto invernadero (GEI) y otro contentivo de lineamientos para la formulación de la Contribución Nacionalmente Determinada (NDC) de Venezuela para 2020-2030. Ambos documentos también son compromisos de los países que suscribieron la convención, acotó la investigadora.
Desafíos
En su presentación, la doctora Villamizar explicó que la SACC se divide en tres grupos de trabajo (GT). El Grupo de Trabajo I (GTI) se encarga de la ciencia del cambio climático; el Grupo de Trabajo II (GTII) trabaja los impactos, la vulnerabilidad y la adaptación; mientras que el Grupo de Trabajo III (GTIII) aborda la mitigación, incluyendo en este reporte lo relativo a las energías renovables. “Después de ocho plenarias, tenemos el borrador final, que debe ser revisado por expertos externos, nacionales o extranjeros. Tenemos previsto presentar la versión definitiva en el segundo semestre de 2025”. En total participaron 51 autores líderes y 20 autores contribuyentes.
Según la profesora de la Universidad Simón Bolívar (USB), uno de los retos que identificaron fue la incorporación de más investigadores, sobre todo jóvenes, de disciplinas tan diversas como la química y física atmosférica, el modelaje del clima, la biodiversidad, los recursos hídricos, las aguas subterráneas, el transporte y las ciudades. También concluyeron que era necesario “realizar estudios de línea base que contemplen registros de datos en pobreza, salud, economía, cultura y percepción de riesgo, así como identificar efectos en cadena. Cada uno de los impactos que hemos identificado a su vez genera una cantidad de respuestas en cadena que complican mucho más la formulación de políticas públicas”.
Como presidente del Grupo de Trabajo II (Impactos, Vulnerabilidad y Adaptación), la doctora Villamizar presentó algunos hallazgos relevantes de los capítulos del Dracc.
Recursos hídricos
Respecto a los recursos hídricos del país señaló que el aumento de la temperatura y la disminución de las precipitaciones en Venezuela inciden directamente en la calidad del agua, advirtiendo que es escasa la investigación al respecto. “Los efectos de las sequías severas no se han estudiado con suficiente detalle en el país, a pesar de la crisis hídrica que han generado. Las sequías han ocasionado un impacto severo sobre las reservas hídricas en los embalses donde se han detectado menos caudales, lo que podría afectar el suministro de agua a la población”.
Aunque lloverá menos, aumentarán las precipitaciones extremas, algo que podría causar problemas en la infraestructura del agua. “Los sistemas de alcantarillado y las plantas de tratamiento de agua podrían verse desbordados, particularmente en las regiones costeras y andina. Según las proyecciones para las cuencas de los ríos Caroní, Yaracuy y Tocuyo, la escorrentía (flujo de agua de lluvia que no es absorbido por el suelo y discurre por la superficie) se reducirá significativamente”, dijo.
Economía tan caliente como el clima
Ni la economía venezolana escapará de los embates del cambio climático. El cambio climático ha influido en el Producto Interno Bruto (PIB), tendencia que se mantendrá en las próximas décadas, de acuerdo con lo expuesto por la doctora Villamizar. Los autores del capítulo que aborda los aspectos socioeconómicos informaron que, en los últimos diez años, el aumento de la temperatura ha contribuido con la reducción del PIB per cápita de Venezuela entre 0,95% y 1,30%. Hacia 2030, el PIB del país será alrededor de 10% inferior al que hubiera sido sin el cambio climático. Para 2050, el efecto será de 36,6% y de 12% para 2100.
“En Venezuela se reportaron más de veinte eventos de desastres por inundaciones entre 2000 y 2019 que significaron una pérdida de más de mil millones de dólares americanos, cifra que tiene una relación directa con el presupuesto nacional”, comentó la académica de Acfiman.
La actividad turística igualmente sufrirá por el cambio climático, mermando en un 0,5% el rendimiento de las empresas por pérdida de playas o de infraestructura debido al incremento del nivel del mar. “Los costos de no acción es un tema clave”.
Bienestar humano
Para 2030, “pasado mañana” en palabras de la doctora Villamizar, el 40% de la población padecerá de inseguridad alimentaria moderada y 20% inseguridad alimentaria grave.
La académica precisó que son pocos los estudios que correlacionan directamente el cambio climático con la salud humana. A pesar de ello, aclaró que, de acuerdo con estimaciones recientes, el aumento de la temperatura ha incrementado la mortalidad; el dengue y la malaria han aumentado en zonas con deforestación causada por la minería ilegal y los eventos epidémicos de dengue podrían exacerbarse en el futuro como consecuencia del Niño-Oscilación del Sur (ENOS).
Por otro lado, las políticas de vivienda y desarrollo urbano, no concertadas ni planificadas adecuadamente, han elevado la vulnerabilidad urbana a las amenazas climáticas y han propiciado el desarrollo insostenible de las ciudades, insostenibilidad ambiental que se ha exacerbado por prácticas extractivistas sin control. “Lo vemos en el caso de la Zona de Desarrollo Estratégico Nacional Arco Minero del Orinoco, pero también en los estados Táchira, Falcón, donde hay otros tipos de extracciones mineras que no están tan documentadas”, resaltó la doctora Villamizar.
Electrificación y reforestación
Para la doctora Davna Rodríguez, jefe del Departamento de Tecnología Industrial de la USB-Sede Litoral y presidente del GTIII (Mitigación y Energías Renovables), “una estrategia de mitigación para Venezuela sería reducir la minería y la agricultura migratoria” (tipo de práctica agrícola que consiste en alternar períodos cortos de cultivo con períodos largos de descanso).
La electrificación del sector transporte también disminuiría la emisión de GEI. En este caso, la experta no solo mencionó la importación de nuevas unidades, sino la posibilidad de convertir vehículos de gasolina a vehículos eléctricos, algo que ya se empezó a hacer en la ciudad de Valencia (Carabobo).
Con respecto a la reforestación, la doctora Rodríguez citó un dato recogido por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), según el cual la Misión Árbol, impulsada por el Ministerio del Poder Popular para el Ambiente (hoy Ministerio del Poder Popular para el Ecosocialismo), logró reforestar 40 mil hectáreas entre los años 2006 y 2013, equivalentes al 2% de los dos millones de hectáreas perdidas en el mismo periodo por el avance de la deforestación. “Las estrategias para la captura de carbono forestal estarían en reducir la deforestación y mejorar la gestión de los recursos forestales”, planteó la investigadora.
Desechos sólidos
La profesora de la USB-Sede Litoral dijo que el país requiere la transformación de los sitios de deposición final urbanos en rellenos sanitarios controlados que reduzcan los GEI. La recuperación, purificación y mejoramiento del biogás -gas obtenido por la degradación anaeróbica de residuos orgánicos mediante la acción de microorganismos como bacterias- se puede utilizar como combustible, “incorporándolo a la red de gas natural o utilizándolo para hacer funcionar el transporte y alumbrado públicos aledaños”.
Un ejemplo exitoso es Andes en Acción Climática, proyecto para la sostenibilidad ambiental creado en 2018 por la organización no gubernamental italiana Comité Internacional para el Desarrollo de los Pueblos (CISP) y la Universidad Nacional Experimental del Táchira (Unet) en los estados Táchira, Mérida y Trujillo. Dicha iniciativa determinó que la materia orgánica (compost) generada a partir del manejo de residuos y desechos sólidos, conjuntamente con los programas de reciclaje, “disminuyen la cantidad de desechos que llegan a los sitios de deposición final y, por lo tanto, reduce los GEI que se producen en esos sitios”, acotó la doctora Rodríguez.
Emisiones agrícolas
Del Capítulo Agricultura del GTII se encargó el ingeniero agrónomo de la UCV y miembro del Grupo Orinoco, doctor Aníbal Rosales. “La agricultura como sector económico productivo está muy deteriorada en el país”, advirtió el autor líder coordinador del GTII. “La emisión de GEI del sector se ha reducido, pero no intencionalmente, sino por una reducción de la superficie sembrada y de la población bovina”.
Indicó que su grupo de trabajo se centró en la regionalización de los impactos del cambio climático “para que las medidas de mitigación y adaptación estén asociadas a las características de cada región”. En ese sentido, explicó que se dividió al país en dos grandes paisajes geográficos: áreas de montaña (cordillera de la costa y cordillera de los Andes, principalmente) y áreas planas (llanos orientales, centrales y occidentales), que constituyen paisajes agrícolas importantes para rubros como el café y las hortalizas, respectivamente. “En agricultura, la adaptación es un tema clave, pero hay pocos trabajos al respecto y la mayoría tienen que ver con riego debido al déficit hídrico asociado al cambio climático”.
Expansión de tierras áridas y semiáridas
Hasta ahora, los hallazgos reflejan cambios en la aptitud agrícola -capacidad de la tierra para ser aprovechada para la producción agropecuaria o forestal en condiciones naturales- por efecto del cambio climático. “La expansión de tierras áridas y semiáridas a costa de las tierras más vulnerables incide en la aptitud de las tierras para diferentes cultivos. Por ejemplo, las zonas de café van ganando en altura”.
En líneas generales, el doctor Rosales aseguró que “la variabilidad interanual de la precipitación afecta la producción agrícola. Se predice un aumento de temperatura y reducción de precipitación -sobre todo en las áreas agrícolas del oriente venezolano- con secuelas para la agricultura. También se constata una reducción del área ocupada por climas húmedos y un aumento de las áreas de climas secos (áridos y semiáridos)”.
En opinión del miembro del Grupo Orinoco, “las facultades de Agronomía de las universidades tienen muchas dificultades y el INIA (Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas) está cerrado completamente. La investigación agrícola está en una situación terrible, caótica”.
Venezuela, más caliente y seca
El GTI (Ciencia del Cambio Climático) se enfocó en el estudio de tres grandes temas: clima y modelaje; efectos del cambio climático sobre los ecosistemas, en especial los acuáticos (continentales y marinos), y procesos ecológicos y físicos y su relación con el cambio climático.
La doctora Estrella Villamizar, investigadora del Instituto de Zoología y Ecología Terrestre de la Universidad Central de Venezuela (IZET-UCV) y presidente del GTI, explicó que se llevó a cabo una revisión bibliográfica sobre cambios en el sistema climático y las proyecciones futuras para el país.
Las tendencias en el incremento de temperatura promedio anual desde 1950 hasta 2020 evidencian “un incremento de temperatura de 0,22 ºC por década para el período 1980-2015, que ha sido muy heterogéneo y que va a continuar en las próximas décadas”, dijo.
La doctora Villamizar insistió en que Venezuela será “un país más seco. Las precipitaciones van a disminuir. Se calcula entre 0% y 20% menos de precipitaciones anuales”.
Por otro lado, la investigadora del IZET-UCV precisó que, para el año 2100, se estima un incremento en el nivel del mar de entre 0,28 metros y 0,55 metros. “La tasa se ha acelerado enormemente en los últimos años. Como consecuencia, se espera una pérdida de playas para el país. Todas las costas bajas van a ser cubiertas por el mar”.
En el escenario de mayor temperatura y menor precipitación en el centro y sur de Venezuela, las plantas acuáticas, como las que se encuentran en la región guayanesa del Pantepui (Bolívar), estarán en riesgo de extinción. “En el delta del Orinoco habrá inundaciones sobre extensiones significativas de tierras y una salinización de los cuerpos de agua dulce. Varias ciudades podrían quedar cubiertas por el mar”, acotó.
Ecosistemas coralinos
Al afectarse los cuerpos de agua, se afectará “toda la fauna asociada y las aves acuáticas son de los grupos más diversos en estos ecosistemas”, recordó en su ponencia la doctora Villamizar.
Los arrecifes de coral venezolanos también están siendo amenazados debido al cambio climático. “Los estudios que más se han hecho se relacionan con blanqueamiento y cambios en la distribución de las especies. El cambio climático ha calentado las aguas, lo que ha quebrantado la simbiosis que existe entre los corales y las algas asociadas, conocidas como zooxantelas. Sin embargo, un coral blanqueado no está muerto: hay que acercarse para ver si tiene los pólipos vivos sin el alga que le da el color característico”, afirmó.
Esta tendencia va en línea con el panorama global. De acuerdo con la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), el 44% de las especies de corales formadores de arrecifes a nivel mundial están en riesgo de extinción. “Venezuela no se ha quedado atrás, aunque tardaron un poco en llegar los eventos de blanqueamiento”, aseguró la doctora Villamizar.
Las comunidades de peces asociadas a los ecosistemas coralinos igualmente se verán afectadas. “Son las primeras especies que van a desaparecer al desaparecer los corales”, advirtió.
Costo de la no acción
¿De qué sirven los reportes académicos de cambio climático? Para el doctor Eduardo Buroz, Individuo de Número (Sillón V) de la Acfiman y autor líder del Capítulo de Recursos Hídricos y Calidad de Agua del GTII, “los reportes hacen más fácil la toma de decisiones políticas y de instrumentación. La experiencia internacional nos indica que muy pocos países han desarrollado estos estudios y Venezuela ya cuenta con dos reportes y esperamos comenzar muy pronto el tercero”.
También instó a aumentar la investigación en economía del cambio climático, ya que todavía “es muy pobre. Vamos a tener que abrir un capítulo especial en el Tercer Reporte Académico de Cambio Climático para medir el costo de la no acción y la inversión”, propuso.
El doctor Buroz fue enfático al señalar que tanto la reforestación como el manejo de los desechos sólidos exigen dinero. “No hay atractivo económico para las empresas”.
Antifragilidad versus resiliencia
El académico cree que se debe hacer más investigación social en materia de cambio climático. “Algo muy importante que no estamos investigando a profundidad son los encadenamientos de efectos. Cada acción tiene una consecuencia. Todo lo que hagamos los seres humanos afectará a la naturaleza. Debemos lograr un balance y precisamente para eso son los estudios de impacto ambiental”.
Finalmente comparó el concepto de antifragilidad con el de resiliencia. Mientras la resiliencia habla de la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado adverso, la antifragilidad se refiere a la capacidad para salir fortalecido de una perturbación o adversidad. El término fue acuñado por Nassim Nicholas Taleb en su libro Antifragile: Things That Gain from Disorder (2012) (Antifragilidad: cosas que se benefician del desorden). En la última página, el autor escribió: “Así como los huesos humanos se fortalecen cuando se los somete al estrés y la tensión, muchas cosas en la vida se benefician del desorden, la volatilidad y la agitación”.
“El cambio climático es la realidad, va a existir y va a aumentar mientras no logremos conseguir una fuente energética segura, barata y fácil. Sobre este escenario tenemos que trabajar”, concluyó el doctor Buroz.
Programa de Cambio Climático de Acfiman
La presidenta de Acfiman, doctora Liliana López, explicó que el Programa de Cambio Climático nació con el objetivo de atender y hacer seguimiento a las problemáticas causadas por el cambio climático en el país mediante actividades de carácter académico, y proveer información científica y técnica de soporte a las decisiones vinculadas al clima a todos los niveles de la sociedad. El proyecto fue planteado en 2011 por las doctoras Alicia Villamizar y Lelys Bravo (matemática de la USB y proponente principal del proyecto) y aprobado por la Acfiman en 2013, comenzando actividades en 2014. Uno de sus antecedentes es la Cátedra Libre de Cambio Climático, adscrita en 2009 a la Escuela de Ingeniería Sanitaria de la Facultad de Ingeniería de la UCV, que contó con un comunicado de apoyo de Acfiman.-
21 Dic, 2024 / Correo del Caroní