Ayllón: «Los primeros cristianos transformaron el mundo con su ejemplo, sin tácticas ni campañas»
El filósofo advierte: «El cristiano entiende el mundo de forma contraria a las ideologías»
«Ser cristiano implica una forma de entender el mundo contraria a las ideologías. El cristianismo es la verdad, y no debemos tener miedo a exponerla», dice el filósofo.
José Ramón Ayllón es filósofo y autor de El mundo de las ideologías (Homo Legens, 2019). Un libro en el que analiza un mundo como el actual «hiperideologizado». Marxismo o positivismo se mezclan con otras ideologías más recientes como el feminismo o la ideología LGTBI. Todas profundamente anticristianas. Javier Lozano lo acaba de entrevistar para Misión, la publicación de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.
Sobre la raíz común de las ideologías, Ayllón empieza dando una clave. «Todas son hijas de una, la Ilustración francesa y su Revolución, y todas buscan cambiar la visión vigente en la civilización occidental, que se sustentaba sobre tres pilares: la razón griega, el derecho romano y el cristianismo», explica.
El brazo ejecutor del radicalismo
«Las ideologías son torpedos que van directamente contra estos pilares: la razón griega, pensada para descubrir la verdad leyendo correctamente la realidad; el derecho romano, fundamentado en el derecho natural (si hay una naturaleza, hay un autor y una ley moral natural que no nos la hemos dado nosotros); y el cristianismo, baluarte de la concepción trascendente del hombre y de la vida», añade.
Y, en este punto, menciona a la madre de todas las salsas. «La pretensión de la Ilustración francesa se percibe en todas las ideologías que surgen de ella. La masonería viene a ser el brazo ejecutor del radicalismo ilustrado francés. Mientras las ideologías montan partidos para alcanzar el poder, la masonería se infiltra en todo, también en la Iglesia, en los parlamentos… en todo», relata.
«Sus consecuencias actualmente son más evidentes que nunca. Hoy hay una concepción del mundo muy materialista, donde el ser humano aparece como un conjunto de células que han surgido al azar. No existe hueco para Dios. El marxismo, el evolucionismo radical, el psicoanálisis freudiano, Nietzsche… todos son profundamente ateos. Y aparte de arrastrar una visión materialista y muy poco esperanzadora, las ideologías quieren sustituir la esperanza religiosa por una utopía que te dice, por ejemplo, que con la revolución sexual, cuando acaben los tabúes y haya amor libre, seremos plenamente felices. Prometen felicidad, pero una felicidad que nunca llega», advierte el filósofo.
Unas ideologías que utiliza cada una mecanismos distintos para implantarse en nuestro mundo. «Todas exigen revoluciones. Hay dos grandes tipos de revolución para lograr este ‘mundo feliz’: la revolución militar, que implica que haya muertos; y la revolución cultural, que no significa que sea neutra ni pacífica, como son el feminismo y el lobby LGTBI. Sus ideólogos no te van a pegar un tiro, pero te están destrozando a ti y a tus hijos. Estas revoluciones culturales acaban destrozando la sociedad entera con su concepción de la persona y el mundo», comenta.
«Somos nietzscheanos, aunque la gente no sepa quién es Nietzsche», dice Ayllón.
«Las montan ideólogos que viven de ellas. Y para conseguir una cuota de poder generan una especie de mesianismo. Pero nunca se cumplirán sus promesas, ni les interesa que así sea. Lo que les interesa es que la sociedad esté medio hundida y en conflicto para venderte su producto. Por eso, saber detectar las ideologías es más importante de lo que parece, pues una juventud ideologizada acaba en un país de rodillas, como tantos y tantos ejemplos de países fallidos», añade.
Un éxito, el de las ideologías entre la gente, que tiene difícil solución. «El marxista italiano Antonio Gramsci se dio cuenta de que no se podía conquistar el mundo sacando el ejército a la calle porque las democracias modernas no admitirían una revolución así. Pero sí podría triunfar una revolución cultural llenando de ideología los libros, las enseñanzas de los profesores, el cine o la música. Hoy lo que se ve y se lee es profundamente ideológico. Es ideología al cien por cien», dice Ayllón.
Pero, el filósofo da algunas claves para intentar minimizarlo. «No puedes detectar una ideología sin saber lo que es, tienes que saber a lo que te enfrentas, conocer al enemigo. Para eso hay que leer mucho y tener unos profesores y unos padres con gran criterio, porque incluso muchos medios de comunicación están interesados en ocultar su carácter ideológico. Es necesaria una seria labor de información en las aulas, sobre todo por parte de profesores de Filosofía e Historia moderna. Y fiarse poco de lo que te cuentan y, en cambio, preguntar siempre a los expertos, como hacemos en cualquier otro ámbito de la vida porque, al final, hoy este conocimiento sólo está llegando a una minoría, pues es bastante más complejo que saber cómo va la Liga», propone.
«Los ejemplos son constantes en todos los ámbitos de la vida, y se manifiestan en una grave pérdida de las libertades de pensamiento, expresión y acción. Un ejemplo patente: la negación de la evidencia biológica en la multiplicación ridícula de supuestas identidades sexuales. Otro: el acoso a la enseñanza diferenciada, masculina y femenina. O los supuestos modelos de familia, como si también existieran triángulos de 4 o 5 lados. El ostracismo y el linchamiento mediático a los críticos con el pensamiento dominante. Y la sustitución generalizada de la verdad por la opinión. La lista es interminable. Por supuesto, los políticos en el poder llaman ‘progreso’ a esta calamidad, pero creo que es más apropiado llamar calamidad a este progreso», añade el filósofo.
Ayllón también explica que esa maldad de las ideologías se incrementa cuando la violencia es intelectual. «Si la violencia es física, las hay terroríficas, como los nacionalismos y el marxismo. Si la violencia es intelectual, como una forma de deconstruir la mente de la persona, el feminismo radical o la ideología LGTBI son demoledoras porque van contra la evidencia y la biología. Hoy hay ideologías que no acaban con la vida de ocho millones de personas, pero sí con sus almas«, asegura.
«La verdad y la virtud son el ADN del ser humano. Si vas contra la verdad y la virtud, has envenenado al ser humano, te lo has cargado. El ser humano está hecho para la verdad, la virtud y la belleza. Si vendes lo contrario, lo estás deshumanizando«, añade.
Tenemos que avisar de su trampa
El filósofo asegura que las conductas sociales revelan nuestras verdaderas creencias. «Hemos aceptado que ‘Dios no existe’… Las ideas nietzscheanas han ido calando. El superhombre de Nietzsche no es un tipo que va a un gimnasio y saca músculo; es un tipo que decide por sí mismo lo que está bien y lo que está mal. Esto ha calado profundamente en la cultura occidental. Somos nietzscheanos, aunque la gente no sepa quién es Nietzsche, y somos freudianos, aunque la gente no sepa quién es Freud. Sus tesis sobre el placer, sobre la inversión de valores, llamar bueno a lo que es malo, y represión a lo que es templanza y dominio de sí, ha calado profundamente», dice.
Además, se trata de una amenaza que hay que denunciar. «Cuando he dado clases en distintas universidades y lo explico me dicen: ‘Tengo la sensación de que me han estado engañando toda mi vida‘. Y cuando lo has descubierto, tienes que actuar. Cada uno desde su ámbito. Yo soy profesor y tú, periodista. Somos servidores de la verdad. En la medida en que la ideología es una gigantesca mentira, tenemos que avisar de su trampa. Es un suicidio colectivo», explica Ayllón.
Para el filósofo, los cristianos tienen un papel muy importante en esta sociedad tan ideologizada. «Ser cristiano implica una forma de entender el mundo contraria a las ideologías. El cristianismo es la verdad, y no debemos tener miedo a exponerla. No la imponemos con cañonazos, al estilo de Napoleón, sino con el ejemplo y la palabra. Ahí viene una cita de San Agustín: ‘Se nos llena la boca con el sonoro nombre de Platón y no con el sonoro nombre de Nuestro Señor Jesucristo’…», asegura.
«El consejo a los cristianos que no quieran ser manipulados por las ideologías, es fácil: conocer bien su religión y conocer las ideologías. La Iglesia católica repite, desde hace siglos que la ignorancia es uno de sus principales enemigos. Se refiere, sobre todo, al desconocimiento del propio mensaje cristiano. Un mensaje enormemente rico, presidido por un Dios creador, en el polo opuesto al origen materialista del Universo y del hombre. Un Dios que se hizo Hombre y que murió en una Cruz por nosotros», añade.
«Además del Catecismo –diría que de obligado conocimiento–, un resumen excelente del cristianismo lo ofrece Julián Marías en el breve ensayo La perspectiva cristiana. Habla de la respuesta de los cristianos, y creo que ahí está el secreto. Los primeros cristianos transformaron un mundo pagano con el ejemplo de sus vidas, sin tácticas ni campañas. Merecería la pena volver a intentarlo, siendo cada uno sal y luz en su casa, entre sus amigos, en su lugar de trabajo, en sus vacaciones, el fin de semana…».
«Uno de mis lemas favoritos es de Julián Marías: ‘Por mí que no quede’. ¿Qué podemos hacer? Aplicar esto. Un amigo mío dice que quiere que en su tumba ponga el epitafio: ‘Hizo lo que pudo’. ¡Pues qué bien! Si de verdad haces todo lo que puedes y luego se demuestra, la Iglesia te puede canonizar«, concluye.-