Párroco de la Transfiguración del Señor nos pide concretar «tres actitudes que no podemos abandonar en este momento»
"Hoy es el día de ser agradecidos. Por eso, propongo que rescatemos a ese gentilicio venezolano que pareciera estar dormido en muchos de nosotros"

Queridos parroquianos y amigos,
Les escribo estas líneas por dos razones: en primer lugar, en mi responsabilidad como párroco
siento que debo expresar una palabra de acompañamiento en estos momentos difíciles, de
manera que se vea con claridad el compromiso indicado por nuestros obispos en la carta del
9 de enero pasado “de acompañar al pueblo venezolano en sus alegrías y sufrimientos, y
contribuir, a través de la cotidiana acción evangelizadora, a que reinen en nuestro país el
respeto de la dignidad de la persona, la verdad, la justicia, el estado de derecho, la libertad y
la paz”.
Por otra parte, hoy se siente en el ambiente como si nos hubiéramos sumergido en un viernes
santo sin fe: hemos puesto todas nuestras esperanzas en Aquél que creíamos sería coronado
y sentado en un trono de oro y, sin embargo, lo contemplamos en la cruz con una corona de
espinas. Imaginen el dolor, la decepción y desesperanza de los discípulos al contemplar así al
Salvador del mundo.
Pero allí no terminó la historia. Al tercer día vino la experiencia de Jesús Resucitado, quien
vence aquello que pensábamos era invencible: la muerte. Ese es el centro de nuestra fe.
De esta manera se redimensiona la lucha continua por el Reino de Dios, reino que empieza
aquí en la tierra y llega a su plenitud en la vida futura. San Juan Pablo II en su encíclica
Solicitudo Reis Socialis al hablar sobre las ideologías dominantes y deshumanizadoras, donde
se manifiestan el afán de ganancia y la sed de poder, hace un análisis desde la identificación
adecuada y necesaria del mal moral para que la conducta de todo ser humano pueda
encontrar el camino adecuado para superar este mal. Cito al primer Papa que pisó nuestras
tierras:
Este camino es largo y complejo y además está amenazado constantemente tanto por
la intrínseca fragilidad de los propósitos y realizaciones humanas, cuanto por
la mutabilidad de las circunstancias externas tan imprevisibles. Sin embargo, debe ser
emprendido decididamente y, en donde se hayan dado ya algunos pasos, o incluso
recorrido una parte del mismo, seguirlo hasta el final. En el plano de la consideración
presente, la decisión de emprender ese camino o seguir avanzando implica ante todo
un valor moral, que los hombres y mujeres creyentes reconocen como requerido por la
voluntad de Dios, único fundamento verdadero de una ética absolutamente
vinculante.
Es de desear que también los hombres y mujeres sin una fe explícita se convenzan de
que los obstáculos opuestos al pleno desarrollo no son solamente de orden
económico, sino que dependen de actitudes más profundas que se traducen, para el
ser humano, en valores absolutos. (SRS 38)
Queridos hermanos, estas palabras nos mueven a concretar tres actitudes que no podemos
abandonar en este momento y, como cristianos, debemos contagiar a todo aquél que se
encuentre a nuestro alrededor:
1. Resiliencia
Hace muchos años, estuvo de moda en nuestro país un muñeco que siempre permanecía de
pie (pues la parte de abajo era más pesada que el resto y de forma semiesférica). Era el famoso
“porfiado”. Por más que se le pegara, se devolvía a su posición original; incluso, si era del
tamaño de la persona que le golpeaba, al regresar a su posición podía “devolver el golpe”.
Con esta imagen quiero dar a entender que la resiliencia es esa capacidad que tenemos de
recibir cantidad de golpes en nuestro ser psíquico y espiritual, pero sin que hagan mella en
nosotros; pueden movernos pero no tumbarnos.
Algunos psicólogos están analizando la situación que hemos vivido en los últimos dos días e
invitan a vivir esta resiliencia reforzando la esperanza que únicamente se puede alcanzar
desde la paciencia. Es el momento de fijarnos más en lo que se ha logrado que en lo no
alcanzado.
Desde la fe, la resiliencia se vive en una actitud de agradecimiento. Vivir de esta manera nos
lleva a relativizar la obra del mal y a tender puentes de comunión hacia la otra persona que
busca hacer el bien, aunque todavía el resultado no haya sido el esperado por nosotros. Ya lo
dice San Pablo en la Carta a los Efesios: “siempre y por cualquier motivo, den gracias a Dios,
nuestro Padre” (Ef 5,20).
Por otra parte, el agradecimiento a Dios Padre nos lleva a la confianza plena. Dejando nuestra
vida e historia en sus manos, pero con la responsabilidad de enfrentar cada situación que se
presenta, se vive en la convicción de hacer lo que se tiene que hacer para que la historia, con
la presencia de la acción del cristiano, sea transformada en historia de salvación.
2. Rescatemos al Venezolano
Añoramos aquellos días en que nuestro gentilicio era considerado el más alegre sobre la tierra;
no sé si es cierto, pero se decía que habíamos entrado al libro de Récord Guinness como el
pueblo más feliz. Lo cierto es que según el World Happiness Report del año 2024, realizado
por la Universidad de Oxford, Venezuela se encuentra dentro del ranking de felicidad en el lugar
79 de entre 143 naciones1
.
Los venezolanos en el exterior han demostrado la calidad humana de nuestro gentilicio:
muchas parroquias se han visto potenciadas con la alegría y la manera de ser sencillo del
venezolano; una cantidad enorme de empresas se han enriquecido con el capital humano de
venezolanos que han salido como embajadores de la excelencia académica recibida a lo largo
de años en el país; otros, desde los trabajos humildes han llenado de detalles y espontaneidad
otras culturas que han agradecido esta forma de ser.
Las separaciones familiares, las dificultades económicas y de salud, así como otra cantidad
de calamidades, han entristecido a nuestro pueblo. No podemos dejarnos vencer por el
demonio de la tristeza que buscará en todo momento derrotarnos, tal y como lo expresa el
1 Helliwell, J. F., Layard, R., Sachs, J. D., De Neve, J.-E., Aknin, L. B., & Wang, S. (Eds.). (2024). World
Happiness Report 2024. University of Oxford: Wellbeing Research Centre. Se puede ver en
https://worldhappiness.report/ed/2024/
diablo mayor Escrutopo a su sobrino Orugario en la sátira de C.S. Lewis, Cartas del Diablo a su
Sobrino: “la callada desesperación (apenas sentida como dolorosa) de superar alguna vez las
tentaciones crónicas con que una y otra vez les hemos derrotado, la tristeza que creamos en
sus vidas, y el resentimiento incoherente con que les enseñamos a reaccionar a ella, todo esto
proporciona admirables oportunidades para desgastar un alma por agotamiento.” (C.S. Lewis.
Cartas del Diablo a su Sobrino. Carta XXVIII)
Nuestra fe es una fe histórica porque Jesucristo se ha encarnado en nuestra historia, siendo
Dios y hombre verdadero. De ahí que en nuestra historia nos esforcemos por vivir los valores
del Evangelio. El venezolano que conocí durante años rodando por estas tierras, es una
persona que siempre tiene en su boca un “gracias”, “buenas tardes”, “señor”, “por favor”; el
venezolano que recuerdo en el metro durante mis años de formación, siempre era una persona
bien vestida, perfumada, dando el puesto a los ancianos…; el venezolano que encontré en
múltiples ambientes en mis tiempos juveniles era “chalequeador”, sin rencores sociales ni
históricos, “echado pa’lante”; el venezolano que sorprendió al Papa Juan Pablo II en su
primera visita, tenía una fe sencilla y familiar, pidiendo la bendición a sus mayores y hasta al
Papa; el venezolano que más de una vez me sorprendió en la tragedia de Vargas y en tantas
experiencias de misión tiene la casa abierta para quien la necesite, un plato de comida en la
mesa para el visitante inesperado, solidario ante todas las adversidades…; el venezolano que
extraño tenía como mayor disputa el pertenecer a uno u otro equipo de beisbol (ojo, ¡que yo
soy magallanero!) y dirimía sus discusiones en una buena partida de dominó con una caja de
cervezas.
También es cierto que, como cultura, hemos tenido muchos defectos. Pero hoy es el día de
ser agradecidos. Por eso, propongo que rescatemos a ese gentilicio venezolano que pareciera
estar dormido en muchos de nosotros.
3. Misioneros de la Esperanza
Por último, es necesario que vivamos nuestra historia con un verdadero sentido de Esperanza.
El Papa Francisco nos ha convocado en este año 2025 al Jubileo de la Esperanza, titulando la
bula convocatoria con la frase de San Pablo: La esperanza no defrauda (Spes non confundit –
Rom 5,5).
Me parece muy significativo este jubileo para la situación histórica en la que estamos
sumergidos. Ciertamente, el cristiano pone toda su esperanza en Dios, pero no es una
esperanza ingenua, en la cual aguarda a que todo acontezca mágicamente; no, el cristiano
pone su esperanza en Dios porque sabe de su amor infinito, pero también sabe que nos ha
dejado este mundo para que lo administremos y lo hagamos fructificar (Cfr. Gen 1,28-31). Por
esto, nuestra esperanza se basa en que el trabajo realizado tendrá una resonancia de
salvación en esta historia y en la eternidad.
Benedicto XVI, al igual que Juan Pablo II, vivió el terror de la guerra y el dolor de un país sujeto
a los ideales inhumanos de líderes políticos que ganaron el favor popular para luego impulsar
sus proyectos a la fuerza. Por eso, plantea claramente otro aspecto de la esperanza: “Dios es
justicia y crea justicia. Éste es nuestro consuelo y nuestra esperanza” (Spe Salvi, 44). Sí,
nosotros sembramos actos de justicia y esperamos en su justicia que no será venganza, sino
de una misericordia que llame a la conversión: “Pero en su justicia está también la gracia (…)
Ambas –justicia y gracia– han de ser vistas en su justa relación interior. La gracia no excluye la
justicia” (idem). La misericordia exige conversión, como lo afirma Jesús, “vete y no peques
más”, pero si no hay conversión, “estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna” (Mt
25, 46).
Nuestra convicción está en que, sembrando los valores del Reino de Dios en los gestos más
pequeños que hacemos cada día, vamos acercándonos más a la concreción, tanto en
esta historia como en la eternidad, de la promesa que nos ha hecho Nuestro Señor de
una vida plena. Con esto en mente, en mi carta al Niño Jesús de la Nochebuena
pasada, les pedía a ustedes que nos convirtamos en misioneros de la esperanza.
Ciertamente el Papa Francisco nos propone que seamos peregrinos de la esperanza,
esas personas que transitan los caminos para buscar la esperanza; yo me he atrevido
a pedirles un poco más. Sé que nos hemos esforzado por vivir en la esperanza estos
últimos años y por eso les he pedido que esa esperanza que tenemos, la compartamos
con aquél que no la tiene, que seamos capaces de llevar esta profunda convicción
cristiana de estar caminando con el Señor a cada persona que encontremos, hasta
que, como nos lo ha dicho nuestro Arzobispo Mons. Biord en la misa de inauguración
del Jubileo de la Arquidiócesis de Caracas, “inundemos a Venezuela de Esperanza”.
Termino invitándoles a que hagamos una visita espiritual ante el Santísimo Sacramento del
Altar y oremos juntos:
Señor, danos muchos sacerdotes santos;
Señor, danos muchos consagrados santos;
Señor, danos muchos matrimonios santos;
Señor, danos muchos políticos santos;
Señor, santifica a Venezuela;
Señor, santifica a Venezuela;
Señor, santifica a Venezuela;
Señor, danos la paz.
¡Que así sea, Señor!.-
Reciban mi afectuosa bendición,
P. Néstor Briceño Lugo
Párroco de la Transfiguración del Señor
El Cafetal. Caracas.
Caracas, 11 de enero de 2025