Cruzando el umbral de la Esperanza
40 años de San Juan Pablo II en Venezuela (II)
Beatríz Briceño Picón:
El Papa Amigo llegó a Venezuela, por primera vez, el sábado 26 de enero de 1985, a las cuatro de la tarde. Pocos días antes del viaje, dirigió un mensaje a los venezolanos cargado de ilusión y de confianza en la ayuda de Dios y la Virgen de Coromoto. En el sexto párrafo nos dijo “Sé que hallaré un pueblo joven lleno de esperanza, que ya está preparándose a la celebración del quinto centenario de la evangelización de América. Conozco bien el entusiasmo y generosa colaboración de tantos miles y miles de venezolanos, que se preparan espiritualmente a la visita del Papa. Sé, sobre todo, de esa legión de agentes laicos que, dando muestras de espíritu apostólico y amor a los hermanos, participan en la Misión Nacional, que ha llevado hasta los más apartados rincones del país el mensaje del Evangelio, la doctrina de la Iglesia, la voz del Papa”.
A las 4 de la tarde, de ese día 26, el Papa Juan Pablo II pisó por sexta vez nuestro continente de la esperanza, besó la tierra venezolana y abrió su corazón de buen pastor agradecido. Entre muchas cosas, manifestó su alegría porque su visita hubiera encontrado, un eco anticipado, en esa gran Misión Nacional con la que, tan numerosos evangelizadores, renovaron la fe personal y la de todo el país por la auténtica conversión de nuestras vidas.
El domingo pasado coincidió con el día 26. Con ánimo de peregrina, fui con varias personas a la Catedral, a ganar el Jubileo de la Encarnación. Allí muchos andinos, que hacemos vida en Caracas, celebramos a la patrona de Trujillo, la Virgen de la Paz y agradecimos a Dios los 40 años de la llegada del primer y único pontífice que hemos tenido entre nosotros.
Recordamos también, el 28 de enero a las 6 de la tarde, la presencia del Peregrino junto a los dirigentes del Apostolado seglar, los organizadores de la gran Misión Nacional, los miembros de la CLAT y los representantes de los medios de comunicación. Tres líneas de reflexión y acción nos sugirió el Papa: Crecer en el Señor, llenarnos de Cristo y ser coherentes. “Todos unidos en una misma vocación: la de testigos de la resurrección de Cristo. Porque estoy seguro que la incidencia de vuestra fe católica no es tangencial, sino onda y consciente, como de verdaderos creyentes de Jesucristo salvador, redentor del hombre y del mundo”.
El primer acto multitudinario en Caracas fue el 27 de enero por la mañana, en la explanada de Montalbán que la recorrió en papamóvil, antes de la Asamblea eucarística. Bendijo y coronó allí, rodeado por todos los obispos, la hermosa imagen de la Virgen de Coromoto que presidió el encuentro y que hoy se venera en el templo de Guanare (Fue en 1996, en su segundo y último viaje, cuando inauguró ese templo de Guanare, donde esa misma imagen le esperaba al llegar). El Santo Padre comentó la gracia de visitar Venezuela al inicio de la novena de años con que la Iglesia de toda América Latina se preparó para celebrar, solemnemente, el V Centenario del inicio de la Evangelización, los 500 años de presencia y de servicio al Pueblo de Dios en este continente de la esperanza(…) Deseo que desde esta ciudad de Caracas, como desde un pórtico del continente, volvamos la mirada 500 años atrás, para postrarnos junto a los descubridores, en actitud de alabanza y adoración a Dios creador de las maravillas del Nuevo Mundo.
Al comentar el evangelio del día, el queridísimo Papa polaco se refirió a la Sagrada Familia en Belén, rodeada por los pastores, como primeros testigos del nacimiento del Hijo de Dios. Nos recordó que la realidad estupenda del amor conyugal se manifiesta precisamente en la comunión en el amor. Comunión de los esposos entre sí y de los padres con los hijos. Estos últimos vínculos hacen de la familia un hogar, una casa, donde la fusión de los corazones está garantizada por Dios: Si el Señor no construye la casa, en vano se fatigan los obreros” (Sal 126,1) (…) Al enfatizar su cariño a los esposos que se encontraban en la explanada, les dijo: Sed creadores de verdaderos hogares, de familias unidas y educadas en la fe. Luchad contra la plaga del divorcio que arruina a las familias e incide tan negativamente en la educación de los hijos. No rompáis vosotros lo que Dios ha unido. Respetad siempre la vida que es un espléndido don de Dios.
Si las familias venezolanas, que se proponen ser peregrinas de esperanza en este jubileo de la encarnación, leyeran despacio los mensajes del Papa en Venezuela, encontrarían en ellos una fuente de renovación de la fe y del amor. No es otro el propósito de esta serie que vamos publicando en agradecimiento al Santo Papa JPII. Ojalá muchos nos mandaran sugerencias para hacer de este Año de la Esperanza y del agradecimiento un tiempo de identificación de los corazones de los católicos con el Sagrado Corazón, como nos lo ha sugerido el Papa Francisco.-
Beatriz Briceño Picón
Humanista y Periodista