No es exagerado. Pero sucede. Y se hace presente entre argumentos, sentimientos y decepciones. Es la verdad: no hay un solo día que alguien preocupado por la actual situación venezolana no lo diga, justifique y trate de demostrar a qué se expone la nación mientras que sus gobernantes y dirigentes, antes que solucionar, insistan en idear argumentos para diferir dicha solución, propiciar excusas y hasta salir de cacería con miras a lo obvio: sacarle provecho a lo que está planteado.
Es verdad. La situación venezolana, por más de dos decenios, ha sido y sigue siendo un tema de resonancia e importancia. Y lo ha sido a nivel nacional y en el ámbito mundial. Imposible que no lo fuera cuando, por múltiples razones, Venezuela continúa siendo un país petrolero al que le asiste la ventaja de disponer de unas reservas -probadas o no- de un volumen de crudo bajo tierra que proyecta un recurso energético que sigue siendo útil, apropiado y adecuado para los buenos negocios. No de aquellos que, por buenos, pasan a ser patrimonio de falsos vivos y de cazadores de riquezas entre la sombra que proyecta la crisis ética y moral en la que naufraga el país. No. La otra.
La de aquellos que, unidos a la necesidad de seguir convirtiendo el recurso de origen fósil en avance industrial, sin embargo, también le dicen sí a la urgencia que traduce atender y confrontar responsablemente las causas del hoy incontenible calentamiento global.
Para Venezuela, sin duda alguna, es importante seguir estando en la lista de los países petroleros. Lo estuvo cuando se sumó a quienes, desde las exigencias que se plantearon durante la Segunda Guerra Mundial, añadió crudo a quienes luego serían calificados de «vencedores». Pero también porque dicha relación, de una u otra manera, incidió para que la democracia comenzara a proyectar un perfil de avance político dentro y fuera de América Latina.
Además, de igual manera, porque el hecho sirvió para que, con base precisamente en el entendimiento político, se suscitaran acuerdos y coincidencias prolongadas sobre lo necesario a importante que traducía la conversión del ingreso por la venta del crudo, en la importante respuesta social de los gobiernos en la solución del empobrecimiento que distinguía esta parte del mundo.
No en vano Venezuela pasó a ser vista como un ejemplo de democracia durante 40 años; país de una ubicación geopolítica estratégica en el continente y considerado económicamente rico. Es decir, todo aquello que luego, incomprensiblemente, pasaría a ser un país saqueado y arruinado, como consecuencia del desenvolvimiento administrativo de un sistema de gobierno catalogado de forajido, y no reconocido por más de 50 países democráticos del mundo occidental.
Lo cierto es que, guste o no admitirlo, es el mismo país que hoy se disputa las críticas comunicacionales más duras en el mundo entero, a la vez que se le señala -y acusa- de ser país origen y centro de distribución de drogas, blanqueo de capitales a nivel mundial, además de funcionar como refugio de movimientos subversivos internacionales, y de no ocultar posiciones políticas coincidentes de países y gobiernos que se les califica de ejemplo de todo lo indebido, cuando su dedicación termina siendo la manera más despiadada de hacer política, en vista de que su dedicación gubernamental se proyecta como la promotora del ejercicio más cuestionable, como es la de gobernar hasta convertirse en el emprendedor de la ruina de un país.
Por esas, y otras tantas razones, es por las que Venezuela, al estar inmersa en una situación como la que se ha descrito, y en la que sobresale todo tipo de problemas políticos, sociales, como los de ser gobernado por un régimen que es señalado por múltiples acusaciones y procesos judiciales por corrupción y VIOLACION de derechos humanos ante la Corte Penal Internacional y la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, no puede resolver favorablemente su actual situación por sí sola. Mucho menos aislándose y pretendiendo solucionar internamente una contaminante situación que ya afecta y repercute en una gran parte del mundo.
Esta triste y complicada situación, definitivamente, no traduce algo de implicación únicamente interna. Es algo que ya afecta y complica e involucra al complejo internacional de las naciones, especialmente las integrantes del continente americano. Es decir, de todos aquellos componentes que se deben unir para propiciar una solución con la concurrencia y colaboración activa de cada uno de ellos.
Sin duda alguna, ejemplos similares los hay muchos en la historia. De hecho, graves conflictos y guerras mundiales han tenido que ser resueltas en mesas de negociación y acuerdos multinacionales. En el caso nacional, sin embargo, la representación internacional, conjuntamente con el régimen interno venezolano y una representación legítima de la sociedad civil que represente los intereses de la nación y que cuente con la aprobación y confianza del Soberano, no pueden ser únicamente la débil expresión de un frágil propósito. Definitivamente, todos deben concurrir a una mesa de negociación conjunta. Y acudir a ese sitio preferiblemente seleccionado como sede, y que termine siendo un país legítimamente imparcial, o que la representación de los actores puedan encontrarse en las instalaciones de uno de los organismos internacionales, bien sea la Organización de Estados Americanos, las Naciones Unidas o la propia Comunidad Europea.
Hasta la fecha, es verdad, se han hecho varios intentos de diálogo, interna y externamente entre el régimen y los partidos de oposición. Sin embargo, el efecto ha sido el de la ausencia de resultados, debido a que, en ninguno de los casos, se ha planteado una sola intención sincera en favor del entendimiento por parte del régimen. Este, definitivamente, sólo ha concurrido a las misma para sortear situaciones y ganar tiempo. Asimismo, con el propósito de desprestigiar a los integrantes de las respectivas comisiones nombradas por los partidos de oposición.
Lamentablemente, este comportamiento político en el que los partidos de oposición y el régimen no han dejado una huella distinta a la de la decepción, han concluido en desprestigio, como en una fehaciente demostración de poca seriedad y popularidad ante la sociedad venezolana. Es cierto, en cualquier negociación el régimen tiene que estar presente, porque es quien ejerce el poder interno. Sin embargo, la representación de la oposición debería estar integrada preferiblemente por personas con una reconocida trayectoria administrativa, conocimientos y experiencia profesional. Además de estar desligadas de obligaciones o de intereses partidistas, y que tengan como meta cumplir con el mandato del Soberano.
Este, el representante organizado de la ciudadanía, lo ha dicho y lo ha expuesto con la responsabilidad y transparencia que se necesita. Y esa no ha sido otra que la de: «Cese de la usurpación, sí al nombramiento de un gobierno de transición, y a convocar, a la mayor brevedad, a un proceso de elecciones generales, con un sistema electoral debidamente organizado y confiable. De igual manera, se debe contar con la supervisión y la colaboración de los organismos internacionales».
Por lo pronto, se considera que el Presidente Interino de Venezuela, el Ing. Juan Guaidó, reconocido mayoritariamente como tal por la sociedad, los partidos de oposición y la mayoría de los países del mundo democrático occidental, debe actuar con la finalidad de REFUNDAR Y PACIFICAR al país. Y lo debería hacer desligándose de todo interés partidista; velar imparcial y primordialmente por los intereses de la nación y el bienestar de todos los venezolanos.
Para que eso pueda suceder, desde luego, es recomendable e imperativo que, de inmediato, dicho dirigente nacional reestructure su equipo de gobierno con profesionales que obedezcan primordialmente al interés nacional. Asimismo, que nombre una COMISIÓN NEGOCIADORA integrada por personas idóneas, experimentadas, de pulcra trayectoria de vida y reconocidas como tal, tanto interna como externamente, para que representen al país de manera integral. eficiente y profesionalmente. De no hacerlo así, su destino sería el fracaso. Además, no contaría con el apoyo del pueblo, porque perdería su gran oportunidad y momento de figurar como un patriota e ilustre venezolano en las páginas futuras de la historia.
Este líder político no debe continuar permitiendo que prosperen los intereses personales ni partidistas; tampoco prolongando la agonía del pueblo soberano, por no lograr ninguna solución. De igual manera, debe impedir que se desperdicie la oportunidad de salvar al país, como de evitar la propagación en el continente americano del comunismo vandálico, abiertamente aliado y comprometido con las fuerzas del mal.
Egildo Luján Nava
|
dom, 31 oct. 10:58 (hace 19 horas)
|
|
|
|
HAY QUE CORREGIR EL RUMBO DE VENEZUELA URGENTEMENTE
Formato del Futuro…
No es exagerado. Pero sucede. Y se hace presente entre argumentos, sentimientos y decepciones. Es la verdad: no hay un solo día que alguien preocupado por la actual situación venezolana no lo diga, justifique y trate de demostrar a qué se expone la nación mientras que sus gobernantes y dirigentes, antes que solucionar, insistan en idear argumentos para diferir dicha solución, propiciar excusas y hasta salir de cacería con miras a lo obvio: sacarle provecho a lo que está planteado.
Es verdad. La situación venezolana, por más de dos decenios, ha sido y sigue siendo un tema de resonancia e importancia. Y lo ha sido a nivel nacional y en el ámbito mundial. Imposible que no lo fuera cuando, por múltiples razones, Venezuela continúa siendo un país petrolero al que le asiste la ventaja de disponer de unas reservas -probadas o no- de un volumen de crudo bajo tierra que proyecta un recurso energético que sigue siendo útil, apropiado y adecuado para los buenos negocios. No de aquellos que, por buenos, pasan a ser patrimonio de falsos vivos y de cazadores de riquezas entre la sombra que proyecta la crisis ética y moral en la que naufraga el país. No. La otra.
La de aquellos que, unidos a la necesidad de seguir convirtiendo el recurso de origen fósil en avance industrial, sin embargo, también le dicen sí a la urgencia que traduce atender y confrontar responsablemente las causas del hoy incontenible calentamiento global.
Para Venezuela, sin duda alguna, es importante seguir estando en la lista de los países petroleros. Lo estuvo cuando se sumó a quienes, desde las exigencias que se plantearon durante la Segunda Guerra Mundial, añadió crudo a quienes luego serían calificados de «vencedores». Pero también porque dicha relación, de una u otra manera, incidió para que la democracia comenzara a proyectar un perfil de avance político dentro y fuera de América Latina.
Además, de igual manera, porque el hecho sirvió para que, con base precisamente en el entendimiento político, se suscitaran acuerdos y coincidencias prolongadas sobre lo necesario a importante que traducía la conversión del ingreso por la venta del crudo, en la importante respuesta social de los gobiernos en la solución del empobrecimiento que distinguía esta parte del mundo.
No en vano Venezuela pasó a ser vista como un ejemplo de democracia durante 40 años; país de una ubicación geopolítica estratégica en el continente y considerado económicamente rico. Es decir, todo aquello que luego, incomprensiblemente, pasaría a ser un país que termina siendo saqueado y arruinado, como consecuencia del desenvolvimiento administrativo de un sistema de gobierno catalogado de forajido, y no reconocido por más de 50 países democráticos del mundo occidental.
Lo cierto es que, guste o no admitirlo, es el mismo país que hoy se disputa las críticas comunicacionales más duras en el mundo entero, a la vez que se le señala -y acusa- de ser país origen y centro de distribución de drogas, blanqueo de capitales a nivel mundial, además de funcionar como refugio de movimientos subversivos internacionales, y de no ocultar posiciones políticas coincidentes con países y gobiernos que se les califica de ejemplo de todo lo indebido, cuando su dedicación termina siendo la manera más despiadada de hacer política, en vista de que su motivación gubernamental se proyecta como la promotora del ejercicio más cuestionable, como es la de gobernar hasta convertirse en el emprendedor de la ruina de un país.
Por esas, y otras tantas razones, es por las que Venezuela, al estar inmersa en una situación como la que se ha descrito, y en la que sobresale todo tipo de problemas políticos, sociales, como los de ser gobernado por un régimen que es señalado por múltiples acusaciones y procesos judiciales por corrupción y VIOLACION de derechos humanos ante la Corte Penal Internacional y la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, no puede resolver favorablemente su actual situación por sí sola. Mucho menos aislándose y pretendiendo solucionar internamente una contaminante situación que ya afecta y repercute en una gran parte del mundo. Lo dicen y hacen sentir más de 6 millones de compatriotas dispersos entre más de 90 países.
Esta triste y complicada situación, definitivamente, no traduce algo de implicación únicamente interna. Es algo que ya afecta y complica e involucra al complejo internacional de las naciones, especialmente de las integrantes del continente americano. Es decir, de todos aquellos componentes que se deben unir para propiciar una solución con la concurrencia y colaboración activa de cada uno de ellos.
Sin duda alguna, ejemplos similares los hay muchos en la historia. De hecho, graves conflictos y guerras mundiales han tenido que ser resueltas en mesas de negociación y acuerdos multinacionales. En el caso nacional, sin embargo, la representación internacional, conjuntamente con el régimen interno venezolano y una representación legítima de la sociedad civil que represente los intereses de la nación y que cuente con la aprobación y confianza del Soberano, no pueden ser únicamente la débil expresión de un frágil propósito. Definitivamente, todos deben concurrir a una mesa de negociación conjunta. Y acudir a ese sitio preferiblemente seleccionado como sede, y que termine siendo un país legítimamente imparcial, o que la representación de los actores puedan encontrarse en las instalaciones de uno de los organismos internacionales, bien sea la Organización de Estados Americanos, las Naciones Unidas o la propia Comunidad Europea.
Hasta la fecha, es verdad, se han hecho varios intentos de diálogo, interna y externamente entre el régimen y los partidos de oposición. Sin embargo, el efecto ha sido el de la ausencia de resultados, debido a que, en ninguno de los casos, se ha planteado una sola intención sincera en favor del entendimiento por parte del régimen. Este, definitivamente, sólo ha concurrido a las mismas para sortear situaciones y ganar tiempo. Asimismo, con el propósito de desprestigiar a los integrantes de las respectivas comisiones nombradas por los partidos de oposición.
Lamentablemente, este comportamiento político en el que los partidos de oposición y el régimen no han dejado una huella distinta a la de la decepción, ha concluido en desprestigio, como en una fehaciente demostración de poca seriedad y popularidad ante la sociedad venezolana y quienes procuran soluciones. Es cierto, en cualquier negociación el régimen tiene que estar presente, porque es quien ejerce el poder interno. Sin embargo, la representación de la oposición debería estar integrada preferiblemente por personas con una reconocida trayectoria administrativa, conocimientos y experiencia profesional. Además de estar desligadas de obligaciones o de intereses partidistas o grupales, y que tengan como meta cumplir con el mandato del Soberano.
Este, el representante organizado de la ciudadanía, lo ha dicho y lo ha expuesto con la responsabilidad y transparencia que se necesita. Y esa no ha sido otra que la de: «Cese a la usurpación, sí al nombramiento de un gobierno de transición, y a convocar, a la mayor brevedad, a un proceso de elecciones generales, apuntalado por un sistema electoral debidamente organizado y confiable. De igual manera, se debe contar con la supervisión y la colaboración de los organismos internacionales».
Por lo pronto, se considera que el Presidente Interino de Venezuela, el Ing. Juan Guaidó, reconocido mayoritariamente como tal por la sociedad, los partidos de oposición y la mayoría de los países del mundo democrático occidental, debe actuar con la finalidad de REFUNDAR Y PACIFICAR al país. Y lo debería hacer desligándose de todo interés partidista; velar imparcial y primordialmente por los intereses de la nación y el bienestar de todos los venezolanos.
Para que eso pueda suceder, desde luego, es recomendable e imperativo que, de inmediato, dicho dirigente nacional reestructure su equipo de gobierno con profesionales que obedezcan primordialmente al interés nacional. Asimismo, que nombre una COMISIÓN NEGOCIADORA integrada por personas idóneas, experimentadas, de pulcra trayectoria en su vida y reconocidas como tal, tanto interna como externamente, para que representen al país de manera integral, eficiente y profesionalmente. De no hacerlo así, su destino sería el fracaso. Además, no contaría con el apoyo del pueblo, porque perdería su gran oportunidad y momento de figurar como un patriota e ilustre venezolano en las páginas futuras de la historia.
Este líder político no debe continuar permitiendo que prosperen los intereses personales ni partidistas alrededor suyo; tampoco prolongando la agonía del pueblo soberano, por no lograr ninguna solución. De igual manera, debe impedir que se desperdicie la oportunidad de salvar al país, como de evitar la propagación en el continente americano del comunismo vandálico, abiertamente aliado y comprometido con las fuerzas del mal.
|