El debate frente al terrorismo de Estado
Es en el terreno de la conciencia colectiva y de la opinión pública donde se libra la primera y más decisiva lucha contra la violencia institucionalizada

César Pérez Vivas:
La semana pasada ofrecí en mi columna una primera aproximación a la instalación, en nuestra Venezuela, de una política de terror impulsada desde la cúpula del Estado. Derrotar esta criminal desviación y perversión humana no supone únicamente expulsar del poder a quienes ejercen el terrorismo de Estado, sino también ganar la batalla de las ideas: aquella que los regímenes autoritarios y terroristas libran para criminalizar a sus adversarios y justificar su conducta violenta, con la cual pretenden perpetuarse en el poder.
Recurro nuevamente al pensamiento de Michael Ignatieff para subrayar la importancia de esta confrontación. En su obra El mal menor, el filósofo canadiense afirma: “Todas las batallas entre los terroristas y los demócratas son batallas de opinión, y en esta lucha las justificaciones éticas son cruciales para mantener la moral de los que están del mismo lado, para no perder la lealtad de la población”. (Ob citada. Página 40)
Es, entonces, en el terreno de la conciencia colectiva y de la opinión pública donde se libra la primera y más decisiva lucha contra la violencia institucionalizada. Nosotros, los demócratas venezolanos, constituimos un movimiento ciudadano que lucha por el restablecimiento del orden constitucional. Esta tarea exige dar, de forma constante y decidida, la batalla por la verdad y la dignidad, frente a la usurpación y la violencia estatal.
Como bien señala Ignatieff, ganar esta batalla ética y comunicacional es indispensable. Y es justo decir que, hasta ahora, la ciudadanía democrática ha logrado avanzar en este terreno, pese a las condiciones adversas. Pero no podemos bajar la guardia: debemos seguir denunciando la violencia sistemática que emana del poder usurpador. Debemos también formar a las nuevas generaciones en los principios de la dignidad humana, en los derechos fundamentales y en la denuncia activa de cualquier forma de represión —física, psicológica o institucional— ejercida contra quienes disienten o asumen compromisos sociales, comunitarios o gremiales.
Junto a la denuncia de la violencia, nos corresponde desmontar la mentira hecha poder. Es imperativo exponer los “falsos positivos”, utilizados para criminalizar a quienes no se someten al modelo autoritario; revelar las tramas oscuras del poder y mostrar, sin ambigüedades, la incapacidad estructural del régimen para gobernar. Esa incompetencia ha derivado en la destrucción de la infraestructura nacional, el colapso de los servicios públicos y la degradación de los derechos sociales del pueblo venezolano.
Todos los regímenes autoritarios promotores del terror, atrincherados en los aparatos del Estado, han montado sofisticados sistemas de propaganda para convencer a la sociedad de que la violencia proviene de sus opositores. Se presentan como víctimas o defensores del orden, mientras destruyen moral, política y socialmente a todo aquel que se atreva a cuestionarlos.
Sus aparatos de propaganda operan bajo un principio ya conocido y peligrosamente eficaz: la mentira repetida mil veces se convierte en verdad. Aunque la frase ha sido atribuida —no sin controversia— a Joseph Goebbels, ministro de Propaganda del régimen nazi, lo que sí está documentado en sus diarios es la siguiente afirmación: “La propaganda debe limitarse a numero muy pequeño de ideas y repetirlas incansablemente. Aquí, como en la publicidad, el principio es: cuanto mas simple el mensaje, más efectiva la propaganda”. Y también esta máxima que resume su cinismo: “No importa si una mentira es grande, lo importante es repetirla lo suficiente para que la gente termine creyéndola”.
Estas son las bases con las que Maduro, Diosdado Cabello y demás agentes del régimen desarrollan su batalla de opinión. Por eso fabrican conspiraciones y acusan de terroristas a todo aquel que ponga en peligro su permanencia en el poder; en estos tiempos, la carga de la propaganda, la guerra sucia, y la criminalización ha sido contra María Corina Machado y los principales integrantes del Comando con Venezuela, así como a cualquier ciudadano que asuma una lucha legítima por sus derechos. Todos somos atacados moralmente y criminalizados con los tipos penales de su libreto: instigación o promoción del odio, terrorismo o financiamiento al terrorismo, instigación a la rebelión y traición a la patria.
El terrorismo de Estado, entendido como el uso sistemático de la violencia por parte del gobierno para infundir miedo y controlar a la población, ha recurrido históricamente a la criminalización del adversario. En el siglo XX, el fascismo, el comunismo totalitario y otros regímenes autoritarios emplearon este método: presentar a los opositores como enemigos internos, justificar con ello detenciones, torturas, desapariciones y asesinatos.
De esa práctica se ha derivado un manual de represión, cuyas etapas fundamentales son las siguientes: 1. Creación del enemigo interno: se fabrica o exagera una amenaza (judíos, apátridas, oligarcas, especuladores, pro yankis, derechistas, comunistas, guerrilleros, disidentes, según el régimen que lo aplica). 2. Narrativa de defensa nacional: se presenta el terror como acto de protección de la patria. 3. Uso intensivo de la propaganda: se manipula la opinión pública para justificar la represión. 4. Destrucción del pluralismo: toda diferencia es interpretada como traición.
Denunciar este manual, evidenciar sus atrocidades y formar conciencia ciudadana sobre sus mecanismos debe ser una tarea diaria. Sólo así podremos rescatar a Venezuela del secuestro institucional al que ha sido sometida por la usurpación y la barbarie.-
Caracas, lunes 9 de junio del 2025