Los fariseos del tiempo de Jesús, ¿quiénes eran?
Leemos en los evangelios que los fariseos fueron opositores a Jesús y sus enseñanza, pero quizá no queda muy claro quiénes eran estos personajes

En el Nuevo Testamento se menciona con frecuencia a los fariseos. Pero hay que decir que rara vez es en su favor. Al contrario, Jesús a menudo se opone a ellos e incluso los reprende duramente, como muestra esta secuencia de advertencias del capítulo 23 del Evangelio de Mateo:
«¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quisieran. ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones! Por eso serán juzgados con más severidad. ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para conseguir un prosélito, y cuando lo han conseguido lo hacen dos veces más digno de la Gehena que ustedes! ¡Ay de ustedes, guías, ciegos, que dicen:'»Si se jura por el santuario, el juramento no vale; pero si se jura por el oro del santuario, entonces sí que vale!'»
Y así durante muchos versos.
Entonces, ¿por qué estas reprimendas? ¿Quiénes eran estos fariseos que enfurecían a Jesús?
El nombre «fariseo» tiene su origen en el griego pharisaioi, que a su vez procede de la raíz del verbo hebreo prš («parash»), que significa «distinguir», «separar», pero también «aclarar», «explicar». El origen de este nombre da lugar a dos interpretaciones.
Dada la importancia que concedían a la Ley, es posible que su nombre marque el hecho de que este grupo se «separaba», por razones de pureza ritual, del resto del pueblo, menos preocupado por las prescripciones de la Ley.
Pero también puede entenderse como «los que separan la Ley» (es decir, la analizan a fondo) para tratar de interpretarla y explicarla mejor. En cualquier caso, el apego a la Ley era, pues, predominante en esta secta judía.
El seguimiento escrupuloso de la Ley
Por eso, en tiempos de Jesús, procuraban seguir la Ley muy escrupulosamente. Según ellos, un creyente debía observar tanto la Ley escrita, o Torá, como las tradiciones orales, a las que concedían gran importancia.
En total, recopilaban 613 preceptos que debían respetarse, entre ellos nada menos que 365 prohibiciones. Insistían sobre todo en la observancia del Sabbat y de las distintas purificaciones rituales.
Al establecer todos estos preceptos, querían asegurarse de que nadie pudiera infringir un principio importante de la Ley, especialmente uno de los Diez Mandamientos.
Conocedores de las leyes mejor que nadie, gozaban por ello de gran influencia sobre la población, lo que a veces les llevaba a abusar de su poder y a despreciar a quienes no conocían los preceptos tan bien como ellos. Jesús les acusó entonces de «encerrar» el reino de los cielos, de hacerlo inaccesible, cuando él mismo había venido a decir que todos, sin excepción, tenían acceso a él.
Por otra parte, los fariseos no siempre eran tan escrupulosos como parecían, incumpliendo los preceptos que dictaban con tanto rigor, que Jesús les valió ser llamados «hipócritas», «sepulcros blanqueados, que por fuera parecen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda podredumbre» (Mt 23,16). (Mt 23,27)
Mientras impedían al pueblo acercarse a los que habían cometido una falta, Jesús les reprendía por no ver cómo sus excesos de celo, sus abusos de poder y su estricta observancia no dejaban lugar a la misericordia y los convertían a ellos mismos en pecadores.
Los fariseos en el Evangelio
En los Evangelios, por tanto, los fariseos aparecen como personajes anodinos. Sin embargo, hay que tener en cuenta un hecho contextual: al principio de la redacción del Nuevo Testamento, hacia el año 70, los antagonismos entre el judaísmo y el cristianismo eran cada vez más pronunciados, y esto puede haber influido negativamente en la forma en que se retrataba a los fariseos en aquella época.
Como en cualquier grupo, había hombres virtuosos en sus filas. En el Evangelio de Juan, uno de ellos se ha hecho famoso: el personaje de Nicodemo, un fariseo que, tras decidirse a seguir las enseñanzas de Jesús, tomará su defensa ante otros fariseos (Jn 7, 45-51) y ayudará a José de Arimatea a bajar el cuerpo de Jesús de la cruz. Porque él, entre los jefes del pueblo y los fariseos, había creído (cf. Jn 7,48).-
Philip Jenkins – publicado el 14/06/25-Aleteia.org