Cultura Católica

¿En verdad se puede alcanzar la paz con la guerra?

Hemos escuchado que la paz se consigue con la fuerza, neutralizando o eliminando al enemigo. ¿Esto es verdad? ¿Qué enseña la Iglesia al respecto?

El sábado 21 junio, con motivo del bombardeo estadounidense en territorio iraní, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, felicitó y agradeció al presidente de los Estados Unidos, Donald Trump por este hecho. En su mensaje señaló: “El presidente Trump y yo solemos decir: la paz se logra con la fuerza. Primero viene la fuerza, luego la paz, y esta noche, el presidente Trump y Estados Unidos actuaron con mucha fuerza”.

Con esta intervención militar, asistimos, como sociedad mundial, a un recrudecimiento de la guerra en Medio Oriente. Las partes involucradas se acusan mutuamente de ser los villanos de la historia e intentan con ello justificar la mutua agresión, aunque en desigual proporción.

Tel-Aviv, Israël
Los sistemas de defensa antiaérea israelíes se activan para interceptar misiles iraníes sobre la ciudad israelí de Tel Aviv

¿Qué dice la Iglesia en su Doctrina Social al respecto?

La moral social es lógica pues está fundada en la ley natural; es contundentemente profética pues está fundada en la verdad del hombre: imagen y semejanza de Dios, llamado a la comunión; y se expresa sin ambages en la Doctrina Social de la Iglesia. En efecto, todo el Capítulo Primero del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (CDSI) señala que todas las personas y pueblos tenemos igual dignidad, derechos y obligaciones. Todos estamos llamados a construir el bien común universal a partir del mandamiento evangélico del amor. El derecho natural creado por Dios –del cual emana el derecho positivo– es principio rector de las relaciones interpersonales y entre los Estados. Por todo ello, se debe evitar “la tentación de apelar al derecho de la fuerza más que a la fuerza del derecho” (san Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2004, n. 5).

La historia lo ha demostrado una y otra vez. La guerra nunca es camino de paz. La violencia puede lograr, a lo sumo, el neutralizar o destruir al enemigo; es decir, aplastarlo con la fuerza, dejándolo sin posibilidad material de devolver o continuar la agresión. Esa no agresión por imposibilidad tácita de hacerlo dista mucho del valor de la paz. Queda claro que la paz es fruto de la justicia; y a ello se suma la visión cristiana: rebasar la justicia con el perdón y la caridad fraterna. Solo así será posible establecer una comunidad internacional pacífica y ordenada al bien común.

Diplomacia y arbitraje internacional

La Doctrina Social de la Iglesia instruye, además, sobre la necesidad de someter la voluntad de una persona o de un grupo de personas, al imperio de la ley, tanto a nivel de Estado como a nivel global. En este sentido, no tiene cabida moral la decisión de una guerra entre países –mucho menos un conflicto bélico mundial– sino la mutua sumisión a las leyes interiores como a los consensos internacionales:

“‘Así como dentro de cada Estado (…) el sistema de la venganza privada y de la represalia ha sido sustituido por el imperio de la ley, así también es urgente ahora que semejante progreso tenga lugar en la Comunidad internacional’. En definitiva, el derecho internacional ‘debe evitar que prevalezca la ley del más fuerte’” (CDSI, n. 439).

En este sentido, la Iglesia ha manifestado su aprecio por el surgimiento de organismos internacionales civiles dedicados a la negociación y establecimiento de acuerdos para evitar la guerra. Los Estados tienen el compromiso de sujetar sus intereses particulares al bien común internacional.

León XIV ante el conflicto en Oriente Medio

Este domingo 22 de junio, en su mensaje después del rezo del Ángelus, el Papa León XIV, hizo un apremiante llamado a la paz mundial, urgiendo a los países en conflicto y a la comunidad internacional a preferir la negociación y la diplomacia a fin de terminar los conflictos en Medio Oriente, con especial atención a la guerra en Israel, Irán y Palestina. Señaló que en este «escenario dramático» se corre el riesgo de olvidar el sufrimiento de la población.

“Hoy más que nunca, la humanidad clama y pide la paz. Es un grito que exige responsabilidad y razón, y no debe ser sofocado por el estruendo de las armas ni por las palabras retóricas que incitan al conflicto. Todo miembro de la comunidad internacional tiene la responsabilidad moral de detener la tragedia de la guerra, antes de que se convierta en una vorágine irreparable. No existen conflictos “lejanos” cuando está en juego la dignidad humana», declaró.

“La guerra no resuelve los problemas, sino que los amplifica y produce heridas profundas en la historia de los pueblos, que tardan generaciones en cicatrizar. Ninguna victoria armada podrá compensar el dolor de las madres, el miedo de los niños, el futuro robado».

“¡Que la diplomacia haga callar las armas! ¡Que las naciones tracen su futuro con obras de paz, no con la violencia ni conflictos sangrientos!”.-

Luis Carlos Frías – publicado el 24/06/25-Aleteia.org

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