Opinión

Energía

No hay que ser tan pesimista, no lo es la propaganda oficial que habla por allí de que estamos construyendo un futuro. Para esto se necesita energía, sin embargo, el régimen no parece haberla tenido durante 25 años

 

Alicia Álamo Bartolomé:

Necesitamos mucha energía para vivir. Desde el primer instante. Salir del útero materno, donde permanecemos los nueve primeros meses de nuestra vida, resguardados, con la única función de crecer, es una verdadera odisea. No queremos dejar nuestra placidez nadadora en el líquido uterino. Sentimos miedo, nos cuesta salir. Vamos a enfrentar, ya en relativa soledad, un mundo nuevo, con su atmósfera, su clima, sus altibajos y misterios, hasta entonces desconocidos. Por eso un parto es siempre difícil, porque su protagonista quiere y no quiere nacer.

 

Mamá me contaba que, de sus siete hijos, la única que se había tardado en nacer era yo, la tercera, porque seguramente ya tenía pereza de vivir. Me consideraba muy floja. Que había nacido morada y me abuelo materno, el español Ricardo Bartolomé, había dicho al veme: Ya a Iginia le salió el negro (una de mis bisabuelas paternas era mulata). Yo la oía sin darle mucha importancia hasta que un día, ya adulta, entrando en la madurez, relacioné el cuento con una pesadilla que tenía desde la infancia y nunca me había abandonado: yo debía huir por pasajes muy estrechos, de algo que me perseguía, con la angustia correspondiente. ¡Memoria de mi parto! Más nunca tuve la pesadilla. Freud tenía razón.

 

El niño que nace, la primera sensación aterradora que experimenta es la del vacío, luego la incapacidad de respirar en un aire que desconoce, que sus pulmones no han estrenado, tiene que gritar para entrar en este nuevo ambiente, si no lo hace, le dan nalgadas. Lo cierto es que llegamos a nuestro mundo llorando. Esto siempre me da congoja. No me gusta ver películas de partos. Si el llanto nos precede en estas vida, es mucha la energía que necesitamos para vivir.

 

Energía para crecer, para desarrollarnos física y espiritualmente. Energía para formarnos intelectualmente en el mundo escolar, superar programas y exámenes hasta alcanzar una profesión. Energía para enfrentarnos al mundo laboral: competencias, injusticias, incomprensiones y, cuántas veces, abusos. Vivir es un desgaste de energía de la cual Dios nos ha dotado, sobre todo en la niñez y juventud, cuando debemos hacer los esfuerzos de formarnos. En la vejez Dios nos quita esa energía. Ya fuimos, terminaron nuestros empeños; nuestra cuota de energía debe pasar a la juventud, nos toca descansar.

 

Por eso me hace mucha gracia cuando veo y oigo por TV unas cuñas para el buen uso de la electricidad, terminan diciendo: En Venezuela, la energía eres tú. Me siento aludida y  me digo: ¡caramba, Alicia, si tú eres la energía del país, mal anda éste, porque te queda muy poca! Estoy en plena decadencia, así estará la mayoría de quienes ven esta publicidad, los que quedamos en esta patria vacía de sus mejores ciudadanos, es decir, los enfermos, ancianos y bobos. Sin en nuestros débiles hombros descansa la energía de Venezuela, pues…, ¡que descanse en paz!

 

Pero no hay que ser tan pesimista, no lo es la propaganda oficial que habla por allí de que estamos construyendo un futuro. Para esto se necesita energía, sin embargo, el régimen no parece haberla tenido durante 25 años. No tendríamos que andar construyendo un futuro, sino viviendo un presente…, que nos ha sido robado. Los vestigios que quedan de Venezuela están agonizantes. Pronto no seríamos ya la pequeña Venecia sino la que fue: Venezuela.

 

Pero no hay que ser tan pesimista, repito. En alguna parte de nuestro yo patrio debe haber recursos energéticos: en esa juventud que parece dormida -la que queda aquí-, en esa madurez timorata, e, incluso, en nuestra ancianidad desabastecida. Unámonos en un solo grito: ¡libertad, verdad y justicia! Unamos nuestro clamor para derribar los muros como los de Jericó. Que ese estruendo sonoro lo comande nuestra líder máxima, aparentemente en la oscuridad, pero trabajando en esas tinieblas con el fuego encendido de su amor a la patria, a la cual ha dado todo su ser y su vida. Venezolanos: ¡la democracia volverá!.-

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