Se fiel hasta…
Hay una revelación en forma de promesa. Un misterio escondido que es sacado a la luz. Ustedes, los que vencieren los sufrimientos terrenales morirán, ciertamente, pero no sufrirán la segunda muerte: “El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte”

Rosalía Moros de Borregales:
Luego del mensaje a Éfeso, vienen las contundentes palabras a la iglesia en Esmirna: “Y escribe al ángel de la iglesia en Esmirna: El primero y el postrero, el que estuvo muerto y vivió, dice esto: Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de satanás. No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte”.
Esmirna era una ciudad ubicada en la costa oeste de Asia Menor, a unos 55 kms. al norte de Éfeso, hoy la moderna ciudad de Izmir en Turquía. Atravesada por la llamada vía Egnatia, la cual establecía una conexión directa al Asia Menor. Además, Esmirna, al igual que Éfeso, era un puerto, lo cual la convertía en un punto clave del comercio entre Roma y Oriente. Gozaba de un gran prestigio político, absolutamente leal a Roma, fue una de las primeras ciudades en levantar un monumento a la diosa Roma y un templo al emperador Tiberio, los cuales fueron motivo de orgullo de sus habitantes, quienes se sentían identificados con estos monumentos. Existían también templos a dioses griegos y romanos: Zeus, Apolo, Afrodita, Cibeles y Dionisio.
A fines del siglo I, bajo Domiciano, quien fue el emperador que impuso el culto imperial obligatorio, la adoración al emperador era políticamente obligatoria. Se celebraban festivales en honor al César donde se exigía que todos ofrecieran incienso declarando “Káisar Kyrios”, el César es señor. Esto se oponía directamente con la confesión cristiana: “Jesús es el Señor”. Además, se practicaban ritos secretos y esotéricos, traídos de Asia, y había influencia de religiones orientales. Añadido a esto la comunidad judía que residía en la ciudad, según Apocalipsis 2:9, estaba en confrontación con los cristianos, por lo que fue llamada “la sinagoga de Satanás”.
La palabra “Smyrna” proviene de mirra, una especia amarga usada en embalsamamiento y adoración. Su aroma se liberaba cuando era triturada, cada golpe sacaba un perfume escondido en su interior. Así también era la iglesia de Esmirna, oprimida y aplastada por la persecución. Sin embargo, fragante ante Dios. Esmirna era una iglesia pequeña, escondida entre las sombras del poder romano. En las palabras del ángel no hay reproche alguno. No hay reprensión en la voz del Señor. Solo reconocimiento, consuelo en medio de la adversidad y una promesa. Cristo se presenta a ella como el Primero y el Último, el que estuvo muerto y vivió. ¡Que presentación tan gloriosa! El que habla a la iglesia en Esmirna ya había pasado por el valle de sombra de muerte y salió triunfante. A esa iglesia que sufre, Jesús no le ofrece una salida inmediata de la tribulación. La conforta y le da una palabra de promesa.
Los cristianos de Esmirna eran cristianos marginados, privados de sus bienes, acusados de traición por no postrarse ante el César. Muchos de ellos morirían mártires. Uno de los más conocidos fue Policarpo, anciano, obispo de Esmirna, discípulo del apóstol Juan. Cuando le ofrecieron salvar su vida si negaba a Cristo, respondió: “Ochenta y seis años le he servido, y nunca me ha hecho mal. Cómo puedo blasfemar contra mi Rey, que me salvó?” No obstante, fue arrestado y condenado a morir quemado por negarse a renunciar a su fe y a adorar al emperador. Su martirio ocurrió alrededor del año 155, fue documentado por la iglesia de Esmirna poco después de su muerte, en un texto denominado “El Martirio de Policarpo”. Cuenta este documento que cuando lo ataron para ser quemado, según la tradición, las llamas no lo consumieron inmediatamente, por lo que fue ejecutado con una lanza. De esta manera, la iglesia de Esmirna conocía muy bien el precio de la fidelidad a Cristo.
Eran una minoría socialmente marginada y económicamente empobrecida, excluidos de los gremios y del comercio por no participar en los cultos paganos ni en el culto imperial. Perseguidos tanto por autoridades romanas como por algunos sectores del judaísmo local, que al estar protegidos por Roma como religión lícita, a veces denunciaban a los cristianos. A los ojos del mundo, eran pobres. Pero Jesús les dice: “tú eres rico”. ¡Qué distinto es el lenguaje del Cielo! Donde los hombres ven ruina, Dios ve tesoros eternos. Donde hay lágrimas, Él las recibe como adoración. Donde hay dolor, Él acrecienta la fe. Sus ojos conocen cada fibra de fidelidad escondida. No los llama a evadir el sufrimiento, sino a atravesarlo con dignidad: “No temas lo que vas a padecer”.
Palabras que no prometen inmunidad, pero sí acompañamiento. El sufrimiento es temporal, y está limitado por la soberanía de Dios. “Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico)… “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.” En una ciudad que celebraba competencias y coronaba a sus campeones, Jesús promete una corona diferente: La corona de la vida. Esta corona no es para los veloces ni los fuertes, sino para los fieles. Aquellos que, en su debilidad, no renuncian. Aquellos que mueren abrazando la fe, como Policarpo, como tantos anónimos, como tú y como yo que hemos elegido amarle hasta el final.
A final del mensaje, hay una revelación en forma de promesa. Un misterio escondido que es sacado a la luz. Ustedes, los que vencieren los sufrimientos terrenales morirán, ciertamente, pero no sufrirán la segunda muerte: “El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte.” La muerte puede tocar el cuerpo, pero no puede arrebatar el alma rendida a Cristo. Hay vida después de la muerte, y hay resurrección para los que permanecen fieles. Esmirna nos recuerda que el sufrimiento no anula la bendición, y que la fidelidad silenciosa es preciosa ante los ojos de Dios.
Mientras en América la mayoría de las iglesias tiene libertad para profesar su fe, actualmente, hay más de 365 millones de cristianos en el mundo que son perseguidos. Según el informe más reciente de Puertas abiertas (World Watch List 2024) 1 de cada 7 cristianos en el mundo sufre discriminación debido a su fe. Esta persecución va desde discriminación social y restricciones legales, hasta la violencia extrema, encarcelamiento injusto, tortura e incluso la muerte. Los 10 países más peligrosos para los cristianos son: Corea del Norte, Somalia, Libia, Eritrea, Yemen, Nigeria, Pakistán, Sudán, Irán y Afganistán. ¡No demos por sentado esta libertad!
Esmirna era una ciudad rica, poderosa, orgullosa y un lugar de prueba para los seguidores de Jesús. Allí, en medio de templos, comercio, y lealtades imperiales, se alzaba una iglesia que prefería morir antes que negar a Jesucristo. No tenían templos ni poder, pero tenían una fe inquebrantable. Y eso los hacía inmensamente ricos a los ojos del Cielo.
¿Estás en medio de una tribulación? ¿Te sientes pobre, olvidado, reducido? El Señor te invita a seguir caminando con valentía, confiando en Su amor eterno.
“De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien”. I Pedro 4:19. –
Rosalía Moros de Borregales
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